La quinta columna y la palabra "boliburguesía"

“A un caballero, en una discusión teológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: Esto, señor, es una digresión; espero su argumento”.

                                                                               Jorge Luis Borges

Es de vida o muerte diferenciar entre la crítica EN la revolución y la crítica CONTRA la revolución. Una cosa son los revolucionarios que denuncian la corrupción y la mentira por el daño que hacen al pueblo y al Proceso, y otra muy diferente la campaña mediática que pretende identificar al gobierno bolivariano con una inexistente “boliburguesía” que estaría protegida o tolerada por el Presidente Chávez. Entre estas dos posiciones hay una tierra de nadie, minada de ambigüedades y eufemismos, donde se mueve la Quinta Columna.


LENGUAJE DIPLOMÁTICO

La palabrita “boliburguesía” es una matriz adoptada por el enemigo en sus operaciones psicológicas contra Venezuela, y no se la dejará quitar sin pelear. Recientemente el ex-embajador Vladimir Villegas (Aporrea 15/12/09) dejó de lado los eufemismos y el guante perfumado que usa con fascistas como Vivanco, para llamarme “tipejo, podrido, miserable, jalabolas, perdonavidas, artero, alma de mierda, acomplejado, defensor de nuevos ricos, falto de testosterona, sociópata” porque me permití criticar, junto al autobombo y la complicidad automática de los hermanos Villegas, su uso abusivo y malintencionado del término “boliburguesía”. Debo reconocer que el ex embajador Villegas tuvo el delicado gesto de no contaminar sus insultos con ningún tipo de argumentos.

Pero ¿quién soy yo, un pobre periodista no colegiado e hijo de una familia no estructurada, para esperar argumentos de este prohombre de izquierda? Como él mismo nos lo recuerda “En nuestra familia, todos  luchadores sociales y políticos con larga trayectoria más que conocida, la diversidad ha sido denominador común. Fuimos formados en el debate y la controversia”… Debate y controversia que no practican con un cualquiera como yo, sino con gente como Vivanco. Después de insultarme desde lo alto de su afortunado Chimborazo familiar, el embajador deja caer su sentencia final sobre la palabra boliburguesía y nos dice: “no importa quién haya acuñado el término”. Esta rotunda afirmación sobre lo que importa o no, es el resultado de la necesidad de confundir (intencionalmente) los problemas de la revolución con la revolución misma.

 JUANITA BANANA

Ignoro hasta donde el embajador Villegas es partidario del chavismo sin Chávez, pero consta que es partidario del chavismo con Carla Angola, cuya frecuente y malsana cercanía le afectó el juicio al punto de echarme en cara, sin ton ni son, un tema que nunca he tratado ni me interesa tratar, como el de la infeliz mayamera Juanita Castro. Escribe el embajador: “Y no es pura casualidad que coincidas en la conducta de un sector del exilio cubano en Miami, que ha estigmatizado a Juanita Castro por el libro en el cual sale a defender a su señora madre que, gústete o no, es la misma de Fidel y Raúl. Los extremos se tocan”… El embajador igual podría decir que “no por casualidad” coincido con el segundo manifiesto del manicomio de Bárbula o con los golfistas vegetarianos de Finlandia. Nótese que Villegas defiende, y se diría que admira, a Juanita Castro por negarse a hablar mal de su mamá, y deja de lado que la tal Juanita confesó haber sido reclutada por la CIA en 1961, cuando aún vivía en Cuba.

 VLAD EL EMBAJADOR (FIN)

Dejemos a Vlad el Embajador, fracasado también en los insultos porque ignora que éstos sólo aciertan si son verdades; pero no lo dejemos sin un ejemplo del arte de injuriar: Vladimir Villegas y los demás brillantes “luchadores sociales y políticos con larga trayectoria más que conocida”, hoy “decepcionados” de la Revolución, se creen una media de seda caída en la mierda, pero sólo son mierda dentro de una media de seda.

 CHISME APARTE

En la historia de Venezuela los intereses de la nación y los del pueblo solo han coincidido dos veces: en la guerra de Independencia, y en la Revolución Bolivariana. Con Bolívar y con Chávez. Lo que determinó ambas ocasiones fue la necesidad de combatir a un Imperio, refundar la nación y unificar al continente; es decir, realizar al mismo tiempo una revolución nacional antiimperialista y una revolución social. La diferencia entre 1810 y 2010 es la que existe entre el capitalismo naciente de entonces y el capitalismo decadente de hoy; la diferencia entre el escaso, rural, disperso y confuso pueblo de entonces, y el numeroso, urbano, concentrado y lúcido pueblo de ahora.

 CLASE APARTE

 No se puede definir como clase social, como “burguesía”, a las pandillas y clanes de pillos que, dentro y fuera del gobierno, sólo quieren robar. No se trata de una clase sino de gente de la peor clase. Esta derecha endógena (por definición corrupta y ladrona) no se ha ido formado con el Proceso: viene desde el inicio con los hombres y usos de la Cuarta República. Pero desde el inicio, a medida que la claridad disipa las tinieblas de la política tradicional, esa derecha ha sido descartada por la “selección natural” de esta revolución permanente de baja intensidad (recordemos el famoso “Quino Chávez”) o aprendió a camuflarse cada vez mejor. Esta derecha endógena ladrona no logró hacerse tendencia política dentro del Proceso, abandonó toda veleidad de poder o de poder dominar a Chávez, y prefirió ir directamente al robo. Prefirió realizar a escala de individuo o clan, por el atajo del delito, el objetivo histórico de toda burguesía: despojar a la sociedad de sus riquezas.

 LADRONES

 Los ladrones que siguen como tiburones la estela del barco de la revolución no gustan de llamar la atención y por eso no anidan entre los radicales sino entre los conciliadores. No les conviene la polarización y preconizan el diálogo con la burguesía. Son quienes tratan que nada se mueva, no vaya a ser que se les desconecte la manguera.

 DESPISTADOS

Claro, ni los estalinistas nostálgicos del “socialismo en un solo país” y los libertarios dogmáticos a quienes la dialéctica niega sus favores, entienden la profundidad de este Proceso y creen que “bolivariano” es un recurso patriotero e intrascendente. Por eso adoptan alegremente la matriz escuálida y hablan de “boliburguesía”, sin entender que para el imperialismo es necesario contaminar el término “bolivariano”, clave de la unidad y del ritmo de baja intensidad de esta revolución que creen poder dirigir mejor que Chávez. Esperen su turno, camaradas. 

rotheeduardo@hotmail.com





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Eduardo Rothe


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