A 7 años de un crimen sin castigo

Hace justamente siete años, un día 2 de diciembre, cuando se cumplían 50 años del arrebatón de Marcos Pérez Jiménez al pueblo venezolano, sus herederos decidieron ese día arrebatarnos la navidad y la vida a cientos de venezolanos a través del criminal paro petrolero que costó al país entre 25 y 30 mil millones de dólares, que todavía no han sido cobrados a los vende patria de aquella cúpula de Fedecámaras, CTV, Contratistas, Gente del Petroleo, la godarria de los medios de comunicación, gobernadores y alcaldes escuálidos, que dieron el primer parte de guerra, al anunciar el Paro de la Industria Petrolera.

La llamada nómina mayor, integrada por la meritocracia traidora a la patria, junto con los criminales de la centrales patronales y las sanguijuelas de PDVSA (Contratistas o tercerizadoras) decidieron decretar la ruina del país, porque había que acabar con Venezuela para sacar a Hugo Rafael Chávez Frías, del poder. Porque había que sacarlo del corazón del pueblo y solo acabando con esos marginales o sometiéndolos por el hambre y la muerte de menguas se podía sacar al comandante.

Fue la venganza más cruel de la burguesía vende patria, junto a los apátridas vende obreros y los lacayos de las transnacionales,contra un pueblo que los días, 11, 12 y 13 de abril, de ese mismo año, se encrespó y salió a la calle, para rescatar a su presidente y líder natural y poner en fuga a la cobarde jauría de coyotes (con el perdón de esos moradores de las praderas norteñas), que habían intentado clavar sus asquerosos colmillos en la yugular de la patria, para colocar su cadáver a las plantas de los Marines y de esa manera demostrar cuan dóciles cachorros, fieles a su amo son.

Esa rebeldía del heroico pueblo venezolano, la cobraron los cobardes privándolo de alimentos, de medicamentos, de diversión y de su más arraigada tradición como es la navidad. Amén de las vidas que se perdieron por no haber podido lograr llegar a un hospital, por la carencia de combustible para movilizar un auto particular o una ambulancia.

Cuantos niños y niñas pasaron hambre y lloraron junto a sus madres ante la impotencia de no poder encontrar como saciar esta primaria necesidad como es la alimentación. Los derechos al estudio y a una vida digna de nuestras niñas, niños y adolescentes les fueron pisoteados por los hambreadores del pueblo y saqueadores del erario público que no estaban dispuestos a permitir que les arrebataran la piñata.

Los responsables de tan altero crimen, mientras con cuñas grabadas en la TV y en la radio, llamaban al pueblo a sacrificarse y comer las hallacas sin Chávez en Carnaval, volaban a Aruba y a Miami con su familia a disfrutar de los placeres navideños en aquellos parajes, con los dólares robados al pueblo y los que le había pagado el norte por la traición a la patria.

Que coincidencia a 50 años de un golpe a la voluntad del pueblo asestado por la misma clase política y económica, como si se tratara de un río reclamando su cause, los buitres volvieron a caer sobre su presa, pero una vez más la valentía y capacidad de este pueblo, forjador de libertades, se sacudió a sus opresores y traidores y hoy solo espera que la justicia funcione y que no quede un solo criminal en la calle de los que actuaron los días 11, 12 y 13 de abril , en contra de los más sagrados intereses del colectivo y de las instituciones democráticas que luego recurrieron a la vía económica en busca de lograr sus propósitos.

A la fecha no se ha hecho justicia y lo que es peor, muchos de los saboteadores continúan en PDVSA, disfrutando de lo que no alcanzaron a destruir, por la posición valiente del pueblo que soportó con estoicismo la arremetida de los sobrevivientes del holoceno de la política venezolana. Las sanguijuelas de PDVSA, siguen allí contratando a trabajadores, a quienes pagan salario mínimo y a la petrolera le cobran diez veces esa suma por los servicios del contratado o tercerizado. Los vende obreros que se prestaron al atentado contra su pueblo ahora son rojos, rojitos y más chavistas que el maestro Hugo de los Reyes. Pero mas temprano que tarde el pueblo les cobrará sus felonías y quedaran al descubierto y tendrán que pagar por su traición y actos criminales cometidos contra el colectivo.

Esta fecha no debemos olvidarla jamás y sobre todo las nuevas generaciones, incluyendo esos niños y niñas que junto a sus madres lloraron de hambre, porque ellos tienen que convertirse en adalides de la justicia. La traición a la patria y los crímenes de lesa humanidad, no prescriben. Así que la espada de la justicia sigue pendiendo sobre la cabeza de los criminales. Está prohibido olvidar y quienes hoy salen con la cara muy limpia a través de la llamada “Llamada mesa de la unidad” tienen esa cuenta pendiente con la patria. Hoy reclamamos que se activen los mecanismos del Estado, contra la delincuencia, a siete años de un crimen sin castigo.


Periodista CNP 2414 cd2620@gmail.com cadiz2021@yahoo.es


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Cástor Díaz*

Periodista CNP 2414

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