¿El Bloque Histórico Democrático y Popular? ¿Es posible la Unidad Patriótica y Revolucionaria del Proceso Bolivariano? (Parte Final)

Ver Primera Parte¿El Bloque Histórico Democrático y Popular? ¿Es posible la Unidad Patriótica y Revolucionaria del Proceso Bolivariano? (Parte I)

Ver Segunda Parte¿El Bloque Histórico Democratico y Popular? ¿Es posible la unidad patriótica y revolucionaria del proceso bolivariano? (Parte II)

 

¿EL BLOQUE HISTÓRICO, DEMOCRÁTICO Y POPULAR?

¿ES POSIBLE LA UNIDAD PATRIÓTICA Y REVOLUCIONARIA

DEL PROCESO BOLIVARIANO? 

(PARTE FINAL)

Nahual Zapata

 

1.- LO QUE VENDRÁ ES MUY COMPLICADO:

Hemos tratado de explicar en las anteriores entregas que la unidad pregonada por Chávez el 8 de diciembre de 2012, depende absolutamente de la constitución de un nuevo bloque histórico democrático y popular.

No se trata de “unidad desde arriba y por arriba”, como presumen los altos cargos directivos del PSUV, sino de una “unidad desde la izquierda y por la izquierda” como bloque ideológico e intelectual de la unidad patriótica y revolucionaria.

Una unidad decretada e impositiva por la actual cúpula dirigente del PSUV, y en especial por un sector conservador, burocrático y boli-burgués, profundiza los síntomas de crisis de hegemonía en el interior del campo popular bolivariano.

El socialismo bolivariano y revolucionario de Chávez está degenerando aceleradamente en un estrato de privilegiados que controlan las palancas de poder del capitalismo de Estado (la clásica Nomenclatura), en alianza con fracciones capitalistas nacionales e internacionales. De modo que la restauración de un capitalismo rentista, con rasgos mafiosos en determinados círculos de poder, ha sido el proceso fundamental luego de la muerte de Chávez.

La revolución bolivariana ha sido bloqueada en su desarrollo y está en proceso de regresión, dados “los lados flojos y la mezquindad de sus primeros intentos”. Sus adversarios económicos (los sectores capitalistas han entendido que es preferible entenderse con esta “nueva clase política”, que comprometerse con el fiasco de ingobernabilidad de la derecha política). ¿Quién asegura la estabilidad política para los ciclos de valorización del capitalismo rentista y parasitario?

Un nuevo transformismo (de acuerdo a Gramsci) avanza ante los ojos confundidos del pueblo trabajador bolivariano. En nombre de Chávez se consolidan nuevas posiciones ideológicas y políticas favorables a un capitalismo cada vez más mafioso y parasitario. De la mano del pragmatismo y de la supervivencia política de ciertos sectores de la dirección revolucionaria de países aliados, se acepta que, por ahora, hay que impulsar una economía mixta favorable a la diversificación productiva capitalista, intentando consolidar el control del monopolio partidista del poder político, tal como caracteriza a los países del “Socialismo Real”.

El asunto es que esta fórmula choca con las expectativas de la promesa de Chávez en su auténtico Programa de la Patria, sobre el cual se ha intentado borrar su inspiración revolucionaria. La situación podría despertar un mínimo de ética revolucionaria en los factores de izquierda históricos que apoyan la revolución. ¿Existirán resortes morales allí o aceptarán convertirse en grupos auxiliares de la nueva clase política-económica?

La previsible crisis de liderazgo opositor minimiza el desarrollo de las contradicciones internas del campo bolivariano y todavía no madura con claridad el antagonismo entre los sectores honestos, críticos y de izquierda del campo bolivariano, frente a los sectores corruptos, burocráticos y capitalistas, enquistados en espacios de control estratégicos, palancas de recursos económicos y centros de dirección política.

¿Quién se atrevería a investigar a Diosdado Cabello, al Gobernador Rangel Gómez o a Adán Chávez como símbolos del meteórico enriquecimiento de la mano de la Revolución Bolivariana? ¿La Contraloría General de la República o la Fiscalía controlada por esta misma cúpula?

De modo que se avizoran tiempos muy difíciles, de lucha de clases y de grupos de intereses en el seno de la revolución bolivariana. Mientras tanto, el presidente Maduro luce como una solución de compromiso, de equilibrio y arbitraje, que bajo la decisión de Chávez puede correr el riesgo de desgastarse día a día ante la indecisión de optar por la unidad de los socialistas y los factores morales decentes, u optar por la unidad de los privilegiados. Quienes han definido el chavismo como una alianza militar y civil de izquierda omiten que en algunos de sus sectores civiles y militares, existen fuertes compromisos con el capitalismo y la corrupción. Eso no es poca cosa.

