*A los 90 años de la muerte de Lenin (21 de enero de 1924)

Lenin entre nosotros. O de los que se las saben todas*

Lenin” no es el nombre nostálgico para la vieja certeza dogmática; al contrario…El Lenin que nosotros queremos recuperar es el Lenin… cuya experiencia fundamental era arrojar una nueva constelación dentro de la catástrofe, en la que las viejas coordenadas demostraban ser inútiles

A contrapelo de los amos  supuesto saber:

 En tiempos de  crisis estructural y sistémica del capitalismo, de reconfiguración del poder mundial, de la organización y movilización anticapitalista  de los pueblos del mundo, y de la Revolución Bolivariana: estamos autorizados  a  pensar y actuar de nuevo. 

1.- La intervención política de un conjunto de economistas (ácidamente críticos) y  de intelectuales o políticos “expertos en la materia” de  revoluciones, constituye posiciones precisas que están relacionadas con el ejercicio  sistemático del  cuestionamiento y la puesta en duda de la revolución bolivariana. Y no se trata de posiciones críticas o de la crítica que todo proceso de transformación de las coordenadas del  capitalismo  está obligado a observar y asumir; sino del “crítico” de la revolución,  de la posición política del   intelectual, académico o político,  que se delimita en la figura social del CRÍTICO.

¿Qué auto valida  la figura social del crítico? Antes que todo, y por sobre cualquiera otra consideración, su saber, su sabiduría realista, su sapiencia a toda prueba y siempre a la mano. Esto es, sus discursos políticos auto referenciados que se muerden la cola y a la vez   se postulan como la verdad (crítica) rigurosa y coherente de la política y el desempeño de la Revolución Bolivariana: como el propio saber   acerca    del previsible y siempre ya  fracasado  “modelo político-económico de Chávez”; como  la mismísima verdad acerca de la “idea de  revolución” que debe regular, marcar y direccionar a la Revolución Bolivariana.

Esos supuestos amos saber, esos sujetos que se la saben todas, son un sumun: analizan objetivamente todo  y saben cómo debe hacerse, claro está de la manera correcta, todo lo relacionado con el acontecer de la Revolución Bolivariana. Una auténtica sabiduría acerca de la economía y la política, en torno a tácticas y estrategias, y como diría un amigo,  acerca  “del arte de gobernar”.  

Sabérselas todas, se ha configurado como una verdadera problemática política.

2.- Las posiciones políticas de tan abigarrado saber, colocan en suspenso tanto  la idea de que asistimos a un proceso de transformación de la sociedad venezolana como a la posibilidad misma de su permanencia o continuidad, a menos que se “cambie el modelo político-económico” y el gobierno de Nicolás Maduro asuma  determinadas medidas económicas.   En ese sentido, el economicismo y catastrofismo (“la economía venezolana se hunde”…”una bomba atómica económica está a punto de estallar”… “Maduro no comprende y respeta las leyes que rigen la dinámica económica”… “se agotó el modelo político a lo Chávez”…”Maduro implosiona”),  tienen por referencia una familia de temáticas y cuestiones políticas que son  ineludibles.

3.- Los avances de  la Revolución Bolivariana, lo que le falta por hacer y lo que ha hecho mal, de ninguna manera está relacionado  con la impresentable visión   del   observador  realista y sabio (ese eterno y cansino “sujeto supuesto saber”) que expone la verdad objetiva de la situación. Y es sumamente recomendable persuadirse  de  no estar mirando el mismo punto crítico o de inflexión que ven los “expertos” en economía y revoluciones.  La sabiduría realista   ve en la coyuntura una debacle, un presente oscuro  y  seguro colapso; así como fiasco o fallo que distorsiona a la idea  de lo que ellos creen o asumen como la revolución.   Y los chavistas  miramos, en esta coyuntura o período de la Revolución Bolivariana, la posibilidad de pensar y actuar,  para recrear y profundizar el proceso de cambio revolucionario:   mirada que  es el coraje, la    intrepidez  y  voluntad política de inventar  lo nuevo, y  empezar de nuevo lo hecho mal, sin ambages ni titubeos,  porqué  es imposible eludir que:

Las revoluciones se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos…retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:¡Aquí está la rosa, baila aquí”: Marx

