Descolonizar la Educación

El discurso colonizador, es aquel estructurado sobre el paradigma de la dominación, que se expresa en formas concretas pero sobre todo en una estructura epistemológica que se filtra a cada instancia de las ciencias (exactas o físicas y humanas). En esencia el discurso colonizador se presenta bajo formas de violencia simbólica, que es menos evidente que la violencia física. Y lo hace a través de lo que ese gran pensador francés Pierre Bierdau denomina la creación de habitus, que es un sistema de disposiciones adquiridas que sirven para justificar la dominación. Esos habitus, es la mejor estrategia de los factores de poder colonizado para justificar el control y la hegemonía sobre los grupos subalternizados o subyugados para evitar la resistencia en forma de subversión, o derecho a oponerse a la explotación; pero sobre todo para impedir cualquier acto liberador.

Los habitus, son transmitidos a través de la familia, la religión, la educación y permiten que los sujetos dominados se enajenen sobre su propia explotación y lo vean como un acto normal, imposible de superar ante lo cual se reproduce el ciclo del control y la subordinación. Esto lo decimos a propósito de la campaña contra la Consulta sobre la Calidad Educativa, la Colección Bicentenaria y la resolución 058.

Hemos sido testigos de acusaciones sobre ideologización de la educación, de adoctrinamiento de los menores y adolescentes, de consignas como “con mis hijos no te metas”. Todas ellas merecen – mejor aún requieren- aclaratorias. Asumir, como lo hacen voceros de la oposición que la educación es un acto desideologizado es una muestra de la permanencia de las formas de dominación colonial. Es un habitus reproducido por las academias y Escuelas de Educación, creer que todo acto (educativo, cultural, económico) está desprovisto de motivaciones. Se trata de avanzar en la idea de la neutralidad en el accionar (científico, educativo, social), pues sobre ese planteamiento se han tejido las formas de invisibilizar las contradicciones existentes por la propia dinámica de una sociedad. Por otra parte, y más grave aún, dada las implicaciones de desconocimiento, desde la 2da mitad del siglo XX en el país la Educación ha estado enmarcada en el planteamiento del Estado Docente, eso es que el acto educativo es una responsabilidad del Estado, como parte de los derechos ciudadanos ejercidos y reconocidos, a través de incansables luchas históricas. La idea de Estado Docente, como bien se sabe fe impulsada por el Dr. Luís Beltrán Prieto y asimilada.

¿Qué significó eso? Que los Programas, contenidos, criterios de evaluación y supervisión fueron impartidos desde las Instituciones del Estado y en ello subyace un planteamiento ideológico. La Educación – y los textos- con que fui formada contenían afirmaciones como “Rómulo Betancourt, Padre de la democracia” o “Raúl Leoní, el Presidente Bueno” y no por ello, yo reproduje esas afirmaciones totalmente ideologizadas. No justificó la ideologización, el punto es demostrar que existe y no desde ahora. Por otra parte, el Estado tiene que meterse con nuestros hijos, pues al reconocer los derechos sociales (y la educación lo es) debe encargarse de supervisar y controlar lo que hay se ejecuta, incluyendo las instituciones privadas. Ahora bien, el problema es paradigmático. Quienes asumen la premisa “con mis hijos no te metas”, asumen una postura esencialmente liberal, individualista, muy en la tónica de “dejar hacer, dejar pasar”. Ello no es posible en las actuales condiciones constitucionales, que refuerzan la figura – y el papel- del Estado Docente.

Esto nos abre dos apartes m-as. Uno el referido a la Colección Bicentenaria, que tan duramente – e injustamente- ha sido atacada. Ella asume dos ideas: 1) la urgencia de acabar con el negocio privado de edición de libros a través de las casas editoriales y 2) incorporar en los textos una imagen descolonizada de la realidad, esencialmente multiétnica y multicultural. Los que fuimos formados con los antiguos textos debemos recordar como los niños, padres, madres, tíos, abuelos que aparecían eran todos blancos, casi caucásicos; cuestión que luce como una locura en una sociedad como la venezolana. Los textos de la colección incorporan ese carácter multiétnico pero sobre todo, un contexto cultural propio. Finalmente, la resolución 058 no hace sino profundizar lo planteado en la antigua resolución 751 del año 1985, que establecía la sociedad de padres y la vinculación con la comunidad.

Quienes se oponen, lo hacen desde la rabia y el odio, desde la visión colonizada que “sólo expertos” deben asumir el debate del hecho educativo. Es la concreción de la división social del trabajo en todos los ámbitos de la vida pública y con ello, la legitimación – el habitus- de la segregación y la exclusión. Cómo bien lo asume Paulo Freire, la única vía de superar la división de clases es a través de una acción dialógica, que incluya a todos (la comunidad, los consejos comunales, las sociedades de padres) en el hecho educativo. He ahí el peligro de la Resolución 058, al transformar el hecho educativo en un hecho democrático, dónde la comunidad puede – y debe – opinar, bajo la atenta mirada del Estado Docente. ¿Sabrán esto los padres enmarcados en el habitus de la dominación? No lo creo, por eso la necesidad y urgencia del debate paradigmático.

*Historiador/politólogo

Juane1208@gmail.com


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Juan E. Romero

Dr. Mgs. DEA. Historiador e Investigador. Universidad del Zulia

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