 

2.- PERDIMOS AL ESTRATEGA: ¿TENEMOS ESTRATEGÍA?

A la luz de los discursos de altos dirigentes del PSUV como partido-eje de la revolución bolivariana, mucho se espera de la “Unidad” y de las figuras de la “Disciplina” para avanzar ante los retos, oportunidades y amenazas que emergen de la actual situación política, económica, social e internacional. La consigna “Unidad, Lucha, Batalla y Victoria” traduce y sintetiza la línea política esencial del actual momento político.

De manera, que las fuerzas sociales y políticas que mejor interpreten esa línea política y esa consigna, llevarán consigo la ventaja de apalancarse desde el último discurso del Testamento político de Chávez aquel 8 de diciembre de 2012, donde se hizo un clarísimo llamado a la Unidad Patriótica ante tan delicada coyuntura, la que a la postre significó una verdadera encrucijada no deseada para sus seguidores, simpatizantes, militantes y cuadros dirigentes, al tener que enfrentar la tarea de consolidar y avanzar en el proceso bolivariano sin la presencia ni la centralidad de su conducción política, tanto en el terreno estratégico como táctico. Un detalle de gigantesco peso que no debe omitirse u olvidarse.

Una cosa es contar con ideas, valores y principios compartidos en mayor o menor medida con los diferentes momentos del pensamiento de Hugo Chávez; otra cosa es contar con aquella capacidad de conducción, de decisión estratégica y táctica ante circunstancias de la coyuntura, hecho que elevó a Chávez por sobre cualquiera de sus oponentes, además lo elevó sobre su “estado mayor político” y sobre cualquiera de los dirigentes de los factores aliados, de sus fuerzas de apoyo y respaldo.

La Revolución Bolivariana perdió así a su “gran estratega” y a quién hilaba fino en el arte de la maniobra. Esto en Gran Política, no significa poca cosa. Ciertamente para la pequeña política son adecuados los profesionales de la pequeña maniobra, de la intriga y el pragmatismo. 

Por otra parte, quedó sin duda su Proyecto Histórico, las principales orientaciones de estrategia del Plan Nacional Simón Bolívar, sus enseñanzas tácticas y factores cuyo operar concreto en la situación concreta dependerán ahora de la capacidad de asimilación y aprendizaje de aquellos que quienes tengan responsabilidades históricas de dirección en el Gobierno y en el proceso de cambio histórico-estructural que se denomina con rigor como “Revolución”.

 

3.- EL DEBATE REFORMA-REVOLUCIÓN REGRESA EN CLAVE ECONÓMICA:

Todos los analistas más o menos serios están de acuerdo que el tema económico es el centro de gravedad del actual momento histórico. De manera que vuelve el debate reforma/revolución ahora en clave económica. Es allí donde se estrellan los límites de una interpretación reformista y eurocomunista de Gramsci, por ejemplo,  pues pierden de vista la vinculación orgánica entre el momento económico-corporativo de los intereses de clases y su elevación a la fase de hegemonía ético-política en la sociedad civil y dominante en el Estado.

Algunos ex Masistas insisten en optar por Keynes en vez de Marx, en seguir a pie juntillas la tesis de una economía mixta capitalista de bienestar, acariciando incluso sus tesis de la tercera vía a comienzos del polo patriótico de 1998-2001. Lo  que no ocultan en su apreciación del tema económico es su economicismo.

El economicismo evade el siguiente hecho: el análisis de los diferentes grados en la relación de fuerzas, sólo puede culminar en la esfera de la hegemonía y de las relaciones ético-políticas. Pero a la inversa, la esfera de la hegemonía no puede perder de vista el carácter de las clases fundamentales, aliadas y auxiliares en la función decisiva que se cumple en el núcleo rector de la actividad económica

El capitalismo rentista dependiente venezolano no deja de mostrar ese carácter parasitario del proceso de acumulación capitalista por desposesión del presupuesto público, que conlleva como rasgo estructural la centrífuga de capitales-divisas al exterior.

Ese rasgo es histórico-estructural y no sólo coyuntural; la revolución bolivariana intentó controlar eso (de allí el patético testimonio cómplice y crítico a la vez de Giordani) pero con la muerte de Chávez se impuso la tesis del asalto sin trámites formales del Tesoro Público.

Las famosas listas del SITME y CADIVI vienen pasando por el delicado filtro de “los amigos” y “los desconocidos”; y estos últimos pagaran los platos rotos de todos. Allí, actores del Alto Gobierno y de la MUD comparten sus respectivas tajadas. Ante el peligro de ser desenmascarados, allí se trama otro tipo de unidad: la unidad de las mafias corruptas, sin morisquetas ideológicas. Una cosa muy distinta del famoso y manoseado “bloque histórico” gramsciano.