4.- El  parte aguas  de está “vanguardia” del saber económico  y de las verdaderas revoluciones, es una fuerte interpelación al chavismo, una prueba del ácido que no puede desestimarse y tampoco escamotear.  Lo que se dialoga, conversa y debate es: cuál política subvierte el orden del capital y por tanto, el sistema de dominación político, ideológico, económico y militar, de la elite imperial y los grupos oligárquicos. Esto  es, está en juego  la cuestión efectiva que decide  la Revolución en la Revolución Bolivariana o el golpe de timón.   De esta manera, en la actual coyuntura nacional-mundial lo que está en la agenda es el pensamiento y la práctica política anticapitalista y radical. A esa posibilidad, Chávez la denomina socialismo, y nos compromete con la posición subjetiva de: “Lo esencial no es lo que hemos hecho, sino lo que nos falta por hacer”.

Y todo indica que así lo ha asumido el presidente Nicolás Maduro. Sus dos discursos en la Asamblea Nacional, la política del “Gobierno de Calle”, su ofensiva contra la corrupción, y la política económica que paulatinamente va configurando: son un rumbo cierto y esperanzador.

5.- Estamos exigidos, desde el campo del movimiento popular,  la izquierda y del chavismo, por una “elección forzada”. Es decir, estamos obligados a delimitar cómo realmente asumimos y elaboramos  nuestras opciones y decisiones, ante el masivo y atropellador   discurso de los que se la saben toda, del discurso político-ideológico que intenta posicionar una reflexión “peculiar” de la revolución bolivariana y la coyuntura política. Se trata, estrictamente,  de eso que con rigurosidad podemos enunciar como la producción de la “reflexión determinada”  que pretende fijar la agenda política del gobierno revolucionario y del movimiento popular. Reflexión determinada que es eficaz: solo si  nos reconocemos en la relación social y política que pretende establecer.

Y la elección forzada es hacer efectiva “la determinación reflexiva”.  La determinación de nuestra reflexión en torno a  la dinámica, desempeño y evolución de la Revolución Bolivariana o de la compleja cuestión política que significa la construcción del socialismo en la perspectiva del poder del pueblo:

La determinación reflexiva permite definir la posibilidad de desmitificar y  burlar el rebote político-ideológico de la reflexión determinadaLa determinación reflexiva es ese momento puntual de los seres humanos, en el cual suspendemos y  nos separamos de la autoridad del amo (en especial del amo saber). Suspensión y separación que  no se limita a la crítica o al análisis crítico del discurso político de los supuestos amos saber, sino que es un requisito previo. En este punto,  ante tan    importante cuestión, para la emancipación de los pueblos (y por tanto, en la Revolución Bolivariana),  Marcuse cristaliza una idea clave e invalorable: la liberación de los seres humanos  no da lugar a  su libertad, es   la libertad, asumirse libre, la posibilidad de   nuestra liberación: la liberación es posible porque hemos decidido por la subjetividad de ser libres.   He allí, sintéticamente, la ruptura precisa con el orden de  dominación del capital.

6.- Al margen del despecho  y la resaca (del saber económico y los expertos en revoluciones), desde el movimiento popular y el gobierno revolucionario, se  puede afirmar que lo hecho no ha sido en vano. De ninguna manera,  lo hecho (atiborrado de “indecisiones, lados flojos y mezquindades) no se puede asumir afirmando simplemente que “pudo o puede ser de otra manera”, que había la posibilidad de “otra historia”. En el curso y después de los acontecimientos existe, siempre,  la real posibilidad de pensar una historia alternativa,  y por consiguiente afirmar que  “lo más seguro es que otro fuese el desenlace, otra la coyuntura,  si nos hubiesen escuchado o hubiésemos sido los que elaboran y toman las decisiones”.

