En la Venezuela actual, marcada por el debilitamiento de las instancias de decisión, ejecución, control y legislación, el mercado de divisas ha adquirido un peso desproporcionado como factor de distorsión económica y dejando de cumplir su función generadora de crecimiento y desarrollo. Su funcionamiento desordenado causa un daño estructural al país por ser el principal canal de conversión del dinero en capital, afectando directamente la generación de ganancia que sostiene al sistema económico, sangre y energía del mismo.
La presente propuesta busca su reconfiguración como instrumente monetario y económico amigable sacándonos del reino del terror. Su problemática se expresa en elementos ampliamente conocidos y vividos por el pueblo venezolano, unos derivados del ataque sistemático a nuestra moneda y otros originados en dinámicas internas no resueltas, los cuales resumimos:
Reducción drástica en los ingresos por exportación de nuestros productos, principalmente el petróleo
Disminución consecuente del volumen de divisas disponibles para importar bienes esenciales
Fuga de capitales y reducción de inversión extranjera
Aparición de mercados paralelos y sobrevaluación artificial del tipo de cambio oficial
Aumento en la presión sobre las divisas disponibles para satisfacer la demanda interna.
Incremento de la inestabilidad económica y mayor dificultad para atraer inversiones
Uso extendido de monedas extranjeras en las transacciones internas
Es fundamental reconocer estos elementos, porque reducir los problemas del mercado de divisas a solo una conspiración extranjera impide comprender su raíz estructural. Esa visión parcial nos aleja de formular estrategias verdaderamente reformadoras que vayan definitivamente a la raíz del problema, dejándonos atrapados en una resistencia reactiva en lugar de avanzar hacia un análisis técnico y objetivo. Reconocer la existencia de una agresión económica externa no implica negarla, sino entender con claridad el terreno concreto en el que estamos trabajando y luchando.
Es la brecha cambiaría el obstáculo a superar, la diferencia entre la oferta y demanda de divisas, que el estado no ha podido cubrir por haber desaparecido las fuentes proveedoras de dólares del país, está claro que por causas imperialistas, pero el hecho es que han desaparecido generándose el desequilibrio en el mercado de divisas. Surge así el primer punto a considerar en la propuesta, de responsabilizar exclusivamente al estado del suministro de las divisas. No puede recaer exclusivamente sobre el Estado la responsabilidad del suministro de divisas.
Esto nos lleva a la pregunta central de quienes son los mayores usuarios y beneficiarios del mercado paralelo y el uso de dólar como medio de pago, quedando muy claro que los mayores usuarios son los que usan grandes cantidades de dólares para sus operaciones que son los comerciantes e importadores. Deberían ser ellos los más interesados en el buen funcionamiento de ese mercado.
Esta recurrencia del comercio y de la importación al mercado como consumidores divisas ha generado por lo tanto esa brecha cambiaria que, algunos estiman por el orden de 600 millones de dólares, producto de una demanda de 900 millones de dólares y una oferta del Banco Central de unos 300 millones de dólares. Ese sería el segundo punto, de solo consumidores de divisas los comerciantes e importadores, también deben ser proveedores de las mismas y sus actividades deben ser llevadas hasta el equilibrio cambiario.
¿Por qué los importadores insisten en operar en un mercado sin dólares con una brecha que lógicamente llevaría varios meses cubrir?, bueno porque a pesar de la escasez de dólares, existen incentivos económicos y estratégicos que los impulsan, importadores y comerciantes, a seguir operando en el mercado nacional, aun con sus características limitantes y limitadas.
Pero esta búsqueda de beneficios en un mercado venezolano sin dólares, genera un perjuicio manifiesto al resto de la población venezolana, que tiene que sufrir el consecuente desorden económico y cambiario que genera la explotación del mercado interno de Venezuela en esas condiciones de carestía de divisas.
Así que cada importador y comerciante al realizar sus operaciones comerciales genera un déficit de divisas ya que al vender las mercancías reciben bolívares, que deben convertirse en divisas, las cuales no tiene el país y los lleva al mercado paralelo o negro, donde compra, con un mayor precio que en el oficial los dólares que necesita para continuar sus operaciones incrementando o creando el déficit ya existente. Tenemos aquí el tercer punto a tratar, el déficit que generan las operaciones comerciales en el mercado de divisas.
En esta forma de funcionar ni el mercado de bienes y servicios ni el de divisas, generan los beneficios sociales y colectivos que se espera de ellos, ocurriendo una extraña división de la actividad económica, mientras los importadores y comerciantes obtienen ganancias el resto del país, la sociedad, el estado, otras empresas, asumen las perdidas. Frente a esta distorsión y dislocación no se aplican políticas correctivas, excepto cuando han sido represivas, que tampoco han logrado su objetivo, siendo necesario aplicar más maña que fuerza.
En esta forma de funcionar ni el mercado de bienes y servicios ni el de divisas, generan los beneficios sociales y colectivos que se espera de ellos. Se produce una extraña división de la actividad económica, mientras los importadores y comerciantes obtienen ganancias el resto del país, la sociedad, el estado, otras empresas, asumen las perdidas. Frente a esta distorsión y dislocación no se aplican políticas correctivas, excepto cuando han sido represivas, que tampoco han logrado su objetivo. Es el momento de aplicar más maña que fuerza.
El origen de esta forma de actuar está en la idea impuesta que si no se permite la libre importación se viola un derecho inalienable, un derecho fundamental de los importadores y comerciantes. Hay que salirse de ese chantaje, pues no puede seguirse prevaleciendo el beneficio parcial de los importadores prevalece sobre el beneficio superior de la nación.
Llegamos al cuarto punto a resolver por una nueva propuesta. Junto al libre acceso al mercado nacional se debe evitar el déficit de divisas que genera la importación sin contraprestación al mercado nacional.
La Compra Anticipada de Divisas, plantea como idea central que cada importador o comerciante, antes de importar bienes e incorporarlos al mercado nacional, compre bolívares al Banco Central de Venezuela (BCV) utilizando dólares, anticipándose al déficit de divisas que se va a generar. Obtiene así un compromiso y puerta de acceso y explotación del mercado nacional y genera un beneficio anticipado al país al equilibrar la disponibilidad de divisas en el BCV.
Este mecanismo permitiría una reconfiguración del mercado de divisas necesaria, que permitirá alcanzar los puntos de distorsión actual del mismo y salida del laberinto, de un mercado sin proveedores tradicionales de divisas. Y es que así se resolvería el problema real, sistémico, de Venezuela que es como utilizar para el beneficio nacional los mecanismos que genera el propio mercado capitalista.
La implementación de la propuesta se suma a la visión central de gobiernos como es el dialogo y la concertación para alcanzar soluciones creíbles y aplicables, en este caso en el mercado de divisas, reconoce el papel que tiene cada uno de los participantes en ese mercado, con derechos y deberes, colaborando todos con la estabilidad de la moneda y del sistema. Con él se compromete a los principales actores presentes en el sistema como son el gobierno, a su vez empeñado en la no emisión de dinero inorgánico para situaciones coyunturales, a los importadores para incorporar y atenerse a estas normas y sumándose a una instancia de conciliación y de consulta en el emisor; al propio BCV y sus técnicos para generar la normativa del mecanismo que regule continuamente todo el proceso.
Como eje estructural permite crear un sistema monetario y financiero eficiente, endógeno, desarrollador de las empresas, instituciones y el mercado, que facilite a su vez el desarrollo nacional, según los lineamientos que la alta dirección política plantee para el país.