De nuevo, como veremos más adelante: un bloque histórico es unidad dialéctica de estructuras económicos-sociales y sobre-estructuras políticas, jurídicas e ideológicas. La teoría del consentimiento opera en el sistema socio-económico, en sus prácticas dominantes, en su ethos, en sus actitudes ideológicas, en sus posiciones de política económica. Este consenso debe lograrse no sólo mediante el llamado trabajo ideológico en el terreno de las superestructuras, sino en la propia lucha social y económica, politizando; es decir, clarificando la hegemonía en el terreno de la producción.

¿En manos de quién y bajo qué ideología está la función de mando y dirección del núcleo rector de la actividad económica en Venezuela? ¿Cuenta con clases, grupos, sectores aliados y grupos auxiliares para asegurar su hegemonía en el terreno económico? ¿No es la disputa sobre el “modelo económico” una disputa sobre la concepción y las prácticas de  organización y funcionamiento de la economía, de sus funciones sociales?

¿Cuáles son las tendencias ideológicas predominantes en la estructura de fuerzas socio-económicas del país? ¿Cómo incide el GPP en ese cuadro de fuerzas?

Las respuestas siguen apuntando a lo dicho por Chávez:

“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo. Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.”

En otro contexto, Chávez también reinterpretó a Gramsci señalando:

“Por eso, es que voy a valerme del pensamiento, de algunas de las ideas de ese gran pensador revolucionario italiano, Antonio Gramsci, para hacer una reflexión sobre el momento que estamos viviendo”. “Una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer”. “En el tiempo y en espacio donde esto ocurre, ahí se presenta una auténtica crisis orgánica, crisis histórica, crisis total”. “Aquí en Venezuela no lo olvidemos, desde hace varios años estamos en una verdadera crisis orgánica, una verdadera crisis gramsciana, una crisis histórica. Lo que está muriendo se niega a morir y todavía no termina de morir y lo que está naciendo tampoco ha terminado de nacer”. “Estamos en el epicentro de la crisis, buena parte de los años por venir formarán parte de esa crisis histórica hasta que no muera definitivamente la IV República y nazca plenamente la V, la República Socialista y Bolivariana de Venezuela”.

¿Se han sopesado con un análisis en frio estas palabras? Es preciso ir a la raíz del problema de la transición: el patrón de acumulación, crecimiento, distribución y circulación económica, así como su modo de regulación político-institucional, siguen estando impregnados de hegemonía capitalista, rentista, dependiente, incluso favorable a fracciones parasitarias, burocráticas y corruptas.

Se puede hablar mucho de hegemonía comunicacional, de hegemonía cultural, de hegemonía ético-política, pero si no se altera significativamente la hegemonía económica, su cuadro de mando, se estará detenido o estancado en la crisis orgánica del viejo Bloque Histórico.

Es esa la tarea estratégica de un “Polo Revolucionario” que trascienda a los partidos del GPP, que trascienda la mirada estrecha de momentos económico-corporativos de singularidades obreras y corrientes revolucionarias. El estancamiento de los procesos de transición al socialismo en Venezuela obedece a la incapacidad de sus fuerzas sociales y políticas de pasar a la hegemonía socialista en el terreno económico-productivo.

Para que un nuevo Bloque Histórico sea viable, debe construirse un nuevo sistema hegemónico también en el terreno económico-social. Ese sistema hegemónica debe parase con criterio realista y flexible en criterios de dirección y viabilidad de variantes económicas post-capitalistas en las fases de la transición.

Si se asume que es imposible e impracticable una ruptura de relaciones y prácticas económicas capitalistas en la actual coyuntura histórica mundial, regional y nacional, debe señalárselo expresamente, argumentando las razones del abandono del proyecto de ruptura histórica planteado por el mismo Chávez.  Allí reside la encrucijada entre reformismo-pragmatismo, en contraposición a la revolución y el proyecto anticapitalista. ¿Se abandona el anticapitalismo de Chávez?

Sería conveniente clarificar las opciones y posiciones. Si reconocemos que el sistema económico-social y sus superestructuras están dialécticamente interrelacionados, no es posible ser nominalmente socialistas en la superestructura y ser capitalistas en la infraestructura. Ya es imposible eludir hacía donde va el modelo venezolano.

 

4.- ¿SE ESTARÁ EXPRESANDO OTRA VARIEDAD DE CRISIS ORGÁNICA? ¿PARA QUE SIRVE COMPRENDER A GRAMSCI?:

Una “crisis orgánica” aparece como crisis de este vínculo entre estructura económico-social y sobre-estructuras políticas, jurídicas e ideológicas, como crisis del “bloque intelectual” que dirige y el cemento ideológico de esa unidad política, cultural, moral y económica.

¿Cuáles bloques intelectuales existen y cuál es el sistema hegemónico que dirige el mundo económico-social?

