La deuda: un mecanismo infernal en el centro de la feminización de la migración

La deuda al servicio de una economía feminizada y racializada

El capitalismo globalizado, dentro del que el «sistema de la deuda» es esencial, exacerba las desigualdades sociales. Alimenta y acentúa las desigualdades relacionadas con la clase, el género y la «raza». De hecho, el capitalismo es estructuralmente patriarcal. Y no podría funcionar sin la explotación del trabajo reproductivo[i] 1/ de las mujeres, un trabajo que está totalmente devaluado, infravalorado, invisible y, por tanto, muy mal pagado o, directamente, no pagado (gratuito). Además, se basa en una lógica racial que establece un principio de jerarquía entre las personas «blancas» y las «no blancas». Estas últimas asignados al fondo de la escala social y de la división del trabajo, lo que favorece su explotación desmedida. Así, el capitalismo, el patriarcado y el racismo están entrelazados y refuerzan mutuamente sus opresiones. La deuda, una de las principales herramientas para la consolidación de este capitalismo patriarcal y racializado, ataca a las poblaciones más vulnerables y marginadas, de las que sin duda forman parte las mujeres precarias, migrantes y racializadas. Por ello, a ellas les conciernen específicamente las medidas exigidas en su nombre, que acentúan la división sexual y racial del trabajo y las violencias sexistas y machistas.

El exilio forzado de las mujeres como consecuencia del “sistema deuda”

La deuda no es neutral en cuanto al género. La desestructuración que genera tiene impactos específicos de género, empujando a cada vez más mujeres a abandonar sus familias, sus comunidades, sus ciudades, sus pueblos y países, no para involucrarse en un proyecto con perspectivas emancipadoras, sino para tratar de sobrevivir y asegurar su subsistencia y la de sus seres queridos.

El desmantelamiento del Estado social que está en el centro de las exigencias de austeridad tiene múltiples implicaciones para las mujeres. La privatización y los recortes presupuestarios impuestos a los servicios públicos y sociales les afectan específicamente como trabajadoras[ii] 2/, usuarias y beneficiarias de estos sectores, pero también como madres, compañeras e hijas que tendrán que «compensar» la pérdida o inaccesibilidad de estos servicios. De hecho, para llevar a cabo las tareas de cuidado y educación desatendidas por la administración pública, no tienen más remedio que reducir su jornada laboral remunerada o tomar de sus escasos recursos los fondos necesarios para el cuidado de sus hijas e hijos y familiares dependientes. Asistimos así a una auténtica sustitución de las funciones y responsabilidades esenciales del Estado hacia la esfera familiar y, por tanto, hacia las mujeres. En nombre de la deuda pública, el concepto de «Estado social» está siendo sustituido por el de la «madre social». Asumir esta carga adicional significa para muchas mujeres integrar de manera forzada los flujos migratorios.

El «todo para la exportación», medida emblemática del ajuste estructural, sitúa a las mujeres, sobre todo a las mujeres rurales, principales productoras y agricultoras del mundo, en una posición de total precariedad. Basado en un extractivismo ilimitado de los recursos naturales, De manera progresiva, la intensificación de los monocultivos para la exportación que están, generalmente, en manos de hombres, están sustituyendo a los cultivos de subsistencia, en los que hay una gran mayoría de mujeres, que se ven obligadas a retirarse a tierras marginales. El «todo para la exportación» también significa el acaparamiento y la explotación intensiva y extensiva de la tierra, los ríos, los lagos, etc. por parte de las empresas multinacionales con el aval de los gobiernos y las IFI (Instituciones Financieras Internacionales). Privadas de los medios de producción necesarios para la reproducción las vidas, arrancadas de sus formas de vida no mercantiles que garantizaban su soberanía alimentaria y la de sus familias, cada vez más mujeres rurales del Sur se ven obligadas a emigrar a las ciudades o a los países del Norte.

Como principales suministradoras de las necesidades básicas de la familia, las mujeres sufren las consecuencias del aumento de los precios de los bienes de consumo cotidiano resultantes de la devaluación de las monedas locales, el aumento del IVA o el fin de los subsidios en los productos básicos, el paquete básico de políticas prescritas para garantizar el pago de la deuda. Para seguir cubriendo las necesidades básicas de sus familias, deben, a menudo a costa de su salud física y mental, aumentar cada vez más su trabajo gratuito y/o recurrir al endeudamiento privado. No es casualidad que el microcrédito, que tiene como objetivo principal a las mujeres, haya crecido enormemente en las economías más “ajustadas”[iii] 3/. Para escapar de sus acreedores, algunas de ellas abandonarán sus hogares y comunidades.

Los megaproyectos extractivistas apoyados por las IFI (por ejemplo, agroalimentarios, de explotación minera o energética a gran escala, etc.) no dudan en recurrir a grupos armados para «proteger» las zonas que acaparan. Estos «hombres armados» suelen ejercer violencia sexual contra las mujeres para empujarlas a ellas y a sus familias a abandonar los territorios y los recursos codiciados. A menudo, son las mujeres las que están en la vanguardia de la resistencia a estos megaproyectos, y se enfrentan a altos niveles de violencia represiva. El aumento del gasto militar financiado por la deuda también acentúa la violencia específica contra las mujeres, muchas veces utilizadas como «botín de guerra». Para estas mujeres, la migración es a menudo la única manera de escapar de esta violencia multifacética y de salvar sus vidas.

