Mujeres y hombre necesarios

El devenir histórico demuestra que las necesidades de las poblaciones forjan hombres y mujeres que en situaciones normales no florecerían. Ciertamente, si el imperio español no hubiese echado raíces en América, consecuencia de la conquista y la colonización, el futuro de los pueblos de lo que hoy se llama América no sería el que estamos viviendo. No voy hacer el ejercicio de un taumaturgo capaz de predecir lo qué hubiese sido de estas grandes extensiones en caso de no producirse la conquista. Si no hubiesen llegado los ibéricos seguramente el exterminio de un parte de los pueblos originarios no estaría registrado en los fastos de una lúgubre historia, al igual que la pobreza, el hambre y la más vil explotación a la que fueron sometidas las poblaciones aborígenes. Si lo dudan veamos un ejemplo: de los cuatro millones de los miembros de las etnias originarias que poblaron Cuba y Santo Domingo, antes de la llegada del oprobioso imperio, para el siglo XVI sólo quedaban quince mil. Seguramente aquello no podía continuar, era imperativo el surgimiento mujeres y hombres valerosos y necesarios para impedir la continuación de tal ignominia. Germinan así José Leonardo Chirino, Gual y España, Francisco de Miranda, Simón bolívar, Antonio José de Sucre, Rafael Urdaneta, Simón Rodríguez José Félix Rivas, Juana Ramírez “la avanzadora”, Luisa Cáceres de Arismendi, Josefa Juaquina Sánchez, Manuela Sáenz, Ana María Campos entre tanto(as) que contribuyeron a extirpar la bota imperial española del suelo de América. Fueron los héroes y heroínas necesarios para aniquilar de nuestra patria tanta infamia cometida, primero contra los pueblos originarios, luego contra los africanos traídos como esclavos y contra los mestizos pobres.

Lamentablemente, tal como vislumbró nuestro Libertador Simón Bolívar, la Independencia no bastó para sacar a América de la miseria, los excluidos siguieron viviendo los mismos infortunios del período colonial, es decir: hambre, enfermedades, explotación inhumana y lo peor, los infames criollos oligarcas se convirtieron en los dueños de inmensos latifundios. Sólo un grupo de godos se beneficiaron de la guerra de independencia. Frente a la necesidad de entregarles a los campesinos las tierras que ellos trabajaban germina, para saldar la deuda pendiente, otra clase de venezolanos herederos de la misma estirpe que los anteriores. Surgen José Ezequiel Zamora y Juan Crisóstomo Falcón quienes ante el clamor ¡Tierra y hombres libres! intentan cumplir con el compromiso postergado por nuestros libertadores.

Pero las traiciones nunca se dejan esperar y ante el vil asesinato de Ezequiel Zamora, de nuevo los campesinos y los excluidos de siempre permanecerán en la miseria y continuará la explotación del hombre rico, es decir los godos, a los pobres de siempre. Ya los grandes latifundistas se habían convertido en los dueños de las mejores tierras cultivables de la provincia y las fincas más caras cercanas a la capital. Esta burguesía rural, proveniente de la apropiación indebida de los mejores terrenos, se aliará con la dictadura del general J.V. Gómez y luego entrará en sociedad con las empresas norteamericanas para apropiarse de las riquezas mineras de Venezuela. De esta forma se eternizó la explotación de los campesinos y la clase trabajadora a través de salarios paupérrimos. La pobreza se perpetuará, el hambre de los excluidos no podrá ser saciada en un país obligado a la mono producción, primero por los antiguos colonizadores y luego, a comienzos del siglo XX con el general J.V Gómez en la presidencia, por las compañías petroleras yanquis. Surgen los personajes necesarios para combatir tales perversiones. Hacen su aparición hombres y mujeres que enfrentarán al dictador de turno para luchar por los mismos ideales de nuestros libertadores: el fin de la explotación de los hombres pobres por parte de los godos, la libertad y la independencia económica de Venezuela evitando la entrega de la riqueza petrolera a las empresas extranjeras. Las personas de aquella época tuvieron en mente a Enrique Arévalo Cedeño, José Manuel Hernández (el mocho), Delgado Chalbaud, Pedro Pérez Delgado (maisanta), Luis Rafael Pimentel, Salvador de la Plaza, Pío Tamayo, Rosa Pérez de Soto, Eumelia Hernández, Carmen Clemente Travieso, Olga Luzardo, entre tantos(as) que enfrentan con valor y denuedo al dictador J.V. Gómez. Aquellos seres encarnaron la esperanza de un pueblo que constantemente se veía traicionado y frustrado sin posibilidad de salir de la miseria y la infamia a la que estuvo sometida desde la llegada de Colón.

