Alquimia Política

Los movimientos sociales: nuevos protagonistas

Ahondar en los Sistemas Políticos modernos, incluye destacar, en un lugar en donde los tratados clásicos incluían a los grupos rebeldes de las sociedades, a los movimientos sociales independientes, pequeños de manera relativa, pero grupos que gozan de una inmensa simpatía en el mapa electoral moderno. Algunos de estos grupos se asimilan a fórmulas de partido (como PODEMOS, en España), pero su realidad es que vienen de las bases de las comunidades y tienen una ideología social bien clara y concisa. En ocasiones esa postura social, al ser tan radical, se confunde con la izquierda ideológica tradicional, o con la socialdemocracia de centro-derecha, o con la postura progresista de grupos de interés de los ultraderechistas; pero lo cierto es, que en todas las facciones que aspiran el poder, el discurso social está en el tapete y ya es parte integral de la agenda política de todos los aspirantes a ser representantes del pueblo en los poderes públicos.

En este aspecto, los movimientos sociales son hoy día el punto de equilibrio que marca la diferencia de un Gobierno para garantizar la gobernabilidad. El mejor sistema de gobierno, si se consulta “apuradito”, es, definitivamente, el parlamentario. No me queda la menor duda. Una vez que las elecciones generales le dan la mayoría a un grupo de poder, éste asume también las riendas de la dirección de Gobierno. No es que no tendrá trabas, puede tener mayoría simple, pero tendrá voz en ese parlamento para exigir el respeto a la majestad del poder ejecutivo.

A todas estas, la democracia directa fue, es, y sigue siendo, una vía muy desigual para garantizar gobernabilidad y continuación de los proyectos políticos encaminados. Democracias como la latinoamericana que elije por lados separados los poderes legislativo y ejecutivo, crean zozobra y cuando se dan situaciones de mayoría opositora en el parlamento, la garantía de gobernabilidad se ve ampliamente comprometida. Quizás, dirían hoy día los “budistas políticos”, por buscar una definición a esa etapa de meditación pre y post diálogo, un parlamento en contra es una oportunidad excelente para articular ese músculo vocacional que es la política, no veo mayores éxitos, en el caso de la experiencia latinoamericana (en el parlamento alemán se ha dado con éxito), por la idiosincrasia, por la sangre caliente de nuestros líderes y por el costo que implica negociar con intereses foráneos de por medio. En Latinoamérica no se decide aguas adentro, sino bajo contexto del interés de las transnacionales y grandes corporaciones económicas que ven en la tierra amerindia, aún un tesoro por explotar.

Los nuevos movimientos sociales, en concreto, han ido incrementándose, fortaleciendo las estructuras de los sistemas políticos occidentales respondiendo a unas lógicas organizativas, de intereses o de actuación distintas de las que se caracterizan por los vehículos institucionalizados de representación de intereses e identidades y de participación política ciudadana, como los partidos políticos y los grupos de interés.

En este aspecto, las democracias occidentales siguen caracterizándose por ser unas democracias de partidos, donde los movimientos sociales están llamados a jugar en ellas un papel cada vez más relevante. Los movimientos sociales están sustituyendo las viejas instancias de canalización de representación y de participación.

Frente a estos mecanismos institucionalizados, los movimientos sociales se integran a la sociedad civil informal, activa y crítica, encargada, según la teoría democrática deliberativa, de generar procesos de retroalimentación comunicativa, fluidificando las oxidadas estructuras institucionales de nuestros sistemas políticos. Los movimientos sociales, en gran medida protagonistas de esa periferia del sistema político-institucional, corresponde colaborar en la creación de una opinión pública que será trasladada en forma de impulsos comunicativos al centro del sistema político-constitucional, fluidificando los procesos políticos que tienen lugar en su seno.

En un aspecto puntual, los movimientos sociales, en el caso de la realidad latinoamericana, tienen una doble vertiente, ofensiva y defensiva a la vez, al incorporar savia comunicativa en los procesos políticos institucionales-formales, por un lado, y al preservar espacios relacionados con la gramática de las formas de vida en la infraestructura comunicativa del mundo de la vida. Los nuevos movimientos sociales, o modelo de la identidad, que explica su surgimiento y evolución atendiendo a factores de carácter macroestructura, es de raigambre fundamentalmente europea y en los Estados Unidos de Norteamérica, priva otro tipo de enfoque, el de la teoría de la movilización de recursos, más adecuado para dar cuenta de la forma en la que los movimientos sociales y la acción colectiva se manifiestan allá.

En el caso de Europa, donde recientemente se han dado cambios importantes que colocan a los movimientos sociales por encima de los partidos políticos tradicionales,  preocupa que aquellos, los movimientos sociales, se constituyan en una respuesta a las transformaciones estructurales operadas en las sociedades postindustriales, como expresa Pablo Oñate, “…en el sentido de intentar una construcción de nuevas identidades sociales ante la disolución de las preexistentes y de los consiguientes puntos de anclaje referenciales sólidos y duraderos que permitan a los individuos … una definición a problemática de su identidad .... La Teoría de la movilización de recursos pone el acento en factores micro estructurales y en aspectos estratégico-instrumentales, esto es, en el cómo de la acción colectiva: el análisis de la aplicación de recursos para la consecución de un fin determinado, desde una lógica de cálculo y de relación medios-fines”.

Para explicar en la actualidad los Sistemas Políticos, es necesario remitirse a los modelos teóricos que den cuenta de formas de acción distintas, en los que el conflicto adopta fundamentalmente la forma de conflicto de valores, se ve en la Europa moderna, o de intereses, como en el imperio de los EE.UU. En todos los partidos políticos hay posturas radicales e intermedias; hay quienes quieren dialogar y hay quienes ven en el diálogo un obstáculo mayor. Lo cierto que la tarea es buscar un equilibrio, una constante que no infrinja los intereses más excelsos de las comunidades, porque al plantearse salidas que minimicen esos intereses de las comunidades, se está acrecentando las brechas entre el pueblo elector y los grandes partidos de masas que son la garantía de la gobernanza moderna.

¿Qué ocurrirá en 5 de enero del 2016? Es una historia por contarse, pero si los regentes de la mayoría calificada no entienden el mensaje de sus electores y buscan seguir alimentando la soberbia y la contrariedad en el modelo de Gobierno nacional, el diálogo estaría muy lejos de comenzarse y lo que se quiere evitar quizás no se pueda que es la confrontación de poderes que puede despertar la necesidad de violencia y de allí a una guerra civil, solamente hay un paso. Sea cual sea las salidas que se le dé a la crisis política y de gobernabilidad que se avecina al país, los que darán un viraje al timón de la política venezolana ya no serán los partidos políticos, sino los movimientos sociales emergentes.

  *.-azocarramon1968@gmail.com 

 



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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