Algunos dicen que la columna “Grano de Maíz” es elaborada por un equipo. Otros, que son absoluta responsabilidad del que firma, Toby Valderrama, quien sería asesor de Rafael Ramírez. Lo cierto es que en el ambiente relativamente limitado de los “opinadores” chavistas, que aparecen en algunas publicaciones y sobre todo en la página web “Aporrea”, los artículos del compañero son muy leídos y citados. Hubo una época en que incluso aparecían a página entera en los diarios; o sea, que su opinión estaba respaldada por abundantes recursos, supongo que de PDVSA “en persona”.
Valderrama fue uno, junto a Mario Silva, Nicmer Evans, Vladimir Acosta y otros más, que representaron aquella “ola crítica” de columnistas chavistas, que fue acallada por decisión del gobierno hace unos meses. Todos cuestionaron un supuesto “giro a la derecha” del gobierno del flamante presidente Maduro, y todos, de una u otra manera, fueron censurados, mediante su exclusión de la parrilla de programación de las emisoras chavistas, o por decisión particular, como fue el caso de Valderrama, que hasta anunció su silencio en una columna. Al poco tiempo reapareció.
El éxito de los columnistas se debe a que, de alguna manera, dicen lo que muchos piensan. Por eso se convierten en referencia. Toby Valderrama se erigió en eso, en una primera época, porque articulaba la máxima expresión de una formación ideológica del chavismo: la lealtad superlativa al Comandante Chávez. Me refiero especialmente a la época en que los artículos de “Grano de Maíz” aparecían a página completa como anuncios pagados en varios diarios de circulación nacional. La lealtad que exaltaba Valderrama era, prácticamente, personal, hacia la persona y el verbo de Chávez. Tanto, que colocaba al Comandante por encima de su propio movimiento, del Partido o de cualquier otra figuración colectiva. Para Valderrama, el único portador confiable de la ida revolucionaria, su única posibilidad y esperanza, era la persona del Comandante Chávez.
La otra idea fuerte de Valderrama, que hoy se ha convertido en central, era que construir el socialismo constituía una tarea relativamente simple. Para eso ya Marx, Engels y Lenin habían escrito los libros que escribieron. Lo que se apartaba de esa tinta, era traición, confusión, cobardía, desviación. Los revolucionarios, entonces, sólo debían realizar lo que decía Chávez y Fidel, lo que han escrito, para siempre, los clásicos del marxismo. En otras palabras, Valderrama han hecho la apología del dogmatismo más desembozado.
Coherente consigo mismo, cualidad que no puede negársele, Valderrama hoy en día insiste en lo mismo y en sus corolarios. Construir el socialismo es sencillo. Afirma: “En Venezuela están dadas las condiciones para avanzar hacia el Socialismo, sólo falta una: la voluntad de la dirigencia, la conciencia de los humildes”. Detalla Valderrama: “Aquí la riqueza social está en manos del gobierno, esta socializada, la Fuerza Armada lo sostiene, es revolucionaria, la masa no se asusta con el Socialismo, al contrario, lo aplica de manera silvestre, lo comprende de manera intuitiva, desde la época de la Independencia tiene en su corazón tirria contra los oligarcas”. Y concluye: “En Venezuela las condiciones están dadas para construir el Socialismo, no hay excusas para no avanzar, para truncar el sueño de Chávez, para abandonar su camino. No hay excusas para seguir consintiendo al capitalismo”.
Si esto es así ¿qué pasa entonces? Valderrama razona siempre fiel a sí mismo. Hay que buscar la “culpa” de que no avancemos al socialismo (porque no estamos avanzando hacia el socialismo), en la falta de voluntad, de claridad, de decisión, de parte de los gobernantes; o sea, Maduro y el equipo del alto gobierno. Estamos entonces casi que ante una traición, a Chávez en primer lugar, al socialismo, en segundo.
Los supuestos de Valderrama son evidentemente falsos, y falsas sus conclusiones. El propio Fidel, autoridad que obviamente él venera, le diría que construir el socialismo no es para nada fácil. Creer que era sencillo, fue uno de los grandes errores que el gran líder cubano reconoce. Construir el socialismo no se resuelve con lealtad personal a Chávez, fidelidad a los clásicos del marxismo, ni siquiera el carácter supuestamente revolucionario de nuestras Fuerzas Armadas, ni el control, también presunto, del gobierno sobre la economía. Tampoco basta la afirmada, más que probada, convicción popular. Las dificultades son muchas y complejas. No reconocerlas es un simple voluntarismo, sustentado en personalismo y dogmatismo. La cosa no se reduce a un rollo moral, de lealtades, traiciones y cobardías.
Una de las dificultades, precisamente, en la construcción del socialismo, es precisamente esa mentalidad personalista, dogmática, voluntarista. Hay otras como dijimos, muchas y complejas. Ya habrá oportunidad de adentrarnos en ellas. Por ahora sólo basta llamar la atención al “facilismo” del “Grano de Maíz”.