Quizás podríamos explorar el “centro” pragmático. Dar dos pasos hacia atrás por los momentos. Realizar una suerte de NEP a la Venezolana, una economía mixta eficiente o una apertura hacia el “socialismo de mercado” a la China. Dejar atrás la estridencia ideológica,  construir y diversificar fuerzas productivas de cara a las tendencias dominantes del mercado mundial, junto con los sectores productivos, nacionales o internacionales.

Se trataría en este caso de seguir a pies juntillas los consejos de los asesores socialdemócratas y desembarazarnos del Chávez “ideológico” y “doctrinario”. Muy bien, pero eso hay que declararlo sin ambigüedades y muy pronto. Declararlo desde el más alto nivel de dirección política, asumiendo los costos de tal decisión. ¿Quién además del “globo de ensayo” de Temir Porras se atreven a manifestarlo como línea política?

Quizás también podríamos explorar la “izquierda” marxista y anticapitalista. Avanzar en una agenda popular y obrera de luchas por la socialización y democratización del poder económico, nacionalizar áreas estratégicas de la economía, como la banca o el comercio exterior, organizar la movilización popular en el levantamiento de la producción agrícola, organizar empresas agroindustriales de propiedad social directa e indirecta conformando conglomerados socialistas bajo un Plan Central de Producción. Dar dos pasos adelante en la construcción de un área de propiedad social de la economía, incorporando además una reforma fiscal progresiva que logre desterrar los privilegios fiscales de las clases dominantes. Se trataría de algo distinto de la socialdemocracia distributiva o del “socialismo de mercado” a la China.

Se trataría de un socialismo revolucionario y popular basado en estímulos morales, en la satisfacción de necesidades y en el poder popular. Obviamente, este escenario requiere del control de instrumentos políticos de dirección revolucionarias, de la movilización integral de los recursos y capacidades;  así como una fuerte radicalización ideológica, con todas las consecuencias que pudiera traer en el terreno internacional. Más que fuerzas productivas de cara a las tendencias dominantes del mercado mundial, se trataría de construir nuevas relaciones sociales, seguir a pies juntillas los consejos de las corrientes marxistas radicales presentes en la revolución bolivariana, ajustar cuentas con el Chávez de la tercera vía, y reclamarse del legado revolucionario del último Chávez.

Todo esto está muy bien como ejercicio. Pero hay que declararlo sin ambigüedades y muy pronto. Declararlo desde el más alto nivel de dirección política, asumiendo los costos de tal decisión.

¿Quién se atreve a manifestarlo como línea política?

Allí está el problema a identificar en la encrucijada: ¿Cuáles son los operadores intelectuales reales, sus espacios, sus centros de decisión, sus formaciones ideológicas, cómo dirigen y controlan el cuadro económico-social; y siendo más concretos, cuáles son los agentes, espacios, aparatos e ideológicas que dirigen una política económica general en el sistema histórico Venezolano?

No hay que irse por las ramas: ¿Son funcionales a un proceso de transición socialista la Tesorería Nacional, PDVSA, CENCOEX, el Ministerio de Planificación, Finanzas y demás Ministerios sectoriales de la producción económica del país? ¿Es funcional a una transición socialista la gestión del BCV? ¿Dónde estamos parados realmente?

Si el concepto gramsciano de bloque histórico presupone la existencia de una íntima interacción entre la base (estructura) y la superestructura, no puede omitirse la base socioeconómica sin caer en una concepción idealista de la hegemonía, como señalan Borón y Cuellar (http://www.gramsci.org.ar/12/AABoron_y_OCuellar_concepc_idealista_hegemon.htm) 

Si Chávez planteó: “…la superestructura tiene dos niveles: uno, la sociedad política y el otro la sociedad civil, la sociedad política [son] las instituciones del Estado, las instituciones del gobierno, las instituciones políticas pues; y la sociedad civil el otro nivel de la superestructura del bloque dominante es la llamada sociedad civil. La sociedad civil según Gramsci es un complejo conjunto de instituciones, instituciones económicas de organismos o instituciones comúnmente llamadas privadas, […] a través de las cuales […] esas instituciones, organismos privados, la clase dominante hegemónica puede difundir, extender y colocar en todos los planos de la vida su ideología, la ideología de la clase dominante y aquí llegamos a la realidad venezolana de hoy. Una de las grandes contradicciones que hoy tenemos en Venezuela está precisamente allí, entre la sociedad política, el Estado que ha venido experimentado un proceso de transformación y de liberación […]  y una llamada sociedad civil de instituciones comúnmente privadas que ya no controlan el Estado porque para que el bloque histórico en este caso me estoy refiriendo al bloque histórico del pasado, al bloque histórico que la clase dominante en Venezuela fue capaz de estructurar con el nombre del pacto de Punto Fijo, un pacto de la clase dominante.”

