La medicina sistémica: comercio médico o el retorno de los brujos (IV)

IV
Como en este cuarto artículo sobre la Medicina Sistémica, voi a referirme a ciertos términos o palabras mal usadas, aprovecho para corregir el error o lapsus scriptum, en el cual incurrí o caí (lapsus spe: “caído en error”) al escribir Hipócrates por Esculapio, el equivalente al Asclepios griego; eso fue en el segundo de mis escritos (hecha ya la corrección). I es que los términos usados por los médicos de esa organización comercial, califica a la medicina tradicional o alopática (término que poco acepto igualmente) como “medicina convencional”. Si se revisa este término en el diccionario de la lengua española (DRAE), rápidamente se nota que es absolutamente inapropiado i creo que se usa como para descalificar, porque se puede aplicar a costumbres, modas, actos superficiales, etc. i los convencionalismos, frecuentemente son falsos. Sencillamente es la Ciencia Médica i por los tiempos actuales, lo más correcto es calificarla de científica.

Vamos, entonces, al término “adaptógenos” o medicina adaptógena. En primer lugar, existe el término o verbo adaptar i sus derivados, pero adaptógeno (a) no figura en el diccionario mencionado. Biológicamente la adaptación es un fenómeno conocido desde hace muchos años o décadas, i es sencillamente la capacidad de adaptarse a nuevas circunstancias ambientales, etc. Empero, parece que incide en las personas menos cultas, en el sentido de ser medicamentos i hierbas naturales, que se “adaptan perfectamente” al padecimiento que se tiene. No niego que el término exista; bien sabemos que el diccionario no hace al idioma, sino el idioma al diccionario, pero cuando a una palabra se le aplica un significado, es decir señala algo, desde Stuart Mill sabemos que muchas pueden denotar i connotar. Esta preocupación lingüística o idiomática no existe en estos galenos i en los promotores, sino que la palabra sirve un tanto par “encantar” a los pacientes. Otro recurso es Medicina Alternativa, como si fuese una nueva alternativa realmente válida, mejor o superior, a la de aquella “vieja medicina convencional”. Eso sin embargo, les proporciona libertad para usar términos i sobre todo explicaciones, que se apartan de los fundamentos anatómicos, fisiológicos, bioquímicos, terapéuticos, quirúrgicos i paremos de contar, para poder decir barbaridades como esta: “La Medicina Sistémica, su “triángulo sistémica” (así, mezclando los géneros gramaticales) i las “plantas superiores” (¿?) constituyen el futuro de la medicina”. Realmente, no sé cómo una persona que pasó por una universidad i está (o debería estar) al tanto de la ciencia contemporánea, pueda expresar este disparate. Verdaderamente: “lo que antes era imposible, la medicina sistémica lo logra”: nadie, por lo menos de un siglo hacia acá, se hubiese atrevido a decir en público, esa barbaridad. Un brujo sí; nuestra historia médica tiene muchos casos célebres. El Dr. Quintíni, hace muchísimos años, publicó un interesante libro titulado Serpientes y Curanderismo, donde demuestra los trucos que tenían los curanderos del Sur del Lago, para tratar a los mordidos de serpiente. Aquí los marabinos, conocimos bien al recordado Brujo Andrés de los Puertos de Altagracia, o al ya olvidado Horcadela, situado su concurrido consultorio, al final de la Av. Bella Vista (detrás del antiguo i desaparecido Matadero Público), para “adivinar” el sexo, en el primer mes del embarazo. I sépase que, en muchos, pero muchos casos tenían éxito, aunque no se atrevían a presentarlos. Lo que nunca se presentan, son los fracasos. Puedo recordar, como me lo contaba un amigo, que el “jarabe de tapara” (que es un remedio popular bien conocido desde hace años) pudo curar o mejorar a un asmático; pero no es el éxito momentáneo lo que vale, sino el seguimiento i el número de casos positivos, sobre un universo controlado i determinado. Personalmente, en una ocasión, conocí a una anciana abuela de una de mis pacientes que, tenía una tumoración obscura, casi negra en la cara, cerca de el ángulo izquierdo de la mandíbula, a la cual tomé biopsia i me reportó mi maestro Wenger, que era un melanoma, (conservo el informe). Le hice tocamientos con la tinta indeleble del Dr. Ramiro Finol (que la fabricaba para las elecciones i hacía caer la epidermis) porque otro colega me habló de su efectividad i, realmente, la tumoración desapareció. No hice otros controles, perdí la pista de la señora i no podría haber dicho ni presentado en los primeros días de éxito, ese caso, como haber descubierto un tratamiento efectivo i radical, para los melanomas i otros cánceres de piel. Hubiese sido un fraude, sin prueba alguna ni procedimiento científico.

Estimo que el Ministerio de Salud, la Federación Médica Venezolana i otros organismos oficiales a los que se les otorgue competencia para verificar las profesiones, su ejercicio i su autenticidad, deberían investigar seriamente estas nuevas medicinas que, pregonando ser sin fines de lucro, lo que tratan es de establecer monopolios médicos, contrarios a la majestad de la ciencia médica i hasta principios democráticos i constitucionales. Posteriormente me referiré, a estos aspectos legales. Por ahora una seria advertencia. El artículo 85, del Capítulo V de nuestra Constitución Bolivariana, otorga al Estado la regulación de las Clínicas, como a todas las Instituciones públicas i privadas.
La Medicina Sistémica, a mi juicio, tiene muchos visos de ilegalidad.


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Roberto Jiménez Maggiolo


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