Contribución a la construcción de una política emancipatoria

La revolución bolivariana y la necesidad de la reflexión-acción transformadora

No es lo mismo hablar de revolución democrática que de democracia revolucionaria. El primer concepto tiene un freno conservador; el segundo es liberador.

Hugo Chávez Frías

La construcción de una praxis revolucionaria que prefigure y construya colectivamente la transformación social desde el Poder Popular implica la generación de una política emancipatoria que propicie la ruptura de la reproducción del capital. Esta política debe constituirse en una herramienta teórico-metodológica para enfrentar la visión reduccionista dominante de la comprensión de la realidad que impide la transformación social.

Desde este método dominante el conocimiento se mantiene en la apariencia, en la epidermis social y no en la esencia. Se reduce a describir al mundo desde una posición particular, e incluso interpretarlo, pero no permite comprender cómo se logra su transformación.

Democracia y empoderamiento del conocimiento transformador

Para desarrollar una praxis revolucionaria auténtica y autónoma del proletariado para la construcción del socialismo, es indispensable asumir una actitud militante para empoderarnos del conocimiento transformador de la realidad y para deponer actitudes individualistas, pragmáticas y voluntaristas que no nos permiten avanzar. El conjunto de estrategias, medidas y acciones, que estructuran una praxis revolucionaria, exige que cada acción propicie el cambio desde la raíz y cada cambio se convierta en una experiencia y un aprendizaje colectivo transformador.

Habermas sostiene que

…la tecnologización de la sociedad y el consiguiente crecimiento de la burocracia han servido, entre otras cosas, para perpetuar las instituciones del Estado y despolitizar a los ciudadanos. De esta forma la razón y la ciencia se han convertido en herramientas de dominación más que de emancipacióni.

En una sociedad de clases como la nuestra, la comunicación humana, que incluye esencialmente la posibilidad concreta de compartir y decidir colectivamente sobre la manera de reproducir la existencia y la convivencia en sociedad, no puede estar sujeta a la dominación de un Estado, que representa a la clase que explota a la mayoría de la población para obtener beneficio económico (plusvalía) para ella. Por el contrario, consideramos que la comunicación que posibilita la convivencia solidaria, se realizará a plenitud en una sociedad sin explotados y explotadores. La construcción de esta nueva sociedad se dará en la medida en que los colectivos de trabajadores y trabajadoras, organizados para actuar con autonomía e independencia en el ámbito político, socioeconómico e histórico cultural, se asocien con los demás colectivos en lucha por la abolición del capitalismo.

El conocimiento transformador trasciende a la interpretación de la realidad; se introduce en las entrañas de la apariencia, armado de una teoría y un método que permita extraer las claves de la transformación: la identificación de las contradicciones existentes. La revelación de estas contradicciones debe servir para definir políticas y acciones orientadas a la acumulación de fuerzas históricas de la clase trabajadora contra el capital. Éstas permiten, además, comprender dialécticamente la esencia de la preservación de lo que existe y la de su propia destrucción o extinción.

La construcción de lo que se podría denominar la ciencia política de la emancipación se apoyaría en una teoría racional donde prevalezca la habilidad de pensar y reflexionar críticamente, de forma lógica, analítica y sintética. Donde la razón y el conocimiento trabajen en pro de una sociedad que garantice el buen vivir de todas y todos.

La convicción de que estamos atrapados en una cultura reproductora del capital, nos obliga a producir reflexiones teóricas-conceptuales y propuestas concretas para la emancipación de los pueblos en la construcción del socialismo. A partir de una metodología de acción que le da sentido a la praxis social en la transformación de la realidad individual y colectiva, podemos trascender a la revolución democrática, que ha permitido ampliar la participación concreta en procesos electorales y evidenciar la importancia individual y privada de decidir. Más allá de este hecho social, la democracia revolucionaria supera la universalización de un derecho político formal y ocasional y se convierte en la posibilidad concreta de ejercerlo colectivamente, en toda su magnitud, en y para la vida cotidiana en sociedad.

A través de procesos de investigación, reflexión-acción y sistematización colectiva para la construcción de saberes emancipadores, se propone la generación de una dinámica de actividades con los propios colectivos en lucha para el empoderamiento de los conocimientos técnicos, las habilidades y los valores de la clase trabajadora. De igual manera es indispensable avanzar en los saberes sociales, políticos e ideológicos, de acuerdo con las exigencias revolucionarias, que constituyen la base que permitirá transformar la realidad, sin riesgo de reversión al sistema capitalista que pretendemos abolir.

¿Por qué la reflexión-acción transformadora?

