Del país profundo: El Caimán de Sanare

Cuando los niños le pedían un cuento, el Caimán simplemente respondía “Ahora no puedo porque estoy volando sobre un zamuro”. Allí estaba el cuento de diez palabras y estallaba en risas mientras se preparaba para representar a los maullidos de un gato y comenzar otro y otro sobre el pájaro carpintero o sobre el colibrí que volaba al revés, con los inimitables gestos y el suspenso de quien se abrazaba a cada una de sus invenciones. Un 27 de septiembre del año 2010 falleció en Barquisimeto, estado Lara. Había nacido en Sanare un 3 de enero del año 1937 y fue presentado como José Humberto Castillo.

Este hombre tan querido dedicó su vida a la esencia de la literatura oral. Esa fue su misión en este mundo. Imaginar, imaginar, imaginar, creando con la fuerza de sus progresivos relatos una atmósfera muy íntima y de grandes embestidas, celebrada siempre por todos los que tuvieron la dicha de internarse en los ocultos recorridos que hacía para ir al encuentro de seres inexistentes: fantasmas, emperadores, hadas, reyes, ángeles, brujos y animales convocados a la tierra húmeda de Sanare donde estaría presente la descripción de un abismo invisible y de volcanes llenos de fuego y de cielos rojísimos. Cada vez que narraba para contar un mismo tipo de aventuras, paso a paso iba cambiando de frases, momentos y circunstancias. Podía mirar con muchos ojos los sucesos que tanto cautivaban a sus admirados seguidores y giraba amorosamente su discurso para complacer a un pueblo entero.

“San Miguel que era un ángel llegó una noche a mi casa y me preguntó “¿Quieres conocer los planetas?” y me llevó a pasear con él. Era un día viernes y en ese viaje yo volaba sobre sabanas, montañas y ríos. Yo estaba dormido cuando me hizo esa pregunta y el ángel decidió ponerme dos alas que se veía que estaban usadas, me dijo “vamos a viajar” y cuando acordé ya estaba en el aire, pero fue rapidito, no gastamos más de quince minutos para ver todos los planetas. Cuando volé sentí una gran frescura y a la tierra yo la veía redonda como una arepa si miraba para abajo, pero si miraba para arriba veía a la luna que es muy bonita, pero que no tenía montañas ni oxígeno, era pura roca. Montaña tiene el planeta marte, donde no hay gente sino unos bichos que hacen allá su trabajo y botan candela por la boca, los llaman dragones, puro dragones es lo que hay en el planeta marte, yo solo los vi, pero no hablé con ellos porque se me hizo muy difícil. Los científicos dicen que hay otros planetas y si los hay, pero espiritualmente esos planetas no tienen nada, no tienen árboles ni oxígeno como hay en Venezuela, solo rocas fue lo que pude ver yo. Después al rato, cuando caímos al suelo, entregué las alas que eran unas alas como mohosas y me despedí otra vez del ángel mensajero que tenía una cara lisita y muy blanca.”

José Humberto Castillo dice que empezó a ser artista por escalas, primero en los caseríos, después por aldeas y municipios y estados, hasta que pudo ir a Caracas y recorrer otras repúblicas contándole a la gente y especialmente a los niños en las escuelas, como fue que agarró un tigre por los bigotes y como pudo envolver a un caballo en un pañuelo. Las antiguas flechas que le lanzaban la gente ociosa no lo herían, ni las balas tampoco porque tenía el don de la palabra para encontrar grandes tesoros y ciudades fabulosas que los demás no podían arrebatarle. Con solo brincar desde su ventana bajo la sombra de aquel enorme sombrero sobre su cabeza, podía detener los rayos de la tempestad que venían hacia él en la población de Sanare y deshacía los truenos. Era un fabulador de mil aventuras, enamorado de las mil novias que llegó a tener y a perder a la vez, porque se las quitaban otros hombres con dinero, y al ser muy pobre no pudo casarse nunca. Los duendes, la llorona, el silbador eran parte de sus temas preferidos, porque “aquí había duendes, pero se fueron cuando llegó la luz eléctrica, ellos tenían unos sombrerotes como el mío y me asustaban con sus dientes de perro, porque yo no conseguía duendes buenos sino puros duendes malos y les rezaba la salve para que se fueran, hasta que llegó la luz y se terminaron de ir toditos”

“Me dicen caimán por una papa de un kilo que me comí en una competencia. Me dijeron caimán y yo por detrás persiguiendo a esa gente para que no me llamaran por ese nombre que es tan feo, porque el caimán es un bicho muy feo, pero no fue posible. Aunque no me gustaba, me quedé caimán para siempre y fui un artista de verdad. Yo componía el cuento y comencé a sacar tarea, porque iba a la escuela de noche y como no agarré grado me volví cuentista y tengo el apoyo de los pájaros que me dicen ¡siga adelante para que enseñe a los niños y no nos maten!, porque hay niños que matan a los pájaros y lo que no saben esos niños que lanzan las piedras es que ellos también como son pájaros tienen misterios y tienen su espíritu”
José Humberto Castillo "EL Caimán de Sanare". 2006
Credito: Rafael Salvatore









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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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