El pensamiento de Capriles

Apenas se conoció la liberación del alcalde Henrique Capriles Radonski, algunos sesudos opinadores lo calificaron como "uno de los puntos de referencia principales de la oposición" y "un hombre joven que podría eventualmente convertirse en un líder político creíble".

Después de leer y escuchar a estos gacetilleros de oficio, comenzamos a seguir minuciosamente los actos de pensamiento de Capriles Radonski. En este rastreo por establecer una proximidad al nivel definicional del intelecto capriliano, leímos con interés una entrevista publicada el pasado miércoles 8 en un diario caraqueño.

Después de internarnos en un estilo propio de reflexión claramente discernible, podemos hablar con precisión del "pensar y el filosofar" y los "resultados y perspectivas" del pensamiento del alcalde de Baruta. En la mencionada entrevista, Capriles se comporta como un filósofo de Frankfurt que desmonta sin complejos a Hegel para demostrar que pertenece a una generación plenamente consciente de su papel histórico. Para muestra un botón: "Una de las cosas que me hacía más falta era ver El Ávila, así como mirar el cielo en la noche". Paso y gano.

No conforme con esta sustentación, Capriles recoge los aportes originales de Confucio y Lao Tseu como fuentes vivas de su racionalidad pra declarar: "Almorcé sándwiches en la Alcaldía, lo que más me gusta. En El Helicoide me llevaban comida de verdad, arroz con pollo y cosas así".

A través de esta dialéctica apabullante, Capriles, en su afán de filosofar, esgrime las herramientas teóricas de su profunda racionalidad que le posibilitan manifestar su alto referente discursivo: "Me eché un baño de ex preso, largo, con todo y rasurada". Así hablaba Zaratustra.

Pero si Capriles se afeita la barba, da a entender que no tiene ningún pelo de tonto. De tal forma, se inspira en Sartre y Nietzsche para criticar el racionalismo y el empirismo trascendentalista: "Volver a encontrarme con un colchón fue grato".

Si lógicamente le agrada estar echado en un jergón, Capriles establece que su ideario se sustenta en fuertes bases doctrinarias e históricas que coinciden con los grandes pensadores que dominan el milenio: "Cada vez que me preguntan qué hacía en la Disip contesto: además de leer, conversaba con los presos". Tiembla Aristóteles.

A todas estas, al final de la entrevista el burgomaestre revela sus exposiciones doctrinales: "Una de las cosas más difíciles de la cárcel fue no poder trabajar".

Si el propio Capriles reconoce que no pudo trabajar durante su permanencia en la Disip, entonces cómo explicar la propaganda pagada por la alcaldía de Baruta en la que se afirmaba lo siguiente: "Henrique Capriles Radonski (tantos) días trabajando desde El Helicoide por un país con más futuro que pasado".

Por encima de las reminiscencias verdiblancas que pueda tener Capriles, no podemos esperar otra explicación de quien, al estilo de Carlos Ortega, dice sin que le tiemble la lengua: "A pesar de todos los problemas que tiene Caracas, agradecemos tener el cerro el Ávila ahí!

Si, según el pensamiento de Capriles, el cerro El Ávila es un problema. Ahora sí entendemos por qué la embajada de Cuba es un estorbo para el municipio Baruta.

¿Hasta cuándo le durará a la oposición su nueva leyenda urbana? Uno no sabe. Que responda Enrique Mendoza. Mientras tanto seguiremos disfrutando el pensamiento filosófico: el enunciado capriliano.

Periodista vchavezlopez@hotmail.com



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Vidal Chávez López. Panorama


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