El fascismo, enfermedad contagiosa

Linchamientos, política y dignidad

A la caída de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, un grupo de ciudadanos, (adolescente uno) recorríamos Caracas celebrando tal acontecimiento, formé parte de una poblada que fuimos a la sede de la Seguridad Nacional (SN) en las cercanías de la Plaza Morelos, a liberar a los presos. En la avenida México en un edificio en construcción alguien afanosamente se dedicaba a picar cabillas y repartirlas a la masa.

Los presos salían con colchonetas y diversos utensilios, algunos seguranales (esbirros, termino de la época) simulaban ser detenidos para escapar, y al ser descubiertos eran atrapados y linchados, fui testigo allí de una muerte horrible de uno de ellos, quién ensangrentado en el suelo, pedía clemencia y surgió uno del grupo y le introdujo una cabilla por la boca; luego en la avenida Bolívar, también observé un linchamiento de varios SN, que fueron capturados e incinerados en el mismo vehículo donde escapaban.

Desde el edificio hubo varios disparos, contra nosotros los sitidiadores, pero la masa no cedía. Fueron tiempos pos dictatoriales de complejas situaciones emocionales, de venganzas y persecuciones. Vivíamos una atmósfera riesgosa por cuanto, cualquiera denunciado como sospechoso, corría el riesgo de ser linchado, como ocurrió varias veces. Había un quiebre de la autoridad. Aquello me impactó y con el tiempo comprendí lo peligroso que son las masas sin orientación y control político, haciéndose justicia con sus propias manos.

Pocos años después atendiendo la línea política, pacífica y democrática del PC, fuimos al Congreso Nacional, a protestar contra: “las leyes hambreadoras de Rómulo Betancourt”, rebaja del 10% en los salarios de los trabajadores y el aumento de una locha al litro de leche (costaba un bolívar) entre otras.

Los adecos que habían tomado la vía de la represión en asaltos a sindicatos, se entrenaban también en linchamientos de ciudadanos protestatarios, tal como ocurrió en los alrededores del Palacio Federal en la protesta aludida, donde se lanzaron a la caza de comunistas ¡Allí va uno, agarrenlo! ¡Que no escape nadie! Nos atacaron con ferocidad, al suscrito lo molieron a cabillazos ,y lo arrastraron por la avenida universidad hasta la Plaza de San Jacinto donde fui rescatado, y me llevaron a la residencia del camarada Eduardo Machado, en la Florida, donde su esposa la “gringa” me aplicó los primeros auxilios. Esos aprendizajes de los adecos y copeyanos en el linchamiento de ciudadanos les llevaron después a linchar todo un país.

Recordemos que, a pocos meses de la asunción de Rómulo Betancourt a la Presidencia, exactamente el 4 de agosto de 1959, las huestes represivas cargaron contra una manifestación de desempleados en la Plaza “De la Concordia” con un saldo de varios muertos y numerosos heridos ¡Paradojas! En ese lugar en el periodo gomecista estuvo la cárcel de la Rotunda.

Este suceso ocurrido hace cincuenta y ocho años, visto hoy, podríamos decir que aquello fue un simbólico mensaje represivo (nada de concordia) que inexorablemente se ejecutó durante los cuarenta años de la “Democracia Representativa”, que también conocemos como el Pacto de Punto Fijo. (1958-1999) Y no fue ésta una conducta ingenua, o de simples errores políticos ¡NO! Era un guión claramente establecido en el desarrollo de la Guerra Fría, que se corresponde además con la implantación del Ministerio de las Colonias (OEA-1948) para formalizar el dominio de los EEUU en su “Patio Trasero”.

En la actualidad en manos de los poderes públicos reposa el Informe Final de la “Comisión de Estado por la Justicia y la Verdad contemplado en la Ley para sancionar los Crímenes, Desapariciones, Torturas y otras violaciones de los derechos Humanos por Razones Políticas en el Período 1958-1959.”

Este informe de las ominosas cuatro décadas, puede ser una oportunidad histórica para que los poderes nacionales resarzan a la República de tanta impunidad, O, que este esfuerzo, de densa acumulación investigativa de datos, de importante inversión de horas-trabajo, expresada en centenares de páginas, quede como un buen aporte teórico-documental en la historia de la infamia nacional.

En los días que corren, estamos viendo como sectores violentos desarrollan prácticas muy similares a la de los grupos fascistas en la tercera y cuarta década del siglo XX, que precedieron a la II Guerra Mundial. Esas organizaciones fueron conocidas como “Las camisas negras” de Mussolini y “Camisas Pardas alemanas” SA (Sturmabteilung) Unas y otras fueron famosas por sus pogromos. De la SA, surgió en 1934, las SS (Schutzstaffel) la guardia personal de Hitler.

Pero también en la década del 60 en la guerra de liberación de Argelia, hubo linchamientos de argelinos en las calles de París. Después de la Guerra de Secesión en EEUU, en el Siglo XIX, se creó el Ku Klux Klan, que aún pervive en la cultura de ciertos sectores de esa Nación.

