No detener la marcha

 A veces no alcanza uno a comprender dónde y cuándo se pierden las palabras con las cuales quisimos defender la verdad de la vida. Son esas situaciones las que no llevan a buscar todos los argumentos posibles para ver a través de las rendijas de la razón la realidad que se hace presente de manera inexorable. De eso se trata, de buscar las palabras extraviadas para comprender las injusticias, las decisiones que a veces te juzgan en ausencia y te condenan a andar por laberintos infructuosos.

 Estamos obligados a encontrar las palabras que nos reconforten, que nos levanten el ánimo para seguir cabalgando en medio de las dificultades, en medio de las tempestades que se desatan cuando intentamos cruzar la línea recta que va hacia el horizonte de la vida. A medida que avanzamos, los obstáculos van acechando para que detengamos la marcha y no logremos llegar a la meta planteada.

 Lo importante es que estemos claros y sigamos fortaleciendo nuestro espíritu para que no desfallezca ante las adversidades, para que no se amilane ante las críticas, para que no se detenga en las caídas, ni se rinda ante el cansancio. Levantémonos  cada día dispuestos a estar por encima de los concursos, por encima de los comentarios venenosos, de las decisiones injustas que pretender cercenar la moral y hundirte en los abismos infernales de la oscuridad como si en verdad fuéramos esos personajes imaginarios del "mito de las cavernas" de Platón. Ante todo somos personas racionales y conscientes de la necesidad de seguir cultivando el conocimiento, de no dejarnos vencer por los resultados adversos de la vida. Tenemos que continuar en esa gran tarea del destino: seguir luchando y construyendo el proyecto de vida.

 Y valga aquí decir que como docentes, la visión debe ser más intensa y aguda, enfocada  hacia el fortalecimiento espiritual. Sabemos cuál es nuestro rol y nuestro papel; sabemos que es y para qué sirve la universidad. No solo es para ser el verdugo y con el látigo del castigo cortar el vuelo del conocimiento. No, al contrario, estamos conscientes de esa tarea, de guiar, de facilitar ese transitar de esas personas, hombres y mujeres jóvenes que acuden a la universidad para fortalecer el conocimiento de las cosas. Las fallas se van corrigiendo, pero nunca lanzamos a nadie al cuarto oscuro de la ignorancia eterna.

 Aquí es donde a uno lo golpean las ráfagas de la incomprensión, ese viento frio que oscurece el entendimiento. Mientras abrimos las compuertas para ayudar en el debate, a nosotros nos cierran las puertas y nos evalúan con el criterio de la rigidez de nuca, queriendo quebrarle a uno le medula espinal. Por eso el titulo de este articulo de hoy, de no detener la marcha. Hay que seguir la marcha por esa senda que nos hemos planteado como profesionales, pero más que eso, como seres humanos que somos.

 Y como lo he dicho una y otra vez en este espacio, nada debe detenernos cuando hemos decidido a andar por la senda de la rectitud, del crecimiento profesional y espiritual para llegar a la cumbre de la verdad. En el concurso de la vida nada ni nadie te cuestiona, nadie te somete, nadie te domina, porque el día que aceptemos que eso ocurre es porque ya estamos entregando nuestra dignidad como profesionales. No detener la marcha es la consigna revolucionaria que nos une para lograr la victoria que viene.

*Politólogo 

eduardojm51@gmail.com

 



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Eduardo Marapacuto


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