Si el socialismo es como “El Metro”, yo no lo quiero

La frase que sirve de título al presente artículo, la escuché de una señora muy humilde, habitante seguramente de una de las populosas barriadas de Petare. Yo miré a la señora y le dije resignadamente yo tampoco lo quiero.

Usar el “servicio público” del metro de Caracas todos los días se ha convertido sin duda alguna en un infierno, las estaciones atestadas de gente, que se atropellan y golpean para entrar o salir de los vagones constituye el calvario del caraqueño de a pie. Además, los frecuentes y recurrentes retrasos de los trenes hacen que las estaciones rebosen de personas ansiosas de llegar a sus hogares. A eso debemos agregarle que muchos vagones no tienen aire acondicionado, y aquellos que si les funciona casi da lo mismo, pues es tal la cantidad de gente apretujada que no hay sistema de enfriamiento que funcione en esas condiciones.

El señor Aristóbulo muy criticado en los últimos artículos que se publican en Aporrea, le echó la culpa de la falta de entusiasmo del chavismo para ir a votar en las últimas lecciones a fallas en la maquinaria. Concuerdo con quienes lo han criticado en el sentido de que esa explicación es muy simplista y que no sirve para mucho. Creo que las explicaciones hay que buscarlas en la insatisfacción y hasta rabia que empiezan a exhibir los usuarios del metro de Caracas. La pérdida de votos o la poca movilización de las masas en las urnas para apoyar el proceso bolivariano, tiene a mi juicio, su fundamento en los problemas que subsisten como la deficiencia en los servicios públicos (agua, electricidad, cloacas), el déficit habitacional, la carestía de la vida (en particular de los alimentos), la inseguridad, etc.

Tenemos que tener claro que la mayor parte de las personas que apoyan el proceso bolivariano no son revolucionarios de patria o muerte, no son clones del Che Guevara dispuestos a morir en cualquier selva boliviana, siempre y cuando exista otra persona dispuesta a levantar el fusil. Son gente sencilla, humilde, que de política no saben mucho, ni quieren saber, gente que desea un techo donde cobijarse, empleo estable, comida en sus mesas, salud y educación para sus hijos, servicios públicos que funcionen, que el sueldo les alcance para mucho más que sus necesidades más apremiantes.

Esta es la base del chavismo, un pueblo de carne y hueso, que se esfuerza por sobrevivir con un mínimo de dignidad, no estamos hablando del hombre nuevo guevarista, que a mi modo de entender no es más que una ficción de una mente afiebrada que no se dio cuenta que ese hombre nuevo con todas las características que se le quiso dar, ya no sería un hombre en verdad, pues los hombres estamos hechos de pequeñeces y grandezas, esa es la verdadera esencia del hombre.

La idea de que el socialismo requiere de un hombre nuevo, espiritual, idealista, altruista, generoso, solidario, alejado de lo material, dispuesto al sacrificio supremo, es decir, la utopía hecha carne y hueso, nos conduciría inevitablemente a concluir que el socialismo definitivamente no es de este mundo, sino del otro, cuando todos estemos con alas en la espalda sentados en las nubes tocando la cítara. La idea de que estamos construyendo el socialismo para nuestros hijos o nietos ya no despierta entusiasmo en la gente, todos queremos vivir mejor, y es ya, no mañana ni pasado.

Que nadie se olvide que setenta años de socialismo en el este de Europa no dio a luz ningún hombre nuevo, fueron los nietos y bisnietos de los revolucionarios de Octubre del 17 los que dieron al traste con la Unión Soviética en demanda de mejores niveles de vida y de libertades civiles. Hoy Rusia y Bielorrusia son ejemplos destacados del capitalismo salvaje, y de los más salvajes.

Pongan atención revolucionarios venezolanos, la ponzoña de la contrarrevolución se esparce todos los días por debajo de las calles, por los túneles del metro, con cada pisotón, codazo, sofocón que sufre alguien en el metro. Agréguele usted, los colones para inscribirse en el registro militar, para que después se anuncie que ya no habrá fecha tope, ni sanciones, ni se pedirá el mencionado registro para conseguir trabajo. Dense cuenta dirigentes del país, que en cada cola para ser atendido en una oficina pública, en cada cola de una estación del metro, en cada apagón, se le abre la puerta al descontento y que nadie se llame a engaño, en la Cuarta República la gente usaba el voto como castigo, y en la Quinta al parecer también.

Olvídense que las acusaciones al imperio, a la oligarquía criolla y foránea, serán argumentos suficientes para crear una conciencia revolucionaria, que lleve a la gente a soportar vivir sin la esperanza de una vivienda digna y a padecer pésimos servicios públicos, todo en aras de un futuro mejor para los descendientes.


htorresn@gmail.com


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Hernán Luis Torres Núñez


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