7.- En base de la idea de la historia como un espacio  abierto a diversas direcciones, lo acontecido, siempre tiene el trasfondo de la visión de que  no es, necesariamente,  lo que realmente debe haber pasado. Y  el abanico de opciones, contempladas como posibles alternativas, se torna problemático  por  la concreción, realización efectiva  y    alcance de determinada alternativa política-social realizada, dada su específica (particular) naturaleza. La  alternativa particular concretada, en el caso de las revoluciones sociales, se confronta, retroactivamente, con la fidelidad al acontecimiento revolucionario de otros tiempos y situaciones (dada las luchas eternas de los pueblos contra la explotación y opresión) y con su presente, en tanto que revolución en curso. Entonces, la fidelidad al acontecimiento revolucionario es imposible de mirar desde un punto neutral y objetivo o ubicados en el lugar de  un observador crítico resignado  y desencantado. Y tampoco, de acuerdo a la  idea trascendente de la “revolución” que define y pauta a las revoluciones.    La alternativa política realizada o concretada (¿la  “política correcta”?), sólo es asequible  y efectiva, asumiendo que la “Revolución se repite”, que las revoluciones se repiten.

Se repite (n), dados los errores,  fracasos y derrotas inevitables: y en ese sentido, con el permiso de los amos supuesto saber, en términos de la revolución, de lo que se trata es de “fracasar cada vez mejor”: las revoluciones al repetirse asumen los fracasos de las políticas emancipadoras pasadas y sus propios errores e insuficiencias. He allí la idea de la revolución en la revolución, de desmontar y desandar políticas desacertadas o que simplemente, ya no son. Y sobre todo,  de porque: debemos cruzar, de una vez por todas,  el umbral de las revoluciones culturales. Y cruzarlas no el orden del desgobierno de Mao, sino en el sentido de superar, con hechos y convicciones, el modo de vida del capital.

8.- Nunca jamás, la alternativa revolucionaria realizada en el presente y las alternativas revolucionarias realizadas en el pasado, son  toda la verdad de  la revolución que siempre está por venir. La alternativa realizada constituye momentos de   un prolongado proceso (exactamente de un proceso sin fin),  en el cual emergen y se agotan ideas políticas y prácticas sociales concretas: proceso sin fin en el cual caducan y se tornan inviables:  formas de organización y movilización política del pueblo; figuras institucionales de la transformación del Estado; modalidades de configuración democrática de la sociedad y las organizaciones políticas; políticas económicas y militares; y el espacio de los antagonismos sociales constitutivos de la sociedad en proceso de cambio.  Es decir, cuestiones fundamentales del acto fundacional del acontecimiento revolucionario se disuelven, se desdibujan; se recrean y  transforman permanentemente.  Y ese desplazamiento  no se puede apaciguar, so pena de clausurar o suturar la revolución.

9.- La potencia de las revoluciones no radica,  en que da cuenta de una necesidad  real o en el acto que en sí mismo la genera, sino en  las posibilidades que produce el proceso de transformación del orden del capital: “Un acontecimiento  es la creación de nuevas posibilidades. Se sitúa no simplemente en el nivel de lo posible objetivo, sino en la posibilidad de todo lo posible…un acontecimiento abre la posibilidad de lo que, desde el sentido estricto punto de vista de la composición de una situación o de la legalidad de ese mundo es propiamente imposible”.

10.- Las revoluciones son siempre  “una verdad en devenir” o una verdad que como toda verdad “nunca es toda”. Y el problema que cuenta es si se asume o no la idea de que  ya se sabe en qué consiste la revolución antes de hacerla y cómo hacerla a la hora de cuando llega. Y en esa encrucijada política,  el movimiento popular y el gobierno revolucionario estamos ante una elección forzada: decidir entre la vanguardia científica mundial del Socialismo del Siglo XXI, las políticas de los expertos en revoluciones  y las mágicas fórmulas económicas que nos ofertan los sujetos supuestos saber   y/o “La idea política de Chávez”.

11.- El meollo entonces, de la política emancipadora, de la teoría luchadora, es mantener la tensión inscrita  entre  la alternativa realizada, y la alternativa que pulsa lo nuevo,  supera lo viejo y disuelve lo ya hecho: y no existe un conocimiento o  un cierto saber (político, económico, etc.) que asegure el cauce  de “como debe ser” una revolución o la “magna obra”;  que defina y estipule  las condiciones y requisitos,  para que la revolución, a contrapelo del capital, sea “como tiene que ser”.

