La vida de Vidal no vale una noticia



¿Por qué los medios, la prensa venezolana, tan proclive a armar alharaca por cuanto ocurre en este país, ha hecho mutis sobre la trágica muerte de Rafael Vidal? Más allá de la cobertura de Ultimas Noticias, que le ha dado seguimiento al caso y se ha puesto tras la historia de los “piques”, en fin de cuentas, la verdadera causa de la muerte de este héroe del deporte nacional, la prensa local ha silenciado nuevamente una noticia que debería por su interés, impacto y por el patético contexto que la rodeó, haber sacudido la conciencia nacional.

Más allá del panegírico de rigor de uno que otro columnista y del sincero dolor de muchos venezolanos, nuevamente la prensa venezolana se coloca de espaldas a los hechos, negándole a los ciudadanos la oportunidad de conocer qué pasó. La verdad es que a Vidal no sólo lo mata un conocido “piquero”, un ciudadano irresponsable, un sicópata que dispara un vehículo de 4 toneladas por la autopista del Este a más de 120 kilómetros por hora. Vidal no muere por accidente. A Vidal lo mata la deleznable práctica de un hobby mortal de hijitos de papá, que se lleva a cabo desde hace tiempo en la cara de las autoridades, y en especial de la Policía de Baruta, sin que el Alcalde diga esta boca es mía.

¿Qué hubiese pasado si Rafael Vidal hubiese muerto a raíz de un atraco, atribuible al “hampa común”, léase lumpen, tierrúos, choros, según sea el medio, el periódico o el ancla televisiva de que se trate? Con seguridad, la mayoría de los medios de comunicación de oposición habrían montado una campaña en coro y de larga duración resaltando la crítica contra el “Rrrrégimen” por no ser capaz de controlar la terrible inseguridad de nuestras calles; campaña predecible por el status económico y social de la víctima, por haber sido una figura relevante del deporte nacional, por su alto perfil público y la indudable empatía que Vidal establecía con quienes lo conocían o admiraban; y, siendo así, se hubiese generado una activa reacción que no se da por todas las otras víctimas diarias (“los del montón”, los pobres); que se producen por las acciones de hampa común. Ya me imagino a Globovisión montando hasta una vigilia contra la inseguridad, y editando un apresurado “Reporteros”, para mostrar toda la gente de la sociedad civil que ha muerto a manos del hampa.

Eso no lo harían nunca a favor de los muertos de a pie. Total, la mayoría de esos muertos también son del mismo nivel de quienes los asesinan. Son muertos pobres, de delincuentes pobres, en barrios pobres, y en consecuencia, son sujetos anónimos que bien sirven a cualquier campaña político-mediática. En esto, incluso los medios de comunicación oficial incurren, en buena medida, en la misma diferenciación, acallando o minimizando la reseña en la mayoría de los casos y exacerbando la cobertura de los casos “sonados” por la fama y posición social del fallecido, agregando, a veces, la coletilla obligada sobre la “inseguridad”.

Pero, he aquí la desgracia para la prensa, a Vidal no lo mató un “choro”, sino un joven acomodado de 20 y tantos años, inmediatamente vendido por los medios como “comerciante”, es decir, no estudia, ni tiene título, ni ejerce alguna actividad en alguna empresa, es un genérico “comerciante”. A Rafael Vidal lo mata la irresponsabilidad y la conducta criminal de un ricachón montado en un vehículo usado para la guerra. Lo mató alguien que iba ejercitando su hobby, un “deporte” dicen otros, por la pendiente de una autopista pública a toda velocidad, como si aquella vía del Este fuese la finca de “un pana”.

Véase bien. A pesar de la fama y del nivel socioeconómico de Rafael Vidal, los medios de oposición no emprenden la manida campaña y crítica de la inseguridad, pese a que Vidal fue víctima también de unos delincuentes, tan o más criticables aún que los del “hampa común”, y he ahí la clave: estos delincuentes consuetudinarios y ventajistas no son comunes, sino delincuentes pertenecientes a los estratos de mayor poder adquisitivo en meros términos materiales. Son ricos, pues, y los ricos no matan, los ricos se mueren.

Por ello, los medios de comunicación prefieren “pasar agachados” y evitan cualquier cuestionamiento a su vandálica conducta, ni investigan por qué se sigue permitiendo ese delito frente a los ciudadanos del Este de Caracas, o qué intereses económicos se mueven detrás de este “negocio” de los “piques”¿Alguien ha pedido entrevistar al Alcalde? ¿Sabe usted cuánto cuesta un vehículo Hummer, como el que conducía el sr. Detti a máxima velocidad en una pendiente pronunciada? Pues bien, vale la “módica suma” de US$ 117.580 en USA, sin accesorios ni impuestos. Calcule usted cuánto cuesta ese vehículo puesto acá en Venezuela, omitiendo el presumible delito adicional del contrabando. ¿Por qué los medios de comunicación no emprenden una campaña de denuncia y combate de estas actividades de “piques”, en lugar de promocionarlas, cuando las registran en los espacios de “ocio” en revistas dominicales o programas frívolos de la televisión?

Por eso, no extraña que ahora, un juez diga que lo que cometió el sr Roberto Detto Redaelli fue “homicidio culposo”. La operación económica y judicial está montada, y la operación mediática, autocensurándose sin necesidad de Ley Resorte, da su contribución para mantener la matriz. Recuerden: los ricos no delinquen, sólo cometen faltas.

Pero, viéndolo bien, ¿no son culpables también de homicidio culposo quiénes patrocinan y aupan una práctica cuasi delincuencial? ¿No son cómplices quienes lo difunden como si se tratara de una gracia? ¿No cometieron delito culposo contra Vidal quiénes permiten a estos delincuentes atentar contra los ciudadanos de manera impune? ¿Y no delinque el juez también cuando trata de tapar el Hummer con un dedo?

Quienes vimos en 1994 a Rafael Vidal, levantarse sobre la adversidad y contra todos los pronósticos, en la final olímpica de 100 metros mariposa, (¿o eran los 200 mts?) y traerse la medalla de bronce; quienes lo vimos después convertirse, gracias a los medios, en héroe, modelo y ejemplo para la juventud venezolana, hoy sentimos no sólo dolor sino vergüenza de esta cínica actitud de la prensa. Ayer lo ensalzaron mientras les fue útil, hoy lo abandonan en su desgracia. Como diría Jean Baudrillard, los medios no tienen conciencia, salvo cuando arden.





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William Castillo B.


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