Los excluidos de Venezuela no dejaron de sentir dentro de sus entrañas la miseria de siempre, los gobiernos pasaban de manos de un dictador a otro y la vida del campesino y la de los obreros no experimentó ningún cambio: hambre, explotación, sumisión, enfermedades, exclusión, carencia de educación salud y vivienda. En cambio, aquella burguesía rural se transformó en burguesía citadina: comenzó a vender a precios inalcanzable para los pobres los terrenos bajos de Caracas y sus zonas aledañas. Esta morralla de flojos, comienza alearse con las grandes compañías norteamericanas para formar empresas importadoras y constituir alianzas con otras industrias yanquis para vivir a expensas del petróleo sin invertir nada de su patrimonio. Utilizaban para eso los créditos que le otorgaban sus amigos colocados en el gobierno. Así se fue conformando nuestra burguesía criolla parásita. De igual modo, durante la época de Pérez Jiménez surgen hombres y mujeres necesarios que intentarán acabar con ese estado de oprobio. Brotan los revolucionarios corajudos como Gustavo y Eduardo Machado, Leonardo Ruiz Pineda, Andrés Eloy Blanco, Fabricio Ojeda, Hugo Trejo y tantos (as) otros(as); lamentablemente mucho de ellos(as) dejaron sus vidas en las mazmorras de la Seguridad Nacional.

Cayó la dictadura de Pérez Jiménez y la esperanza de un pueblo de nuevo se vio frustrada cuando en la Junta de Gobierno que regiría los destinos del país hasta una futura elección, se encontraban “conspicuos” miembros de la oligarquía venezolana. Nada había cambiado, solamente un cambalache de personajes: la inclemente estructura del estado se mantenía incólume. La burguesía arrastrada y apátrida se mantuvo en el poder y así se da comienzo a la nueva dictadura proveniente del pacto de Punto Fijo. Se inicia un nuevo período de desesperanza de los excluidos, la misma miasma, los líderes de AD y Copey gobernarán al lado de los amos del dinero y de las empresa norteamericanas, aleadas con la pútrida oligarquía continuarán despojando de sus riquezas al país para beneficio de ellos y las compañías transnacionales. A lo anterior debo agregar: la explotación de los obreros y campesinos, la falta de servicios de salud, educación y vivienda para los excluidos, las torturas en las ergástulas de la Digepol, los desaparecidos lanzados al mar y a la montaña desde helicópteros, la represión a mansalva de las manifestaciones de obreros, estudiantes y personas de la tercera edad, la privatización de las empresas básicas, entre tantas las oprobios de la mal llamada democracia. Por todo lo anterior, era imprescindible la aparición de hombres y mujeres necesarios para evitar la continuación de la dictadura puntofijista que estaba entregando el país a las miserables empresas transnacionales. Una democracia que sólo existía en los medios privados de comunicación y en la mente de los ejecutivos estadounidenses.

Por fortuna surgieron los hombres y mujeres necesarios para acabar este estado de cosa. La sociedad incubó nuevos seres que se vieron en la obligación de enfrentar, con sus mismos métodos, a la burguesía sinvergüenza usurpadora del poder desde hace más de cien años. Fue así como aparecieron Noel Rodríguez, Pedro Medina Silva, Manuel Ponte Rodríguez, Algimiro Gabaldón, Hugo Chávez Frías, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Arsitóbulo Isturiz, Fernando y Víctor Soto Rojas, Francisco Arias Cárdenas, Nicolás Maduro, Elías Jaua, Livia Gubernuer, Cilia Florez, Blanca Ekhout, María León, entre tantos(as) venezolanos(as) que tuvieron la valentía de plantar cara a los oligarcas de alpargatas y las poderosas empresas capitalistas.

La obra de los últimos no ha terminado. Es necesaria la presencia de mi comandante Chávez para que el socialismo deje de ser una utopía y convertirse en una realidad. Ciertamente, en la medida de que cada uno de nosotros realice lo que debe hacer y lo haga bien, los esfuerzos de Hugo serán menores y lo tendremos por muchos años a nuestro lado. Ciertamente, la tarea no es fácil, son muchos años de ignominias, el enemigo es muy poderoso y está al asecho. El capitalismo nuevamente está en crisis, necesita fuentes de energía barata para salir su quiebre económico, por eso debemos mantenernos alerta para no perder lo que tanto les costó a los hombres y mujeres necesarios (as) y a un pueblo que ha sabido defender los logros de la Revolución Bolivariana. Larga vida a mi comandante.

Enoc Sánchez

enocsa_@hotmail.com


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Enoc Sánchez López


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