Rutas de la emigración bloqueadas por la deuda

En un capitalismo cada vez más globalizado, las mujeres migrantes (documentadas o indocumentadas) son las principales trabajadoras en sectores laborales cuyo desarrollo está intrínsecamente ligado a las políticas de endeudamiento. Voy a centrarme en dos de ellos.

Área de libre comercio o de libre explotación de mujeres

La proliferación de estas áreas de libre comercio (también llamadas «zonas francas») es una de las consecuencias directas de la disolución de todos los derechos laborales, de la regulación, promovida por las IFI. Atraen masivamente a las multinacionales que se aprovechan de una mano de obra mal pagada, esencialmente femenina y «que se deja explotar voluntariamente». En estas fábricas de exportación (de producción textil y electrónica principalmente) hacia el Norte Global, las condiciones de trabajo se asemejan a la esclavitud moderna[iv] 4/, con trabajadores y trabajadoras que ponen en peligro su salud por salarios que apenas les permiten sobrevivir. Cuando se organizan y demandan, las empresas los despiden y/o se trasladan a nuevas zonas (se deslocalizan), dejando atrás a millones de personas. El hecho de que estos empleos, con obsolescencia programada y pésimas condiciones laborales, generen grandes flujos de migración femenina rural e internacional es indicativo de la magnitud de la miseria de la que huyen o tratan de compensar.

Las mujeres al servicio de la reproducción social

La destrucción del Estado social allí donde existía, con los recortes presupuestarios, la mercantilización y la privatización de los servicios públicos necesarios para la reproducción de la vida (sanidad, educación, atención a la primera infancia, sectores sociales) implica también un llamamiento a las trabajadoras del Sur para garantizar y mantener la reproducción social. Los trabajos[v] 5/ (formales o no) que sostienen la reproducción social y el mantenimiento de la vida son sistemáticamente desvalorizados, entendidos como naturalmente «femeninos», no son considerados como un «trabajo real» y, por lo tanto, están muy mal remunerados, son flexibles y precarios. Muy poco atractivos para las trabajadoras nacionales, son el nicho de trabajo para las mujeres que se sitúan en la imbricación de las opresiones de clase, género y «raza»: las mujeres migrantes.

En la esfera privada, ante la escasez o la inaccesibilidad a los servicios públicos y de protección social, ante el rechazo persistente de los hombres a compartir las tareas domésticas y ante el rápido envejecimiento de la población, las mujeres que pueden permitírselo económicamente (y para salvaguardar también su acceso al trabajo remunerado) externalizan el excedente de trabajo de reproducción social a las mujeres migrantes. Estas últimas, a su vez, confían a mujeres más pobres y/o vulnerables que ellas el trabajo reproductivo que ya no pueden realizar en el seno de sus familias. Asistimos así a lo que las feministas han llamado la «cadena global de cuidados» que mantiene a toda velocidad el orden de dominación y la estructura capitalista patriarcal y racial a la que sirve.

En conclusión, constatar que el cinismo del «sistema de la deuda» no tiene límites: Las mujeres que emigran para paliar la crisis de la reproducción social orquestada por el ajuste estructural, cuya explotación se ha convertido en crucial para salvaguardar el mantenimiento de la vida en el Norte, son proveedoras netas de divisas para sus países de origen, parte de las cuales se destinan a la devolución de la deuda o a la contratación de nuevos préstamos... La espiral infernal de la deuda llega así a su paroxismo y muestra lo mucho que gana cualquier estrategia de emancipación al incluir la abolición de las deudas ilegítimas entre sus demandas.

Traducción: Beatriz Ortiz para CADTM

4/3/2021

https://www.cadtm.org/La-deuda-un-mecanismo-infernal-en-el-centro-de-la-feminizacion-de-la-migracion


[i] El trabajo reproductivo abarca todo el trabajo realizado para reproducir la vida humana. Desde una perspectiva capitalista, se refiere a los cuidados necesarios para proporcionar a una persona la capacidad de trabajar. Este trabajo de (re)producción de fuerza de trabajo es indispensable para el capitalismo: sin él no hay producción ni reproducción de mercancías y, por tanto, no hay acumulación capitalista.

[ii] Las mujeres representan dos tercios de las trabajadoras en el sector de la sanidad, la educación y los servicios sociales, esencialmente en puestos «subalternos».

[iii] Por un análisis crítico de las microfinanzas : https://www.cadtm.org/microcredit-1538?lang=fr

[iv] Jornadas de trabajo de más de 12 horas sin descanso real, que a menudo se prolongan hasta la noche, con horas extraordinarias impuestas, en condiciones de ruido, insalubridad y escasa iluminación, reglamentos muy estrictos, multas, registros corporales, pruebas de embarazo obligatorias, etc.

[v] Reuniendo a los sectores de servicios de cuidado, trabajo doméstico y de trabajo sexual.

 



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