Si hay algo que caracteriza a los venezolanos que se encuentran dispersos por todo el mundo es que a la hora de celebrar el cumpleaños destacan por cantar "Ay que noche tan preciosa…" porque en todo el mundo no existe una versión de un cumpleaños tan extendida y nada aburrida como esa.
Sea cual sea el país donde se encuentren los venezolanos no hay ninguna versión que iguale la del cumpleaños feliz. Mientras en todos los países las canciones se limitan a unas pocas frases y a cortos enunciados antes de apagar las velas, el cumpleaños venezolano auténtico – el original – es un compendio de buenos deseos, frases amistosas y demostraciones infinitas de afecto.
Es probable que muchos compatriotas que hoy cantan el tema que popularizó Emilio Arvelo no tengan idea ni siquiera de quien era y no conozcan su nombre, pero lo que es innegable es que cuando se reúnen en cualquier lugar del mundo antes de picar una torta todos sienten el orgullo de cantar un cumpleaños que no se sabe más nadie sino los venezolanos y que se cohesionan entre el afecto y la nostalgia al momento de interpretarlos.
Es el ciclo de la vida: lamentablemente el maestro Emilio Arvelo ha partido pero ha dejado en nuestros corazones, en nuestra memoria y también en nuestro orgullo patrio, la huella profunda de su voz predestinada para que año tras año se mantenga en cada una de las celebraciones.
Es probable que el maestro no haya tenido idea de la grandeza o lo importante que representa su voz para quienes estando fuera de Venezuela encuentran en su tema un momento oportuno de nostálgico reencuentro y de sentir afecto por lo autóctono.
Cualquier despedida que se haga será poca, cualquier expresión de tristeza – que hoy es mucha – será insuficiente por esa pérdida, pero cabe la esperanza – si es que su puede tener alguna acerca de lo que pasa más allá – de que a donde quiera que vaya su alma va a estar marcada por la satisfacción de una misión cumplida y que se seguirá cumpliendo año tras año por el resto de la eternidad.
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