Estudio al Plan de la Patria (III)

En la entrega pasada se abordó el primer gran objetivo histórico: la nueva independencia nacional; en esta oportunidad se internaliza el segundo gran objetivo Histórico: el socialismo, como el mejor sistema político y de gobierno, para la Patria. E. Bernstein (1850-1932), político alemán de origen, considerado precursor del revisionismo y figura principal de la socialdemocracia, en un discurso pronunciado en la Filarmónica de Berlín el 28 de diciembre de 1918, expresó: “El socialismo es la suma de las reivindicaciones sociales y de las naturales aspiraciones de todos aquellos obreros que han alcanzado una conciencia de su situación como clase y de la misión que ésta ha de desempeñar en la moderna sociedad capitalista…” La definición es una de las más precisas que se hayan podido hacer, porque devela dos caminos fundamentales que debe seguir el socialismo para diversificar sus raíces en una sociedad: por un lado, “alcanzar una conciencia de su situación como clase”, que sin esa conciencia no hay manera de transformar las instituciones, menos aún proponer políticas públicas que beneficien a los más necesitados; y por otro lado, “la misión de la clase con conciencia social de erigirse como una alternativa ante el capitalismo moderno”.

En este último aspecto, valga recordar los ataques al Presidente Hugo Chávez en su momento, en cuanto a que propiciaba una “consciencia de clase” que producía violencia y confrontación, pero es que esa “clase” como tal ya existía en la sociedad venezolana, lo que había que promover era precisamente un acto de conciencia, reconocimiento de que ella existe y buscar incluirla en los programas proyectos del Gobierno. En las experiencias pasadas, eso que la historia ha marcado como los cuarenta años de democracia representativa, se entendió lo de la “clase” como aquellos elegidos para gobernar y participar en la cosa pública, la exclusión en tota la extensión de la palabra, con la llegada de Chávez y el proceso revolucionario bolivariano, ese cerco se superó y se comenzó a incluir a todos los sectores, de otras “clases”, y así se ha dado la tarea de fortalecer el escenario de conciencia e identidad de estas clases excluidas, con la vida política nacional, sobre todo cuando se propone un sistema de gobierno que sea la “suma de las reivindicaciones sociales y de las naturales aspiraciones de todos aquellos que viven en la sociedad venezolana”.

Bernstein, culminaba sus palabras con una postura que bien puede apreciarse como un sabio pronóstico a lo que hoy es la realidad socio-política venezolana: “…Quiero confiar, pues, que mi exposición, aunque no gane para el socialismo a todos aquéllos que hasta ahora aún no lo conocían y se enfrentaban a él con prejuicios, por lo menos los habrá convencido de que el socialismo representa un magno movimiento cultural; un movimiento que es imparable y que labora para el mayor bien de todos, precisamente porque se condensa en un gran partido político que propaga la instrucción social entre los obreros, que despierta la comprensión para con las necesidades de la economía nacional y para con la naturaleza de las medidas que hay que tomar en orden a seguir conduciendo a la sociedad por la vía del progreso social. De no haber existido este movimiento, lo que hoy tendríamos no sería simplemente la revolución, sino que tendríamos la anarquía con todos sus horrores. Pero bien podemos tener la esperanza de que esta revolución, que ha reportado algo grandioso, seguirá marchando por la vía del progreso orgánico para bien de todos los oprimidos e indigentes, para satisfacción de todos cuantos sienten un vivo interés, un cálido afecto por el sucesivo desarrollo de lo ya alcanzado en el camino hacia una sociedad construida sobre el principio de una solidaridad general basada en la abolición de las clases...”

En el caso que ocupa a Venezuela, este socialismo bolivariano se impulsará promoviendo nuevas formas de organización de la producción que pongan al servicio de la sociedad los medios de producción e impulsen la generación de tejido productivo bajo un nuevo metabolismo para la transición al socialismo. Esa transición parte, principalmente, de crear nuevos esquemas productivos tendentes al socialismo que irradien en su entorno relaciones de producción e intercambio complementarias y solidarias, al tiempo que constituyan un engramado productivo de sostén al nuevo enfoque colectivista de la sociedad, lo que se entiende como democratización de los medios de producción e impulso de nuevas formas de articulación de la propiedad, colocándolas al servicio de la sociedad. Por supuesto, esto implica la planificación centralizada y el sistema presupuestario para el desarrollo y direccionamiento de las cadenas estratégicas de la nación, lo que se conoce como descentralización multicéntrica, expandiendo e integrando las cadenas productivas, para orientarlas hacia la satisfacción de las necesidades sociales de un número mayor de ciudadanos y ciudadanas. La forma de integrar a este conjunto de personas, es a través de las redes productivas, articulando la cadena de valor de las materias primas, diversificando la producción para la satisfacción de las necesidades sociales de la población.

Ahora, bien, esta construcción del socialismo venezolano no alcanzaría sus objetivos básicos sino hay una potenciación del aparato productivo nacional, actualizándolo tecnológicamente para proveer la base material articulándolo al nuevo modelo, y fortaleciendo los sectores productivos donde el país presente ventajas comparativas, orientando los excedentes como base económica alternativa al modelo mono exportador. Pero para potenciar como se debe, tiene que haber una cultura del trabajo, la cual confronte la percepción inducida por el modelo rentismo, de que todo se daba, sin innovación ni iniciativas, e impulsar la formación desde la praxis del trabajo, conciencia del trabajador y trabajadora, como sujetos activos del proceso de transformación y participación democrática del trabajo bajo los más altos intereses nacionales. Solamente en este contexto de realidades se materializaría el segundo gran objetivo histórico. En la próxima entrega se generalizará sobre el tercer gran objetivo histórico “Venezuela: País Potencia”.


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Ramón Eduardo Azocar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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