Cuatro días de oscuridad

Los rumores, las especulaciones y demás barbaridades que se escuchan en las ya normales colas que obligatoriamente hay que hacer para comprar cualquier cosa, pueden llegar a ser hasta algo divertido, siempre que uno no se enfrasque en una acalorada discusión que al final nunca llevará a ninguna parte.

Durante esos días de oscuridad sin energía, en una de esas colas, escuché diferentes afirmaciones sobre las causas del apagón que sufrimos todos los habitantes de Venezuela: "alguien estrello un carro bomba contra las instalaciones del Guri"… "falta de mantenimiento, mi hermana trabajó durante años en Corpoelec y siempre me dijo que el abandono de los sistemas era ya insostenible, y que algo así era de esperarse"… "Los del gobierno nos quitaron la luz, para que supiéramos que ellos son los que tienen el control, a esos no les importa nada!"…y el más espectacular de todos los comentarios: "Guaido mando a sabotear el sistema eléctrico, para poder estar tranquilo y hacer sus cosas sin interferencia…" me imagino que con hacer sus cosas querían decir "gobernar" a Venezuela. Debo admitir que desde que me robaron el teléfono, me vi obligado a renunciar a mi adicción a las redes, así que solo puedo imaginarme la gran cantidad de mentiras, medias verdades y disparates malintencionados que deben haber circulado y todavía circulan por todas ellas en estos días de desasosiego. El diablo a veces dice la verdad pero tiene un público muy ignorante.

La cola para pagar, en una de esas famosas cadenas de farmacia auto mercado quincalla que se preocupa por tu salud y tus ahorros, era larga y tediosa, solo trabajaban dos cajeros y los puntos se movían a paso de morrocoy. Está de más decir que cuentan con una planta eléctrica de primera comprada, por supuesto, con nuestros ahorros.

Observando a mis sufridos compañeros de cola, vi que gastaban una cantidad increíble de dinero en botellas de refrescos y bolsas de "snacks" de todo tipo y tamaño, la gran mayoría, como es de esperarse, víctimas de una obesidad maligna producto de la mala alimentación que se nos ha impuesto sutilmente durante años por medio de la propaganda de la mala cultura hegemónica de la dictadura global de las corporaciones, que nos ha hecho creer que la única cultura "civilizada" que vale la pena, es el tan cacareado "american way of life".

Anochecía camino de regreso a mi sitio de residencia, la ciudad se vaciaba poco a poco tomando el aspecto de un pueblo fantasma. El silencio creciente, y la oscuridad me pusieron a pensar y reflexionar sobre muchas cosas, en especial sobre lo que estaba pasando y lo que había visto durante el día, un día, por cierto, extremadamente caluroso.

Las tragedias, especialmente las guerras (y nadie puede ya negar que Venezuela es víctima de una guerra multiforme que ha ido escalando rápidamente en los últimos meses) tienden a sacar lo peor y también en algunos casos lo mejor de los seres humanos.

Junto con las muestras de solidaridad entre muchos vecinos y familiares, la organización popular sobre todo en los sectores humildes para tratar de sobrellevar juntos y en comunidad los graves inconvenientes como la falta de agua y transporte, pudimos también ver las más asquerosas muestras de egoísmo y falta de humanidad de muchas personas, que siguiendo al pie de la letra las enseñanzas de los dogmas capitalistas, aprovecharon las circunstancias para tratar de "resolver" abusando de sus vecinos y conciudadanos. Comerciantes inescrupulosos, aumentando los precios de los artículos de primera necesidad, gente vendiendo en dólares el agua de sus tanques. En los llenaderos de agua potable los precios aumentaron en más del 300 %. Las pocas panaderías abiertas, las que tienen plantas eléctricas y venden en divisas, cryptomonedas, morocotas y demás, subieron el pan y las bebidas a más del doble de su precio normal, que ya estaba más que inflado, ni hablar de lo que pedían por una bolsa de hielo.