Chávez reconoce que se ha avanzado en la conquista de espacios, agentes, aparatos e ideologías de la sociedad política: Pero, ¿Y el avance hegemónico sobre el terreno de las instituciones predominantes de la “sociedad civil”?

No, allí predomina el poder ideológico y social capitalista. La sociedad civil venezolana sigue estando dirigida, conducida, controlada, como red de trincheras que soportan un sistema hegemónico del bloque social dominante, por la influencia ideológica capitalista. De hecho, la estrategia fundamental de la derecha opositora es avanzar en la conquista, en la consolidación de espacios, de aparatos, incluso de agentes del propio Gobierno y del proceso revolucionario para domesticarlos, para que renuncien el proyecto de ruptura de Chávez, para que se acomoden a un marco de regulación, convivencia o compromiso histórico con las fracciones del gran capital venezolano y sus personificaciones políticas.

La cooptación de la dirección de la revolución por parte de la lógica de los sectores capitalistas dominantes explica el transformismo ideológico de sus dirigentes, que pueden ser nominalmente socialistas, pero en su forma de vida, en la conciencia práctica operante, han constituido una nueva fracción capitalista: pequeña, mediana o grande. Ese es el laberinto capitalista de la burguesía (pequeña, mediana o grande) de Estado.

Si Antonio Gramsci define al bloque histórico, lo hace reconociendo que cada modo de producción corresponde a una estructura social determinada dominada y dirigida por una clase fundamental. Renunciar a identificar las clases fundamentales en una formación social implica renunciar a despejar el asunto del antagonismo de clases. Plantea Gramsci que la clase dominante fundamental desarrolla progresivamente --y por medio de la especialización de sus actividades-- una superestructura diferenciada que le brinda tanto homogeneidad ideológica hacia su interior y conciencia de su propia función en el terreno económico, social, cultural, como la dirección ético-política –-o hegemonía-- sobre las otras clases. ¡Qué no se olvide la función de mando y consentimiento económico-social!

La dirección de un sistema hegemónico es ejercido por una capa de “funcionarios de la superestructura” que se encuentra orgánicamente ligada a la clase dirigente y dominante: los intelectuales orgánicos. Elaborando la ideología (unidad de concepción del mundo y normas prácticas de comportamiento) de la clase dominante y transformándola en una concepción del mundo y en una conciencia práctica operante que impregna a todo el cuerpo social, los intelectuales orgánicos conforman y administran el complejo super-estructural estableciendo una integración (sometida a contradicciones y luchas)  con la base socioeconómica, constituyendo de esta manera al bloque histórico.

Para Gramsci, la ruptura que se produce entre la estructura y la superestructura, es una crisis orgánica. Es Portelli quien trabaja con mayor ahínco la crisis del viejo bloque histórico y el nacimiento de lo nuevo. Un nuevo bloque histórico se dice fácil, pero no es poca cosa. Así como existe una suerte de devaluación del sentido del término revolución, también puede ocurrir lo mismo con la noción de bloque histórico. Vale la pena estudiar entonces, sólo luchar no basta.

En primer lugar, sería correcto señalar que tiene cierta afinidad con los planteamientos de Dussel, por una parte; pero sería incompleta en varios sentidos, pues si Chávez cito algún texto para apoyar sus argumentos fue el clásico material de Hugues Portelli: Gramsci y el Bloque Histórico (http://www.socialismo-chileno.org/febrero/Biblioteca/portelli.pdf).

Hay diversos discursos e intervenciones donde Chávez apeló a aquel texto y es obligante leerlo si se quiere seguir la senda de su pensamiento crítico y revolucionario, más que cómodamente suponer que se trata de una doctrina prefabricada.

Entre los elementos introductorios que señala Portelli sobre los errores de interpretación sobre el Bloque histórico está aquel que señala que el concepto de Bloque Histórico no se reduce a “una alianza entre clases sociales”. Hay que retener esta problemática si se quiere avanzar en un uso riguroso de una categoría teórica y política.

Un Bloque Histórico, para Portelli es mucho más que una estrategia de alianzas de clases, capas, grupos y sectores. Más bien el concepto remite al estudio de la situación histórica global; es decir, por una parte, a la estructura social y de clases que depende directamente de lo que Marx denominó la “anatomía de la sociedad civil”.

Es preciso señalar que para Hugues  Portelli como para Gramsci, la vinculación orgánica entre estructura económico-social y las formas políticas, jurídicas y de la conciencia social la efectúan ciertas categorías sociales diferenciadas, que hoy en día están siendo devaluadas sutilmente en el discurso: los llamados “intelectuales”.

