Y por fin ¿alguien sabe qué es socialismo?

 Perogrullo es un personaje de Alicia en el país de las maravillas, que se caracterizaba por decir lo obvio. De allí salió el término perogrullada. Afirmar la dificultad del socialismo es una de ellas. Pero decir lo evidente a veces es necesario, cuando aparecen posiciones impacientes, para decirlo suavemente, que encuentran algún eco en la desesperación que a veces nos inunda ante los problemas graves y profundos por los que atravesamos los venezolanos.

  Tal vez sorprenda un poco repasar la actitud de Marx y Engels hacia el término socialismo. De hecho, siempre le guardaron cierta reserva. En 1848, en su famoso Manifiesto prefirieron  el sustantivo comunismo y como tal entendían, no un estado que dejar establecido, ni un ideal por el que tenga que dirigirse la Humanidad, sino  ese movimiento real  que supera la etapa actual. Se referían a las luchas del movimiento obrero europeo, por supuesto. Cuando analizaron circunstancias extraordinarias de poder proletario, como el de la Comuna de París en 1871, hablaron de la más amplia democracia y la necesidad de medidas extraordinarias, excepcionales, transitorias, para defender la naciente emancipación de la clase obrera por sí misma de la agresión armada de sus enemigos. En otras partes, se refirieron a medidas de transición para pasar a una sociedad donde se tomaba de cada cual según sus capacidades y a cada quien según sus necesidades. Para llegar esto, y a la disolución del estado y la separación social en clases, habría que planificar en general la producción, garantizar que el  producto del trabajo alcanzara, no sólo para reponer las condiciones de la producción económica, sino atender las necesidades de los sectores de la población que no pudieran sostenerse a sí mismos (ancianos, niños, enfermos) y la realización de obras en beneficio común. Esto aún no lo llamaron socialismo.

  La palabra sí la usaron, ampliamente, los herederos de Marx, especialmente el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán que, durante décadas, fue el único y principal partido marxista de Europa, escuela de generaciones de revolucionarios, de  las cuales formaron parte gente como Lenin, el gran líder ruso. En la divulgación del pensamiento marxista, se hizo tradición entonces hablar de dos etapas: la socialista y la comunista. En el discurso de la derecha, el comunismo pasó a designar todo lo que gobernara un Partido Comunista, y así dieron pie al gran malentendido de entender como tal el tipo de sociedad que se construyó en la URSS, China, Cuba, etc. Para las dirigencias de esos procesos, se trataba del socialismo como transición al comunismo. El asunto es que esa transición se alargó y se alargó, tanto así, que muchos revisaron su comprensión de la teoría y hasta se preguntaron si el socialismo, más que un camino o una estación en el viaje, era el destino mismo del viaje. El comunismo nunca llegó en ese siglo de experimentos sociales que fue el XX, y el socialismo (apodado real, o sea, no el de los ideales o la teoría) se derrumbó por sus dramáticos problemas.

  La distorsión llega hoy al colmo cuando el Partido Comunista Chino habla de socialismo de mercado, promueve el enriquecimiento de una burguesía que hoy se cuenta como parte de ese 1% que acumula el 90% de la riqueza mundial, hace acuerdos con las transnacionales y hace valer su peso como potencia económica y política en el planeta. Tal parece que cada vez que los socialistas quieren desarrollar las fuerzas productivas se ven precisados a recurrir a las formas capitalistas, que, al parecer, no son nada melladas, como las veía el Che. Hasta Cuba se ha visto precisada a retomar prácticas de mercado y propiedad privada para ver un poquito de luz, en una economía que sobrevivió a duras penas, precisamente asociándose con los grandes capitales del turismo.

  Cualquier análisis y evaluación de estos catorce años de gobierno chavista, se da cuenta de que el tan denostado capitalismo continúa, y hasta peor, porque sus rasgos rentistas, parasitarios, importador de casi todo, dependiente del petróleo (prácticamente el único proveedor de divisas), se han agudizado.

  No es fácil hacer el socialismo, sobre todo cuando hay esta galleta, que es real y es conceptual. Peor si se envían cuadros a aprender de la experiencia china, se suscriben contratos con transnacionales, se ataca la especulación de los comerciantes sin resolver la baja productividad de casi todos los sectores económicos, cuando el crecimiento se detecta únicamente de la banca, las comunicaciones y, de vaina, la construcción. Habría que empezar por aclararnos el sentido de algunos términos y, al mismo tiempo, hacer cosas, como las que hace el presidente Maduro.

 No es fácil.



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Jesús Puerta


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