Sonríe cadáver, voy a tomarte una foto

Una madre, con su hija en brazos, ambas debajo de una gandola. Un médico con el rostro irreconocible por los golpes que le ocasionaron el chocar su auto contra otra gandola en el puente Angostura. Un mediocre, conduciendo un show político en las mañanas y jugando con el dolor de la familia Faddoul. Son apenas imágenes en la memoria del colectivo a través de los medios de comunicación impresos y audiovisuales. A nadie a de extrañar porque sucede en todo el mundo y parece que los investigadores, los sociólogos, los educadores, los intelectuales, y porque no decirlo, la Conferencia Episcopal Venezolana, tiraron la toalla ante la avalancha de “información” tóxica.

Sabía el lector que cuando el periodista y el reportero gráfico conocen una persona que murió de manera trágica y su cadáver está expuesto al lente del periódico para el cual trabajan, tienen la gentileza de no publicar la foto del cadáver y publicar en su lugar una foto en vida. Pero no quiero destacar ese pacto de caballero, sino demostrar que la imagen sangrienta de un cadáver no es noticia, sin embargo, existe la certeza mercantilista de que la foto en cuestión vende el periódico, porque a la gente le gusta la sangre. Una cosa es cierta, a nadie, absolutamente a nadie le gustaría ver un ser querido en la foto sangrienta de una página de sucesos. Imagine el lector un trágico accidente en el que su hijo muere decapitado o que su mejor amigo es asesinado y los ciudadanos contemplan antes del desayuno el tiro que le dieron en la frente. ¿Son los seres humanos adictos a la violencia que les es ajena?, y si es cierto ¿por qué sucede, qué es lo que atrae de la violencia?. Información no es, puesto que ver las moscas en la boca abierta de un malandro abatido en un enfrentamiento no me informa absolutamente nada, a menos que se trate de un reportaje sobre la rápida descomposición de un cadáver y necesitemos ser más explicito con las imágenes.

¿De quién es la responsabilidad?, ¿del fotógrafo, del periodista, del editor, del dueño del medio, del lector que en su anonimato esconde su adicción a la sangre?. ¿Se puede informar con menos sangre, se puede vender con menos sangre?. Imagine el lector un día en que ninguno de los periódicos publique una sola foto sangrienta, ni siquiera una noticia, pues están obligados a informar los hechos violentos. Pero tan solo un día, un día libre de sangre. Dirán algunos estudiantes de periodismo ingenuos y algunos periodistas irónicos, ¡pero hay que informar la realidad!. ¿Por qué informar con la foto de una madre muerta en la carretera con su hija en los brazos, también muerta?. Es obvio que el debate debe darse en las escuelas de comunicación social, ¿pero se está dando?.
Volviendo al caso que nos ocupa, he escuchado adolescentes que lloran y afirman estar aterradas por la inseguridad. Y nos aterra cuando sentimos la violencia cerca, entonces nos damos cuenta de lo dañino que es no sentir compromiso por el dolor ajeno, la inseguridad de otros. Un empresario de Upata al recuperar su hija secuestrada, manifestó la necesidad de contribuir con las instituciones para fortalecer la seguridad de todos. Otras personas perciben la solución de otra manera y consideran que esas instituciones deben atacarse y presionarlas. Mientras la discusión estéril continúa, a varias páginas de su apacible lectura, tenga la seguridad amigo lector, que encontrará la foto de un cadáver. Mírela y reflexione si lo considera información o la oferta a una morbosidad. Si no le produce nada, entonces sonríe cadáver, voy a tomarte una foto.

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David Javier Medina


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