No hay nada más riesgoso para un proceso que se define como revolucionario, que devaluar la función del “bloque intelectual”. El riesgo es nada más y nada menos que el de una revolución sin acción hegemónica, pura fuerza material, sin fuerza moral e intelectual. Esto sería el caso de una revolución sin ideas, sin valores, sin concepciones del mundo, sin normas de conducta guiadas por la elaboración del sistema de valores y principios de actuación.

Cabe precisar entonces, que las funciones sociales de los intelectuales son mucho más amplias en Gramsci que una delimitación empobrecida de esta categoría a trabajadores intelectuales, a los que solo están teorizando o contemplando filosóficamente la realidad, o simplemente están tecleando o escribiendo. No, no se trata de “habladores de gamelote mental”; los grupos intelectuales tienen diferente composición y funciones, están permanentemente generando y reproduciendo un sistema hegemónico de orientaciones ideológicas; es decir, concepciones del mundo y normas de conducta vinculadas a las mismas.

Una revolución requiere de práctica teórica e intelectual, ciertamente desplegada en el seno de la lucha económica, política e ideológica, sin teoricismo, intelectualismo o academicismo, pero practica teórica al fin. De manera que el desprecio por determinados funciones intelectuales puede desembocar en una forma de ignorancia o desconocimiento de las fuerzas ideológicas que están motorizando las actitudes de tal deprecio.

Quizás aquello que ignoran algunos críticos superficiales o que devalúan las llamadas funciones intelectuales, es la función intelectual de su expreso anti-intelectualismo. Al menos, eso es así en el marco de interpretación Gramsciano.

Gramsci plantea: “Todos los hombres (-y mujeres-) son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales”. Los seres humanos poseen la facultad de pensar, de comprender, no solo de sentir, pero en la sociedad se acreditan algunas funciones y categorías como “intelectuales”. ¿Por qué razón?:

“Cuando se distingue entre intelectuales y no intelectuales, en realidad sólo se hace referencia a la inmediata función social de la categoría profesional de los intelectuales, es decir, se tiene en cuenta la dirección en que gravita el mayor peso de la actividad específica profesional, si en la elaboración intelectual o en el esfuerzo nervioso-muscular”.

Una segunda indicación deriva del análisis de lo que en el régimen metabólico del Capital se transforma en división social y jerárquica del trabajo: división entre dirección y ejecución en el terreno económico-productivo, división entre gobernantes y gobernados en el terreno político, división entre dirección intelectual y moral, por una parte, y pasividad intelectual y moral, por otra, en el terreno ético cultural.

La pasividad o la actividad, la apatía o la iniciativa, dependen de importantes diferenciaciones y divisiones sociales de los roles y funciones sociales: ¿Por qué las ideas dominantes son las ideas de las clases dominantes?

Porque existen hegemonías filosóficas, científicas, artísticas, religiosas; en fin, “académicas”. Queda claro que: “No hay actividad humana de la que se pueda excluir toda intervención intelectual, no se puede separar el homo faber del homo sapiens”. También para Marx la plena existencia humana implica apropiarse de la riqueza social expropiada, incluyendo las actividades intelectuales, sensoriales y afectivas, para derrumbar los muros y privilegios que se levantan en la “cultura”.

Romper el embrutecimiento unilateral generado por el propio metabolismo social del Capital y sus personificaciones ideológicas, culturales y políticas es uno de los hechos revolucionarios fundamentales. Gramsci destaca la autonomía, la crítica, la voluntad de desprendimiento de las relaciones de sumisión. Es allí donde cobra toda su fecundidad la tesis de la irreverencia en la discusión, la formación del pensamiento crítico, así como el diálogo y socialización de saberes y conocimientos.

Los seres humanos participan de una, o de una variedad de fragmentos o mezcolanza de concepciones del mundo, contribuyendo a sostener o a modificar una concepción del mundo hegemónica, es decir, suscitar nuevos modos de sentir, de pensar y de actuar, que se corresponden con las tareas de la coerción, de comando, de dirección o de consenso en la sociedad. Este hecho tiene obvias implicaciones políticas:

“Cada grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político”.

Despreciar en bloque la función intelectual es un síntoma claro de actitud fascista, más cercana a la barbarie que al socialismo. De modo que hay que corregir cualquier conducta o actitud de devaluación de la reflexión en el campo socialista.

Esta capa social de “funcionarios de las superestructuras”, aparece en su solidaridad estrecha bajo la figura de actuación como representantes de las clases sociales fundamentales y aliadas en el nivel económico. La gestión de la superestructura ideológica, política y jurídica por parte de la burguesía y los sectores dominantes es confiada a grupos especializados, la mayoría salidos de este mismo sector o de clases aliadas o grupos auxiliares para lograr articular a la superestructura con la función económica y social de la acumulación capitalista.

