III PARTE – La verdad de frente

11 de Abril del 2002 – La Batalla del Centro de Caracas

(...Viene de la II Parte) me dio miedo, un profundo escalofrío, en cambio me devolví a la esquina de Bolero para subir a la esquina de Pineda y poder salir a la de Cuartel Viejo en la avenida Baralt, a una cuadra más arriba del puente Llaguno. Allí varias personas observaban de lejos el combate, para este momento eran pasadas las 4:15 p.m. y se podía ver a la distancia a un grupo de chavistas corriendo, que subían y bajaban repetidamente entre Llaguno y Piñango, lo cual hacían plegándose a las paredes de la avenida Baralt, yo fui bajando poco a poco por la acera Este hacia el puente Llaguno, antes de llegar a la mitad de la cuadra los disparos de nuevo fueron atronadores, corrí a meterme detrás de los kioscos, árboles, lo que fuera porque aunque lejos ahora si me encontraba en la línea de fuego, esto no impedía que acá a mitad de la cuadra hubieran también espectadores de la macabra escena y entre ellos encontré a mi viejo amigo de la adolescencia Rafael León, quién con una Santamaría verde de fondo me hizo recordar su época de formidable titiritero creando teatrinos mágicos de la nada, para satisfacer la fantasía de un público infantil en los barrios y diversos sectores de Caricuao, nos miramos, no recuerdo que poquísimas palabras nos dijimos, el saludo era más bien como saber que un amigo estaba cerca tácitamente percibiendo los mismos hechos y permanecer cerca de él, la realidad sobrepasaba inmensamente a la imaginación y esto producía un fuerte choque a los sentidos que ofuscaba, creo que todo el inmenso colectivo allí presente se sentía igual, mí ser lo tenía como pasmado. Luego halados por un misterioso hilo seguimos hacia debajo del puente ya que la gente había corrido de nuevo hacia Piñango, pero en ese momento al llegar al borde del puente Llaguno en el pasillo Noreste, todo el tropel de personas en un segundo se devolvió y nos metió en este primer pasillo que conecta hacia la avenida Urdaneta, subiéndonos los primeros escalones prácticamente cargados y a empujones antes que las balas los alcanzaran a ellos y también a nosotros, momentos después vimos a unos jóvenes pasar como un celaje por la acera del frente, quienes cargaban a otras 2 ó 3 personas que estaban desmayadas y heridas (mitad heridas, mitad acertijo) subiéndolas por la escalera Sur-Oeste rumbo a Miraflores, la que nos quedaba en diagonal, yo apenas asomaba una parte de la cara para ver estos sucesos increíbles, después de cada sesión de disparos, a veces dos en 10 minutos, se repetía también esta dolorosa escena. Casi de inmediato sin embargo volvió a salir todo este gentío de los pasillos, primero unos 10 ó 15 y luego se les sumaban más, que se reunían siempre un momento en el borde del puente en la avenida Baralt, en el canal que baja sentido Norte-Sur de la avenida, eran muchachos con piedras, tubos, palos, botellas y armas de fuego (4 ó 5 revólveres), que gritaban consignas de apoyo a Chávez y se daban valor para en ese mismo instante comenzar una nueva de sus constantes arremetidas, empezaron a rastriar pegados a las paredes hacia la esquina de Piñango, atacando con todo lo que tenían a mano arrojaban piedras, botellas y disparaban, apoyados por el grupo de armas arriba del puente, en ese momento aprovechamos esta breve ofensiva chavista y nos pasamos rápido para el otro pasillo Sureste, un poco más abajo en la misma acera debajo del puente, la sincronía de estos ataques era proveniente de una necesaria y extremadamente arriesgada improvisación, esto se repetía una y otra vez con su después respectivo desfile de heridos y muertos en brazos de sus socorristas. Increíblemente y para mí asombro en este nuevo sitio de observación, pude constatar que quienes ahora se replegaban por el ataque chavista eran nada menos que los agentes de La Policía Metropolitana, quienes corrían hacia la esquina Muñoz desde Piñango, para luego minutos más tarde ser ellos quienes arremetieran de nuevo con sus armas de repetición, revólveres y pistolas contra los chavistas y así sucesivamente una y otra vez. Aunque esto lo estaban viendo mis ojos no lo comprendí en ese instante, como tampoco en las horas por venir, sólo dos días después estaban encajando las piezas de la lógica de los hechos en mí mente, ¿Por qué estaba ocurriendo esto? No lo entendía, pero lo cierto es que nunca cesaron estos combates durante el resto de este día entre La P.M. y los chavistas, ahora yo pensaba y me preguntaba: los agentes de la P.M. no son unos locos que van a disparar balas a una concentración de seguidores del presidente Chávez, así se les ordene hacerlo, pienso yo y el pueblo chavista tampoco lo va a hacer con los agentes de la P.M., entonces, ¿qué estaba ocurriendo? Porque lo cierto es que eso era lo que estaba pasando, entre estos dos bandos y entre estas dos esquinas, además este ataque frontal duró más de 8 horas, comenzando a las 3:15 p.m. aproximadamente (aquí otro testigo me corregirá) y terminando a las 11:20 p.m. con los últimos caídos y heridos entre las mismas esquinas, todas las balas del Sacudón, 23 de Enero, 4 de Febrero y 27 de Noviembre suman creo yo solo un porcentaje de las que aquí fueron disparadas, cuantas balas pudiesen contarse en un día estaban aquí, en huracán sostenido como dando vueltas, buscando alguna humanidad una y otra vez.