Y quizás Gramsci, una vez más, es estratégicamente explícito. Gramsci, y topamos con el mismo problema de siempre cuando se mutilan las frases y se extrapolan las citas, no solamente dijo que “el viejo mundo se muere, y el nuevo lucha por nacer”. Con vehemencia afirma que  esa disyuntiva o encrucijada “es el tiempo de los monstruos”. Las coordenadas de la (s) revolución (es), su línea de flotación, sus puntos de anclaje, son sometidas, no hay de otra,   a la prueba del ácido que es el devenir (no calculable, no controlable, no previsible) típico de la lucha de clases. Devenir que no se decide en el campo de las historias alternativas, sino en el terreno del movimiento real.

12.- El Lenin entre nosotros, es el Lenin de un largo período de teorización y propuestas políticas sobre una familia de cuestiones y de una profunda reflexión sobre  hechos políticos novedosos e inéditos, que son el alcance directo del  fuerte y riguroso  del desempeño de la Revolución de Octubre: esto es, el Lenin (del Estado y la Revolución, las Tesis de Abril y  ¿Qué hacer?) topado con lo que él mismo denomina “toda la dificultad de la revolución rusa”. Dificultad que, para Lenin,  pesa, de sobre manera, en las posibilidades de crear o constituir las condiciones políticas que asegurasen  su defensa y continuación. Disyuntiva álgida,  caracterizada por biógrafos y críticos de Lenin  como una cuestión de mera o simple supervivencia, mera supervivencia: porque,  desde entonces, según la visión en cuestión, ya era indiscutible que la revolución rusa había fracasado.

Terry Eagleton,  ha mostrado la insuficiencia de la tesis de la “supervivencia” de la revolución rusa como sigue: “…en este punto debemos insistir en que la revolución tiene otra cara o dimensión  igualmente esencial, que es la del proceso en sí mismo (en oposición al Acontecimiento, al acto mismo de su fundación). Desde este ángulo la revolución se ve como un proceso largo, complejo y contradictorio de transformación sistémica…”: este es “el detalle” del Lenin entre nosotros: el sujeto político que reinventa, en la actualidad,  el proyecto político anticapitalista y emancipador,  el sujeto político que se confronta con los monstruos visibles en la lucha entre lo viejo y lo nuevo.

13.- No está demás una larga cita de Lenin,  acerca de cómo “él mismísimo”, interpelado por sus ideas y prácticas  políticas previas a Octubre de 1917 y la vorágine de acontecimientos (políticos, económicos, culturales y militares) desencadenados a raíz de la Revolución Rusa,  visualiza una posición política, para dar cuenta del mundo de problemáticas que se le vienen encima, que amenazan con apabullarlo y derrotarlo:

Las voces que nos llegan desde abajo resuenan con maliciosa alegría…entre dientes gritan: ‘Caerá en un minuto…Otros tratan de  disimular su rencoroso jubilo. ‘Se lo tiene merecido el lunático’.  Se lamentan y levantan  la mirada al cielo acongojados  como si dijeran: ‘Nos entristece enormemente comprobar que nuestros miedos estaban justificados. Pero nosotros, que nos hemos pasado la vida elaborando un prudente plan para escalar esta montaña, ¿no pedimos acaso que se pospusiera el ascenso hasta que hubiéramos completado el plan?’. Y si protestamos vehementemente contra la idea de seguir esa senda, la que este lunático ahora está abandonando (‘mirad, mirad, está regresando. Está descendiendo’. Cada paso le llevó horas de preparación. Y, sin embargo, ¡sólo recibimos insultos cuando una y otra vez pedíamos moderación y cautela!), si censuramos fervientemente a ese loco y previmos a todos el peligro de imitarlo y ayudarlo, lo hicimos guiados únicamente por nuestra devoción al gran plan de escalar está montaña y ‘para evitar que el gran plan sufriera un descredito generalizado’…

Están condenados aquellos…que imaginan que es posible terminar la empresa de construcción de una época…sin cometer errores, sin retrocesos, sin alteraciones de lo que falta por terminan o de lo que se ha hecho mal” (Lenin)

14.- En el momento de esta reflexión política,   ya es suficientemente evidente, para Lenin,  que la transición socialista y/o la superación de la lógica del capital, es un proceso político prolongado; y que dada la condición de proceso,    impone cuestionamientos y límites a las “elaboraciones teóricas” que había elaborado y elaboraba, con la finalidad   de  “construir de una época”. Y la moraleja de Lenin es que: el desempeño de las revoluciones (y de las políticas de izquierda) exige reactualizar el análisis y la acción política, desde la puesta al día de la teoría. Por ello, la política de la transformación de las coordenadas del capitalismo y del capital en general, exige de una política y una teoría de la responsabilidad. Y Lenin es un leal consecuente con esa política y teoría que paradojalmente definió con una frase relampagueante: “Nos atrevemos y luego veremos”.