Mientras esto sucedía, algunos grupos de gente enardecida, al parecer por las arengas de los líderes de la mal llamada oposición democrática llamando a las guarimbas y al saqueo, trataron sin éxito de encender las calles buscando sin duda una escalada violenta que pudo habernos llevado a un estallido social, un conflicto entre hermanos que sería la excusa perfecta para un intervención militar extranjera. Lo que me puso a pensar en la insensatez de aquellos autoproclamados líderes de la oposición que aplauden las sanciones y claman por una invasión a nuestra república.

No pocos desclasados, alienados o simplemente confundidos piensan que esas opciones son la única manera de acabar con el régimen del "dictador" Maduro. No se han detenido a pensar las sanciones son un castigo colectivo prohibido por las leyes internacionales, que nos afectan a todos por igual y que además van destruyendo la ya golpeada economía de nuestra patria.

Piensan quizás que los gringos van a llegar haciéndoles cariñitos y dándoles de comer en la boca y que los paramilitares y las bandas criminales al servicio de las fuerzas opositoras, pagadas con dólares del narcotráfico gringo/colombiano, y que posiblemente sean catalogadas por los prostituidos medios corporativos internacionales como "freedom fighters" (luchadores por la libertad) van a llegar disparando balas solo mata chavistas y van a respetar sus propiedades o sus vidas. La guerra no funciona así. Mirémonos en el espejo de Siria, o de Libia, o sin ir tan lejos, preguntémosle a cualquier hermano o hermana colombiana de los millones que vinieron a Venezuela huyendo de los horrores de la guerra y el paramilitarismo.

Esa noche, en una ciudad a oscuras, me di cuenta que en estas grandes ciudades uno casi nunca puede ver las estrellas, y pensé que quizás de todo esto pueda salir algo bueno. Quizás, muchos de esos que claman por la guerra se den cuenta de que esos cuatro o cinco días de oscuridad no fueron ni la sombra de la sombra de lo que sería un conflicto bélico en nuestro país.

En la mañana del domingo, pude observar a un joven padre con su pequeña hija de tres o cuatro años buscando desesperadamente agua potable, algunos vecinos le regalaron un galón. Recordé con miedo las escenas de la gente en el Beirut de hace ya décadas y de Kosovo hace no mucho, tratando de conseguir agua y comida bajo el fuego implacable de los franco tiradores.

Recordé también las palabras de Trotsky: "toda revolución necesita el látigo de la contra revolución" al observar que por fin los ministros y funcionarios acataban las ordenes que diera hace ya tiempo el comandante Chávez y que re impartiera el compañero presidente Maduro después de la derrota electoral del 2015, ordenando el gobierno de calle y la eficiencia.

El lunes por la mañana ya con electricidad en el vecindario, un buen amigo simpatizante de la oposición nos decía medio en serio medio en broma, "estos chavistas son una vaina, uno les jode las cosas y ellos que las arreglan".

No hay duda que la situación está bien difícil. Y no me cabe la menor duda que las elites de la dictadura global de las corporaciones y sobretodo sus títeres en la casa blanca, no van a cesar sus ataques contra la patria del gran Bolívar. El fascismo sigue su avance brutal disfrazado de libre mercado, neoliberalismo y "democracia" representativa. Pero para muchos de nosotros estos son los momentos de la verdad, los tiempos donde nuestro discurso nos enfrenta y nos obliga a actuar con decisión y coraje.

Tiempos de rebelión y de insurrección contra la injusticia, el horror y la barbarie.

Decía el amigo antes nombrado que los revolucionarios éramos unos ilusos que creíamos solo en utopías y muy probablemente tenga razón, pero le rebatiré aquí con unas palabras del irreverente y polémico poeta y escritor inglés Oscar Wilde: "un mapa del mundo que no incluya utopía no merece ni mirarse (…) El progreso es la realización de las utopías".

¿Sera por eso que las anquilosadas elites que se han perpetuado en el poder global neocolonialista quieren evitar a toda costa que los pueblos del sur progresemos?



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Gustavo Corma


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