Crisis de la “crisis” (I)

De lo que se conviene en llamar “la crisis”, dos cosas, y sin duda poco más, están comprobadas: primero, que no sabemos resolverla, y, luego que muy probablemente no sabemos definirla. O más bien, desde el momento en que la evocamos la desmultiplicamos en una infinidad de “crisis” evidentemente no decisivas por su misma acumulación.

Para algunos espíritus se tratará de una “crisis de valores”, para otros de una “crisis de crecimiento”, o de una crisis de adaptación (a las nuevas tecnologías, a la geoeconomía), en resumen de una crisis de transición; los sociólogos hablaran de una crisis de sociedad, los economistas distinguirán entre crisis de la energía, de las materias primas, y del sistema monetario internacional.

No tenemos el gusto ni la competencia para intentar una clasificación tal de estas acepciones del término “crisis” siguiendo sus pertinencias respectivas. Simplemente resaltamos una evidencia; la multiplicación de las ocurrencias conlleva la devaluación del concepto; si poseyésemos un concepto preciso de crisis, y si pudiésemos aplicarlo rigurosamente a la presente situación, integraría la mayoría de estos aspectos, hoy dispersos y sólo yuxtapuestos.

Hay que suponer, una crisis del concepto de “crisis” antes incluso de cualquier crisis de nuestra sociedad. A menos que la pretendida crisis de nuestra sociedad no se localice precisamente en su crisis de la noción de “crisis”. ¿Puede perfilarse una noción de “crisis”? Incluso sin entrar en la terminología ni en los avatares médicos del término , parece que “crisis” implica decisión y juicio Pero esta decisión seguida de juicio no presentaría ninguna urgencia ni ningún envite si permaneciese abstracta. La crisis no interviene más que al término de un análisis de los antagonismos que la provocan.

Una crisis sólo resulta posible si antagonismos constantes, identificables, racionales la sostienen; una disfunción constatada pero aún incomprensible por modelos y conceptos no constituye una crisis; la acumulación misma de pretendidas “crisis”, enmarañadas y siempre desplazadas, atestigua que lisa y llanamente no comprendemos estos conflictos, y no alcanzamos a reducirla a una solo teoría. Las informaciones acumuladas y las alarmas discordantes no bastan para analizar un diagnostico; pues un diagnostico supone una etiología, y toda etiología implica una ciencia. No ha habido crisis no porque hayan faltado las dificultades, sino porque falta su identificación. No hemos entrado en crisis, sino en ceguera y por carencia de inteligencia, por un gran déficit de episteme.

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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

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