15.- Ha sido y es esencial que los chavistas avancemos consistentemente  sin dividir, fragmentar y atomizar las fuerzas de la revolución y del pueblo venezolano. Confrontada con las política de unidad del chavismo,  las historia alternativas de la revolución bolivariana y la idea de revolución que regula, de antemano a las revoluciones, tienen un límite infranqueable que puede resumirse en esta frase de Walter Benjamin: “La construcción de la vida se halla, en estos momentos, mucho más dominada por hechos que por convicciones. Y por un tipo de hechos que casi nunca, y en ningún lugar, han llegado aún a fundamentar convicciones”.

Las teorías filosóficas, políticas y económicas, etc., se construyen en base de tesis y aporías, y de acuerdo a un determinado y riguroso aparato conceptual: abundan las tesis,  los teóricos de los conceptos, y los libros coherentemente escritos, perfectamente estructurados: quizás asistimos al agotamiento absoluto de esta específica modalidad de “constructos”.

16.- La turbulencia del mundo,  la dinámica de los acontecimientos de todo orden  (las transformaciones en las relaciones del poder mundial y de los sujetos sociales; la revolución en los asuntos militares; las crisis recesivas y continuas, durante cuatro décadas, del capitalismo; la crisis ambiental; y los nuevos antagonismo sociales a que da lugar la lógica del capital mundial, etc.) nos autorizan a pensar y actuar de nuevo. Entonces, en la actualidad:

a)  Ninguna experiencia de transformación   de las coordenadas del capital  puede ser caracterizada de no revolucionaria, a partir de la enunciación de sus “mezquindades, momentos flojos e indecisiones” y de una larga lista de “lo que falta por hacer”.  

b)  Más allá de las enunciaciones críticas y la lista de insuficiencias y carencias (enunciaciones y lista necesarias e insoslayables, quizás inobjetables),  la cuestión crucial es la  búsqueda inquebrantable de nuevas ideas acerca de la revolución, de nuevos fundamentos para posicionar la idea de la sociedad democrática, igualitaria y de la vida en común. Búsqueda que es una toma de iniciativas políticas,  al margen del desencanto y los lamentos; y que asume, la pertinaz ofensiva que es organizada y movilizada por la posibilidad real de otra figura de sociedad, para  la puesta en común de la vida.

c)  Las políticas  anticapitalistas que han asumido la concepción de la revolución como la  negación pura,  como la negatividad del orden social del capital, y  las “experiencias socialistas” que no concretaron un orden social positivo de superación de los ejes constitutivos del capital: denotan un orden consistente de problemas políticos. Problemas  de los cuales no se ha desentendido y no puede desentenderse  la revolución bolivariana: no hay fuga posible (ni adelante, ni hacía atrás, y tampoco desde  el medio).

d)  Para la izquierda anticapitalista y radical, para los gobiernos revolucionarios y democráticos: no vale la incomprensión de la crisis enunciada acerca de  la caducidad  de ciertos desarrollos teóricos, de la inoperancia de  aparatos conceptuales, de las insuficiencias de  prácticas sociales y el ejercicio de la política de izquierda radical; ya que  en buena medida, tal incomprensión, en caso de ser efectiva, sí  es la verdadera catástrofe, la propia desesperanza revolucionaria,  de alta monta y  envergadura.

e)  Y el presidente Maduro,  ha tomado la debida nota  de la situación registrada: “Yo sé dónde estoy parado, para aquellos que me subestiman desde la ultraizquierda o desde la derecha, yo sé dónde estoy parado, y aquí está parado un socialista, un revolucionario comprometido…Este gobierno…no elude sus responsabilidades…Los eternos enemigos de la Revolución Bolivariana seguirán haciendo lo imposible para mantener sus privilegios…les repito, algo que siempre dijo nuestro Comandante Eterno: no han podido con nosotros, no podrán con nosotros”

17.- El agotamiento de los “constructos” en cuestión, de la idea reguladora de la revolución, así como  las “nuevas realidades” producidas por la naturaleza del capital mundial,   no se explican, en principio, por  la “teoría de la complejidad”; y menos aún, por esa banalidad, al parecer inevitable, de “lo complejo que es el mundo contemporáneo”.  La obra monumental (económica, revolucionaria etc.), la idea ya dada  sobre la naturaleza y el desempeño de las revoluciones; redundando,   la teoría revolucionaria completa  y el saber económico con sus recetas mágicas, son una  manera facilona de eludir el contacto con la realidad, con el movimiento real de la lucha de clases.