Por tal razón, el bloque histórico permite analizar el cemento ideológico, es decir, cómo los valores culturales e ideológicos, penetran, se expanden, socializan e integran, al menos en apariencia, a un sistema social caracterizado por la división de clases sociales. La integración de un sistema social dependería, en la interpretación de Portelli, de un sistema hegemónico bajo la dirección de una clase fundamental que confía su gestión a un “bloque intelectual”, que contribuye al logro de la hegemonía; es decir, no sólo a la dirección política, sino a la dirección intelectual y ético-cultural. Hay que retener entonces la idea de que sin “bloque intelectual” y sin “hegemonía” es improbable construir un bloque histórico, que no sea más que el intento de mantener por la sola fuerza o coerción la unidad orgánica de estructuras y superestructuras.

Finalmente, el termino bloque histórico permite evaluar una situación de transición, cuya mediación es necesariamente un concepto fuerte de crisis histórica orgánica, no sólo superficialmente política. La disgregación de un bloque histórico pasa por la quiebra de la hegemonía de una clase dirigente anterior, quiebra de la influencia de un “bloque intelectual”, su sistema ideológico y su vinculación orgánica con determinadas funciones de mando de clases; y por tanto, pasa simultáneamente por la construcción de un sistema hegemónico alternativo, con su bloque intelectual como representante de un nuevo bloque social. Como planteaba Gramsci, el bloque industrial-agrario da paso al bloque obrero campesino.

El cambio de un bloque histórico pasa entonces por dos momentos indisolublemente ligados: el cambio del bloque intelectual (ideológico, ético-cultural, político y jurídico),  y el cambio de la composición social y de clases tanto dominante como dirigente.

Quizás es aquí donde surgen los mayores malentendidos, pues la disgregación de una hegemonía o crisis orgánica afecta la función de mando y dirección en las infraestructuras y superestructuras. No puede darse un cambio de hegemonía cultural, intelectual y moral, o un cambio de hegemonía política, sin alterarse fundamentalmente la hegemonía económico-social; es decir, la dirección y mando del aparato económico. Si así fuera, no se trata de un nuevo bloque histórico, sino de la sustitución de un bloque intelectual o político por una nueva capa de funcionarios de las superestructuras, conservado o modificando sólo parcialmente la misma estructura económico-social. Allí está también la clave de la distinción entre reforma y revolución en su relación con el concepto de bloque histórico.

 

5.- ¿Y EN CONCLUSIÓN QUÉ?

¿Quién puede creer que en el III Congreso del PSUV se llamó “el final de la cooptación” y que las medidas apuntan a despejar el asunto del ajuste en la dirección a reproducir la hegemonía capitalista?

No hay que vivir de ilusiones. O el pueblo bolivariano construye desde sí mismo un espacio anticapitalista, o la experiencia del partido carismático popular se convertirá en una nueva derrota de la izquierda revolucionaria a favor de una nueva hegemonía capitalista.

La trágica escena de la purga contra Héctor Navarro muestra los niveles de solidaridad automática de sus ex compañeros de izquierda.  Muestra el miedo ante el estilo impositivo de Diosdado Cabello y sus directrices disciplinarias. Allí se notó que la propensión a actitudes fascistas puede que no esté sólo en la derecha opositora de siempre. Una campanada de alerta para estalinistas disciplinados.

Y para que no quede desperdicio hoy vemos en manos de quién está la represión contra los Sidoristas; es decir, de quiénes le pusieron en bandeja de plata el gobierno a la transición del breve Carmona Estanga. Se olvidó el pueblo bolivariano de la actitud del Gobernador Rangel Gómez en el año 2002. Nuevas propensiones de actitudes fascistas.

Hay que apoyar a cualquier precio la respuesta legítimas de los Sidoristas. Apoyar su auto-valorización como clase que resiste a una patronal y sus esquiroles. Allí sí que no hay “mesas de paz”, eso es para concertar con los monopolios privados venezolanos, por ejemplo, la liberación bajo la mesa de los precios, para ahogar el menguado presupuesto familiar de los sectores populares venezolanos. ¿Acostúmbrense a la cola de Mercal dictan las nuevas actitudes fascistas, como si fuera una prebenda que hay que aceptar a cambio de la más odiosa sumisión?

No hay que elaborar una acompasada retórica de eufemismos para comprender que los perdedores  son todos aquellos que pertenecen al pueblo que vive de su trabajo. Pero no hay que hacerse los locos, un segmento del lumpen también intentará ser utilizada como masa auxiliar contra los trabajadores organizados, y contra los más o menos factores avanzados ideológicamente.

Es probable que corrientes como Marea Socialista serán primero intimidadas por los grandes jefes, y si fracasan, luego tratarán de ser castigadas con las “bandas armadas” de funcionarios a sueldo, incluidos, grupos criminales, sicariato, etc.  Así opera los sectores burocráticos en toda su historia.