En el actual contexto sociopolítico de las primeras décadas del siglo XXI, los procesos de reflexión-acción transformadora se revelan como inminentes. Requieren una urgencia militante, que trascienda al voluntarismo y al pragmatismo que solo ve salidas de acciones reformistas como un fin, en vez de ser una vía para acumular fuerza desde las clases oprimidas y excluidas por el sistema capitalista dominante. Con ello se pretende contribuir a articular el pensamiento conceptual y político de las experiencias históricas del proletariado en la lucha por la transformación de la sociedad y en particular en la Venezuela bolivariana. Revolución en permanente acecho del capitalismo mundial que, pese a los esfuerzos de transformación, mantiene una cultura capitalista que ha dificultado la praxis política para la construcción del socialismo en nuestra Patria.

Entre los obstáculos culturales a vencer, heredados de la actual cultura capitalista está la inmediatez; la velocidad de respuesta aún sin conocer la realidad en la que se va actuar. Ésta impone atender la urgencia de la coyuntura, abandonando lo verdaderamente trascendente, importante y relevante. Nunca hay suficiente tiempo para preparar los temas, hacer los análisis y tomar las decisiones colectivamente, generando tensiones, omisiones y hasta imposiciones e improvisaciones que disminuyen la fuerza de las proposicionesii. Además de que favorece a una “política de resultados” sin saber sus consecuencias y efectos secundarios, que atropella la democracia participativa y con ello el saber popular.

En esta coyuntura donde aún no se tiene el control político y económico de la sociedad, no puede ser despreciada la necesidad de reflexionar críticamente para hallar la sabiduría de las soluciones reales que benefician al pueblo, en un sistema que excluye a las mayorías. Si se quiere avanzar en la dirección de cambios profundos la presión del tiempo no debe reducir la reflexión pertinente que requiere la construcción de ideas para transformar la realidad. La necesidad de obtener respuestas rápidas, por el contrario, debe servir para impulsar la unidad de acción, el aprecio de los saberes complementarios del colectivo y la naturaleza compleja del reto a asumir. El método para producir el cambio social debe estar a la altura del compromiso revolucionario para generarlo y debe estar bien alejado de lo que hemos hecho hasta ahora. No puede existir temor a la complejidad de la situación, porque caemos en la trampa del adversario, debemos asumir el reto de superar nuestras debilidades políticas e ideológicas que no se superan por la voluntad individual ni con juramentos mágico-religiosos.

Un problema básico, heredado de la cultura burguesa, que debemos superar es la desarticulación y falta de coherencia entre planes y acciones. Entre lo que se dice y se hace, entre lo que se compromete y se cumple. Ésta es la manifestación más visible de la desvinculación entre la teoría y la práctica social revolucionaria. Teoría que orienta la acción concreta de transformación social y surge de ella. Esta desvinculación propia de los que “creen sabérselas todas” desencadena en una actuación por inercia, que lleva a grupos e individuos a actuar por costumbre, a repetir, compulsivamente, el esquema heredado. Se hace lo mismo que se ha hecho siempre sin ponerlo en duda, a veces maquillado pero con la misma esencia, que es aún más peligroso y reaccionario, porque actuamos como agentes de los grupos de poder, más allá de la conciencia que se tenga de ello.

Si queremos “romper paradigmas”, debemos hacer un esfuerzo sincero por comprender la realidad que queremos transformar. Defender lo que reproduce el sistema, por los que se autodenominan revolucionarios, es una demostración de debilidad ideológica.

Siguiendo el pensamiento de Gramsci, podríamos afirmar que hay un período —el de la creación revolucionaria de una nueva sociedad socialista— en el cual es inevitable que tengamos que luchar con la propia cultura burguesa que nos acecha de manera permanente. Solo en la praxis revolucionaria, en la acción consciente de transformar la realidad podremos cambiar en tanto cambien las circunstancias que nos han hecho negar nuestra propia naturaleza humana.

Toda transformación cultural tiene un carácter dialéctico, exige cambiar de manera simultánea y recíproca la realidad concreta, que depende de múltiples factores históricos y culturales pre-existentes y en proceso de transformación permanente, y la apreciación consciente que se tenga de dicha realidad y de los cambios producidos en su devenir; incluso de la cosmovisión de nuestra participación en la contribución que hacemos en la transformación de la historia de la humanidad.

 

i Habermas, JurgenS/F. El Futuro de la Naturaleza Humana, en http://ebiblioteca.org/?/ver/64788

ii Elizabeth Alves (2013) Dialéctica del Saber Emancipador. Ruptura de reproducción del capital y valoración del Ser. Caracas: Editorial El Perro y la Rana.

 

 



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Elizabeth Alves


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