Además, de que la realidad nunca es toda (no existe una realidad exterior objetiva o neutral, a la espera de un tal pensamiento que la someta o la reduzca), lo decisivo es que el factor subjetivo  modela la realidad,  la crea y la recrea.  Las miradas subjetivas o las subjetividades explican porque los sujetos no miramos siempre la misma realidad.  La realidad: siempre está por hacerse (recordemos aquella tesis del país dividido en dos mitades… dado los resultados electorales, de las elecciones presidenciales del 14 abril/2013, tal  tesis emergió con una tal fuerza que permitía fundamentar, tanto el desconocimiento  del triunfo del político-electoral del chavismo,  como la exigencia de  negociaciones políticas en base del reconocimiento de que la mitad del país “no aceptaba”   el gobierno de Nicolás maduro…un hecho político coyuntural fue asumido como la verdad política de la nación…ese dato político, de los resultados electorales, se suponía demasiado real e incontestable, y hasta inmodificable … en los días que corren, la tesis en cuestión está siendo desplazada  por iniciativa de sus propios proponentes principales…   después de las elecciones de Alcaldes y Alcaldesas de diciembre/2013, se sostiene que ahora, la división no es del 50% y 50%, sino que es tripolar… y los sectores políticos que chantajeaban con la “ilegitimidad de Maduro”, andan transitando la experiencia del diálogo y dicen que se debe desmontar la polarización). Moraleja: la realidad nunca es la misma en sí misma; y tampoco   es la misma,  desde el ángulo de la relación diferencial y antagónica de los sujetos sociales. Esa es la razón porque los economistas catastróficos y los expertos en   revolución ven lo que ven.

Ahora bien: después de todo, ¿puede leerse e interpretarse que lo antes escrito es una negación de la crítica al desempeño de la Revolución Bolivariana? Al respecto puntualizamos que:

1.- Hoy, al igual que ayer, existe el teatro en las sombras del  CRÍTICO. El primer tipo de CRÍTICO que nos ocupa, se identifica con el saber económico “standard”, diagnóstica, evalúa y enjuicia la Revolución Bolivariana con el aparato conceptual de la economía clásica, neoclásica y keynesiana, y de los cruces entre estas especies.  

2.- El segundo tipo de CRÍTICO, apela a la Idea trascendental que visible o invisiblemente debe “guiar” la Revolución Bolivariana.  Y topado con los monstruos presentes en la puja por lo nuevo, inmediatamente declara que ha aparecido o resurgido “situaciones” (la corrupción, la burocracia y errores políticos) que permiten afirmar que no estamos ante una revolución.

3.- El primer tipo de crítico exige, para ya, so pena de que la economía venezolana se hunda, el abandono del “modelo político-económico” a lo Chávez o en Chávez. La segunda modalidad, se centra en lo “político-ideológico”, y enarbola la lucha de fracciones, para poner orden en la Revolución Bolivariana. 

4.- La crítica que defendemos no es realista, ni pragmática: no asume “esto es lo que hay”; y tampoco se plantea la revolución de acuerdo a lo que es posible, a lo que las relaciones de fuerza y el poder del capital puede permitir o pretende acotar. Pero se niega a medrar en la ilusión del mero deseo que es impuesto por la lógica abstracta de lo que debe ser  y “la idea trascendental de la revolución”.

5.- La crítica se posiciona en la reflexión política “sobre las condiciones de posibilidad de la revolución”. Y no se espanta, ni se escandaliza, ante las situaciones que desafían  con la disolución  de la revolución.

6.- La crítica tiene el sentido preciso de la siguiente cita de Nietzsche  “Una gran verdad exige ser criticada y no ser adorada”.