Una de estas veces que la policía metropolitana se estaba replegando y los chavistas en su turno arremetían contra ellos, aproveché de mostrarle a León en el borde Sur del puente, el sitio donde había caído el hermano que describí antes y del cual su recuerdo no cesaba de invadir mi mente, pero mí mayor sorpresa fue la abundante sangre que había regada en el pavimento de la avenida, eran coágulos inmensos que habían caído desde arriba, y que ahora al recordarlos me provoca un fuerte sentimiento, todo ese ser estaba allí; luego nos dimos cuenta que en los sucesivos ataques, los muchachos antes de emprenderlos se reunían en torno a esa sangre, no sé si inconcientemente pisaban pedacitos de esa humanidad ó si era parte de su auto motivación colocarse en torno de ella, no lo sé, pero allí se reunían unos momentos antes de partir a cada ofensiva y ahora estaban volviéndose a reunir allí después de tomar aire y haber retrocedido una vez más a otro ataque de La P.M.; gritaban, saltaban, decían consignas para motivarse mutuamente y emprender de nuevo la ofensiva y otra vez volver a replegarse rápido aumentando el conteo de heridos y muertos, era una danza casi infinita correteando con la muerte, ¡que escena tan horrenda!, allí la adrenalina me había chocado totalmente, me traspasaba su olor, me sostenía en vilo, iba y venía sin sentir los pies ni el cuerpo sólo el corazón con estómago en nudo y un recuerdo remoto de la existencia. Las balas seguían pasando sin cesar cerca de nosotros provenientes de la esquina Piñango y un poco más abajo en la avenida, pero eran contestadas hacia ellos desde encima y debajo del puente, permanecimos replegados en este pasillo y en el del frente mientras esos muchachos las enfrentaban prácticamente desarmados, no comprendo cómo podían hacerlo, ni porqué (¿?), usaban su cuerpo para enfrentar la balacera poseídos quizá por la fe en que no les iban a dar, estar allí era como una invitación continua a corretear con la muerte, lo cual aceptamos con el corazón en la mano, dos ó tres veces acompañamos al tropel hacia la esquina de Piñango, habían muchachas también y señores, nos quedamos a mitad de cuadra detrás de los kioscos, árboles y unas columnas que hay en un edificio en la acera Oeste entre Llaguno y Piñango viendo como los valientes subían y bajaban pasando por nuestro lado, nada en mi vida había sido más fuerte, no sé si algo en el futuro lo será.