En las guerras se combate, se mata y se muere, pero pienso que la tortura y el linchamiento, no deben formar parte de la filosofía de la guerra. En la historia de las cuatro décadas ominosas, la actividad de oficiales y soldados venezolanos en los (TO) Teatro de operaciones antiguerrilleras donde se torturó y donde desaparecieron ciudadanos, no fue precisamente una etapa gloriosa del honor militar. Sin embargo también hay que señalar que en ese período hubo una oficialidad que se desmarcó de esos procederes y unos cuantos terminaron participando en levantamientos armados e incorporándose a la revolución.

Pero ésta del siglo XXI es otra guerra, que se esconde en el eufemismo, de “Guerra no convencional” o de “cuarta generación” para justificar cualquier atrocidad: cremar ciudadanos en la vía pública, montar trampas para el degüello, destruir escuelas y hospitales, emplear francotiradores, utilización de niños en tareas de logística y servir de escudos humanos, contratación de indigentes como combatientes, empleo malicioso de los medios de comunicación, etc.
Se trata de crear el terror, es un asunto de números, de acumulado de víctimas: muertos, heridos, presos, destrucción de infraestructura y de bienes, lo que sea, siempre y cuando contribuya a la caotización urbana y paralización de la vida ciudadana. En ese sentido alguien maneja rigurosamente un artefacto contable (Excel) y seguramente habrá una META, para que la maquinaria foránea interventora suelte amarras y actúe. Esta Guerra de Cuarta Generación, jamás dará explicaciones, pues ningún liderazgo la asumirá, es una guerra sin honor, sin valientes, sin héroes, sin rostro, por eso la capucha.

Hay otros linchamientos: LOS MORALES, que abundan en los últimos tiempos, cuestión que hay que evitar, particularmente las personas que nos identificamos con las posiciones democráticas, progresistas, moderadas, anticapitalistas, antiimperialistas o revolucionarias. Si lo hace la derecha, Chávez, probablemente diría “esa es su naturaleza”.

Puede ser inconveniente volvernos “jueces con juicios eticos ligeros” sobre comportamientos e ideas de personas que piensan distinto a nosotros, en una sociedad plural como la nuestra, incluyendo a miembros o exmiembros de este proceso político venezolano. En ese sentido hay que cuidarse de los rápidos señalamientos descalificadores: traidores, agentes de la CIA, servidores de la oligarquía, etc., etc. A menos que se tenga la certeza de lo afirmado y su denuncia pública sea un importante acto de sanación político-ideológico, de prevención y seguridad.
Los atributos de los jueces deben ser muy elevados, para que no haya dudas de su autoridad. En la década del 60 unos cuantos jóvenes fuimos sometidos a la justicia militar y condenados a largas penas. Era impactante aquella autoridad uniformada que presidía el Consejo de Guerra, con la jerarquía de general de la República, con una guerrera saturada de condecoraciones y distinciones.

A tantos años de aquel suceso, en mi vejez, no me quejo, ni reclamo nada, él atendía un mandato superior político-castrense de la represión, y yo, como joven cumplía mis obligaciones de atender en aquel complejo contexto nacional y mundial nuestro tiempo histórico ¡Era un alzao en función de la liberación nacional! (1)

Años después el susodicho general: adversario, enemigo ideológico, lamentablemente, era capturado y sometido a prisión por traficante de drogas. (Datos fáciles de recabar)! Qué pena! Esos no son los adversarios político-ideológicos que uno quisiera.

En nuestra experiencia político-carcelaria, los delatores en la década del 60, eran sancionados con la “Ley de Hielo” y en el caso de Tacarigua se les asignaba un galpón. Estos compañeros de cárcel que habían tenido un repudiable comportamiento ante el aparato represivo, eran sancionados, sí, pero respetábamos su condición humana. Por una razón muy sencilla, una verdadera revolución tiene como desiderátum lo humano, independientemente de que en un momento determinado haya tenido que ser severa, en casos tan graves como el que en Cuba, llevó a la ejecución del héroe de Angola general Ochoa y su grupo.

LA REVOLUCIÓN ES CULTURAL

(1) Nota: Los miembros de las FALN, eran combatientes por la Liberación Nacional, tanto en la Guerra Urbana, como en las montañas. Militantes anticolonialistas, socialistas, anticapitalistas, antiimperialistas. Llenos de humanismo, y en lo fundamental seres humanos, con su carga de errores, pero conscientes que la vida estaba en riesgo constantemente. Miles de encarcelados, asesinados, heridos, desaparecidos, enfermos y traumatizados, es la impronta trágica de un período que debemos evitar.


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Rafael Castro

Especializado en Gestión Cultural. Colaborador y Fundador de Instituciones de la Cultura, en el Sector Público y Privado.

 racasce@gmail.com      @racas42

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