Si el salario mínimo, luego de ser el mayor de América latina se ha devaluado agresivamente hasta el nivel de Haití, es porque se anticipa que el paramilitarismo de baja intensidad hará su trabajo de terror e intimidación sobre el movimiento obrero revolucionario.

Chávez nunca hubiese permitido colocar al desabastecimiento de productos esenciales en el lugar que está hoy, obligando a los más humildes a largas colas o a las compras en el mercado negro lo que duplica o triplica los precios comparados con los de mercado normal. ¿Están allí en las colas los privilegiados, corruptos y boli-burgueses? A ellos, una manga de escoltas les hacen los mercados.

Cuando se denuncia que desde el gobierno se presiona a los trabajadores para que acepten ofertas irrisorias en las discusiones de contrato colectivo, es porque utilizan al pesado ejército de trabajadores de reserva, tal como lo hicieron en los cupos de los sindicatos de la construcción. Se trata de mafias sindicales. Y la izquierda, sigue perdida en formulismos doctrinarios.

Hay que preparase para un peligroso proceso de descomposición moral y político. La auto-valorización de los trabajadores tendrá que recordar formas no abiertas de lucha. Quizás algunos serán obligados a pasar a la clandestinidad. Mientras se anuncia el aumento de gasolina, suben las tarifas de servicios públicos, como una finta de distracción. Habrá muchas vueltas de tuerca del ajuste. Muchos distractores y mucha intimidación. ¿Quieren combatir y desterrar el patrón mafioso de acumulación de la burguesía local en complicidad con altos funcionarios corruptos? Prepárense porque hay que contar con correlaciones de fuerzas militares, de acuerdo al último momento de las relaciones de fuerzas de acuerdo a Gramsci.

El chavismo crítico, honesto y de izquierda no puede caer en la tentación de un “profeta desarmado”. Si quieren la paz con justicia, prepárense para la “guerra sucia”, la misma que desataron todos los populismos de derecha cuando vieron afectados sus intereses. Mientras más tarde se actúe más rápido se pasará de la figura de Sukarno a la de Suharto. ¿Y después de Chávez qué?

La presencia central de personajes como Diosdado Cabello o el Gobernador Rangel Gómez no huele a fortalecimiento de la izquierda histórica. No se confundan los viejos estalinistas, no es uno de los suyos.

Ya veremos si con esa sombra de poder se avanza en las tesis preconizadas por “1. Sin Socialismo no es sostenible la independencia y la soberanía en Venezuela; 2. La tarea más importante de la Revolución Bolivariana en la nueva etapa es el desarrollo de una economía productiva socialista; 3. El socialismo es democracia y la democracia es socialismo; 4. La primera Revolución es en el espíritu; 5. El mundo multicéntrico, pluripolar, y la unión Latinoamericana y Caribeña, garantizan la paz y el equilibrio en el planeta.” (Acta de Decisiones Aprobadas en la Plenaria Nacional del III Congreso Socialista del Partido Socialista Unido de Venezuela. 26 al 31 de julio de 2014)

Sólo con constatar  la maña cupular de la elaboración del Congreso se echan por tierra algunos de estos objetivos. Allí se impidió la participación entusiasta de la mayoría militante, que no actúa dentro del PSUV, sino en las Comunas, los consejos, los comités, las cooperativas, los sindicatos de base. No se permitió que más de 12 corrientes internas, entre las más radicales hasta las más posibilistas se expresaran como tales. (Modesto Guerrero)

Todo porque Diosdado dijo que había un solo grupo: el grupo de Chávez, como si se tratará de un grupo de asalto el día 4 de febrero de 1992. ¿Qué poco han madurado los tiempos políticos e ideológicos?

El control en la selección de los delegados impidió que estas corrientes nutrieran al congreso con sus opiniones y aportes. Por otra parte, avanzan en cada uno de los estados acuerdos con empresarios locales y regionales. Los capitalistas se atreven a solicitar la devolución de plantas expropiadas o estatizadas, y una parte del gobierno coquetea.

El III Congreso neutralizo la rebeldía de una parte de la base, impuso el control de la cúpula, y  naturalizó una conducta pasiva, de retroceso ideológico, deferente y acomodaticia en un sector del chavismo que entiende que no hay que avanzar más, que es suficiente con lo avanzado. En esa pasividad opera el mejor caldo de cultivo para que la victoria sea de los sectores conservadores, burocráticos y boli burgueses de la revolución truncada con la muerte de Chávez. El pueblo trabajador bolivariano vive un verdadero laberinto.

¿Sólo el pueblo salva al pueblo? Así parece, si observamos la lucha en SIDOR.



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Nahual Zapata


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