Estaban a punto de dar las 5:00 p.m. cuando dejamos esta escena, habíamos estado alternando entre los dos pasillos del Sur debajo del puente, cuando nos fuimos lo hicimos por el que sube a la avenida Urdaneta desembocando en el edificio del I.V.S.S.( donde primero constaté que la policía metropolitana era el contrincante de los chavistas), este es el Sureste, justo allí encontramos otro cuadro de horror, los rostros desencajados apretados de indignación y dolor, el llanto nervioso y desesperado de dos mujeres, la impotencia y no sé que más cosas mezcladas producto de otra víctima, otro hermano, que se lo habían llevado un momento antes que llegáramos allí, pero que había dejado su humanidad rojo profundo en el piso, una gran masa roja espesa (algo no visto en mí vida), estallaba la ira con amargura en las personas que vimos rodear las partes de este hermano, estaban tan conmovidos, era tanta sangre…, recuerdo que uno de ellos tenía una manifestación de mediumnidad, era un muchacho que hizo un trance, había en su cuerpo un indio antiguo de acuerdo a lo dicho por sus compañeros allí presentes,¡Ay! DIOS BENDITO ten en tu Gloria a todos los caídos de este día, nuestros hermanos Amén. Sin duda empezaban a aparecer toda clase de sentimientos disparados como un volcán.

Luego caminamos no sé cómo ni con que aliento hasta la esquina Carmelitas, me asombra ahora al recordar cuan poco hablábamos León y yo, la fuerza de los hechos no permitía comentarios y otra fuerza latente nos sostenía conduciéndonos, bajamos por el correo de Carmelitas hacia la esquina de Conde, acá era otra clase de estupor el que nos esperaba, no entendí tampoco la escena que encontramos, era el día más absurdo de la vida. Allí estaba el piquete de efectivos de la guardia nacional que desde la 1:00 p.m. custodiaba este acceso a la avenida Urdaneta, pasamos por su lado y eran como estatuas ¿Cómo pudieron no impedir esta mortandad? ¿Por qué no intervenían? A solo 80 metros se estaban matando seres humanos y ellos eran la autoridad y seguridad del país, me imagino que era un grupo acéfalo en ese momento, la desconfianza nos atacó y aceleramos la marcha para salir de allí, caminando hacia abajo pasamos por Padre Sierra y llegamos a la esquina La Bolsa y nos dirigimos otra vez a la línea de fuego poco a poco, esta vez a la esquina de La Pedrera en la avenida Baralt, donde estaba el otro bando de esta inmensa contienda: La Policía Metropolitana. Nos acercamos por la acera del centro comercial Metrocenter, por supuesto acá no faltaban también los observadores y la esquina estaba totalmente abarrotada de policías metropolitanos, los cuales ocupaban los cuatro ángulos y las aceras, pudimos comprobar que llegaban algunas balas hasta aquí y la PM replegaba a los observadores continuamente, como ellos mismos también lo hacían para no salir heridos, también se podía apreciar un poco más arriba hacia la esquina de Muñoz el Rinoceronte y la Ballena, ambos carros blindados usados por la PM y que estaban estacionados rumbo al puente, en esta esquina en el ángulo de metrocenter permanecimos unos 10 minutos en los cuales me puse a conversar con un par de agentes de este cuerpo, que estaban trajeados al estilo de los policías de punto y que parecían no estar participando en el combate, allí vimos juntos como algunos agentes de La PM (compañeros de ellos), subían pegados a las paredes y protegiéndose disparaban, bajaban y subían de Muñoz a Piñango en continuas ofensivas y retiradas, uno de los agentes con quién entablé conversación allí me comentaba que entre ellos había por lo menos 2 heridos, al preguntarle que estaba pasando me dijo: “Dicen que son chavistas, quien sabe lo que pasa”, rápidamente nos dimos cuenta que aquí la mayoría de las personas no sabían contra quién se enfrentaba la PM, otro de los presentes dijo en ese momento a mi lado, que en esta esquina habían caído dos víctimas con disparos en la cabeza, uno de ellos un adolescente que andaba en patineta, una bala ululando pasó por encima de este grupo donde me encontraba, haciéndonos retroceder corriendo inclusive a los 2 policías. (Continua en la Parte IV)


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