Hagamos el corte que no podemos eludir: la teoría del acto político revolucionario. En este punto, como bien sabemos, la pregunta es obvia: ¿cómo surge el acto político de la revolución? En otro documento, la pregunta es abordada desde la “Crítica del Programa de Gotha” (Marx). Apelaremos, en esta ocasión a desarrollos puntuales del proceso del pensamiento crítico actual. En ese sentido, va sucintamente, lo que sigue:

1.- Se impone dar cuenta del acto revolucionario, sin el soporte de la idea trascendente de la revolución.  

2.- El acto de la  revolución es una ruptura puntual con  la dominación del capital, ruptura o irrupción  que establece la posibilidad real de establecer un nuevo orden social,  y esa es la novedad radical que emerge.

3.- El nuevo orden social no surge de la nada, no tiene su “origen ex nihilo” en el sentido del algún orden positivo que le precede o le anticipa. Lo que se dice exactamente es que la nueva forma de sociedad se justifica en sí misma: su proceso de estructuración debe tener una configuración que visibilice en los  hechos (no en las convicciones) la inmanencia y especificidad de la revolución en cuestión

4.- Entre la emergencia del acto revolucionario y su desempeño existen discontinuidades, y no es posible una unidad o síntesis que los reconcilie o unifique. Tal posibilidad de reconciliación es un equívoco, ya que son entidades heterogéneas. Entre la revolución y su desempeño, existe un “cable pelao”, un cortocircuito.

5.- Las historias alternativas de la revolución y la idea reguladora o trascendental de la revolución, no visualiza el hecho de que las “condiciones históricas”, de ninguna manera definen lo que es posible (la posición de “esto es lo que hay”). El acto de la revolución y su desempeño, en sentido estricto, tienen que crear sus propias condiciones de posibilidad.

6.- Sí la libertad es la condición de la liberación de los seres humanos: la revolución no surge de la nada, es un proceso posicionado en las condiciones históricas “de la que emana”; no obstante, es la ruptura con la lógica del capital, la que define a la revolución. Esto es, cuando se hace efectivo lo que en el capitalismo es imposible, entonces hay la revolución.

7.- Hay que abandonar la idea del control normativo o regulador de la revolución, la idea trascendente que va, paso a paso, plasmándose. La política de la responsabilidad no indica que se es responsable de todo, sino que delimita a la ética de ser responsable de todo lo que acontezca en una revolución. Hay una radical diferencia entre ser responsable de todo y ser responsable de todo lo que ocurra.

8.-  Rosa Luxemburgo inmersa en la política y la ética de la revolución, a su manera, plantea la acción política en términos de “Nos atrevemos, y luego veremos”. A contrapelo de la idea del “tiempo justo”, de la revolución  posible y verdadera, formula la tesis de “jamás hay tiempo apropiado para la revolución, ya que siempre están dadas sus condiciones”. Esta tesis de naturaleza “decisionista”, hace visible un elemento que ya hemos destacado: el factor subjetivo. Y por esa naturaleza, ha sido recusada; y Rosa Luxemburgo, por tanto, extremadamente criticada. Lo que se obvia, en la crítica y la recusación, es que sin una posición subjetiva comprometida no hay revolución o la revolución es efectiva sin revolución.

9.- El momento justo de la revolución es una idea problemática, ya que implica la predicción y el diagnóstico del mismo. Slavoj Zizek en su crítica a la determinación objetiva del momento justo de la revolución, precisa que: “Cuando se observa el proceso desde un punto de vista distante, aparece como un despliegue en línea recta; lo que perdemos de vista, sin embargo, son las curvaturas internas subjetivas que sostienen esta línea recta "objetiva".

10.- Lo que pierde de vista el CRÍTICO de la idea reguladora que norma la Revolución Bolivariana es efectivamente sus “curvas internas subjetivas”. Y lo que no entiende es como su decisión de “combate ideológico fraccional” es insostenible en la “línea recta objetiva” que lo soporta o lo sostiene.

Y Lenin, para cerrar: lo que después de todo se obvia o ignora por los CRÍTICOS es la recreación y reinvención de cómo escalar la alta montaña que hace posible superar la lógica del capital. “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños” Lenin.



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Francisco Cedeño Lugo


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