La Plaza Francia desaprueba su ocupación militar



En el sector Altamira de Caracas, logramos conversar con la Plaza Francia, a quien muchos de sus usurpadores han bautizado autoritariamente con distintos nombres, sin antes consultarla de manera democrática, como debe ser.

La ciudadela muestra dos grandes ojeras. La plaza Francia nos explica que han sido provocadas por el trasnocho que ha que tenido que soportar ante la visita inesperada de un grupo de militares golpistas, el golpeteo atormentador de lujosas cacerolas, el chillar de pitos y el corneteo incesante de los automovilistas que pasan cerca de ella, exigiendo antidemocráticamente la salida del presidente Chávez.

-Amigo periodista, estoy desvelada desde el martes 22, debido a que los miembros de la OEA (Oligarcas, Escuálidos y Afligidos) y del FIM (Frente Ibáñez Matos), me han tomado por asalto como en un Carnaval con bulla.

La conversación con la Plaza Francia transcurre cerca del Obelisco. Allí nos narró todas sus congojas.

-En el mundo no existe una plaza que haya tenido tanta mala suerte como yo, dice limpiándose dos grandes lagrimones.

La voz se le quiebra, pero continua la conversación.

-Mi vida ha sido pavosa, pese a que me han dado baños de cariaquito morao y he recibido pase en la montaña de Sorte. En primer lugar, por los años 80 sufrí un susto grandísimo, cuando un grupo de burguesitos cocos rapados lanzó desde aquí un movimiento neofascista, con la finalidad de exaltar a la raza pura en un país 99 por ciento mestizo. Después una alcaldesa, de cuya cursilería no quiero acordarme, prohibió que las parejas de enamorados se besaran en mi localidad. Ahora ha llegado este grupo de militares y políticos, que revolotea con su guachafita golpista, como una zamurera hambrienta de carroña.

-Señora plaza Francia, ¿qué tipo de gente la ha visitado recientemente?

--Como intentan convertirme en una chivera, por aquí llegan y pasan muchos políticos marrulleros que pretenden reciclar su historial, como si en 40 años no hubieran roto un plato o raspado la olla. De tal modo, durante los últimos días ha venido de todo. Por aquí han estado los militares que participaron en el golpe de Estado del 11 de abril. A ellos se le han unido Lewis Pérez, Carlos Ortega, William Dávila, Carlos Canache Mata, David Morales Bello, César Gil, Carlos Fernández, Antonio Ledezma, el general Manuel Rosendo y el coronel Pedro Soto, entre otros. Todos se han peleado por subir a la tarima, pero lo peor de esto es que hasta ahora nadie ha dicho algo sustancioso que estremezca las bases de mi obelisco. Deduzco que debe ser así, porque ninguno tiene nada en la bola. Militares que no tienen discurso, que son puro flaicitos al cuadro. En medio de todo esto, le cuento, señor periodista, que anoche pasé un susto de padre y señor nuestro...

-Dígame, señora plaza Francia, ¿qué le sucedió?

-Nada más y nada menos que llegaron juntitos, como dos palomitas de la paz, Jaime y Blanca. Luego conversaron por celular, en vivo y directo, con Carlos Andrés Pérez. En seguida le pasaron el teléfono a Carlos Ortega. Creo que CAP le dio algunas recomendaciones al sindicalista, porque Ortega sólo respondía afirmativamente a lo que decía el gocho: “Si, presidente Pérez, yo sólo ejecuto sus órdenes; presidente Pérez, si usted lo dice, así lo haremos”.

-Señora plaza Francia, ¿qué opina de lo que han dicho los militares golpistas que en este momento han invadido su espacio físico?

-¡Estoy asombrada! Los militares tienen días hablando de dictadura y despotismo. Lo que no logro entender de este absolutismo, es que ellos dieron el golpe el 11 de abril, pero están libres hablando mal del gobierno por todos los canales privados de televisión. ¿Entonces dónde está la dictadura que tanto cuestionan? Hablan de autoritarismo, pero no les pasa nada. No han recibido los gases de una bombita lacrimógena para dispersar la concentración. Nadie ha dado la orden de disparar primero y averiguar después. No han sufrido un rasguñito. Ni un mal de ojo. Ni un plan y pal´cuartel. A mi, esto me parece insólito, ya que estos militares dicen que vivimos tiempos dictatoriales. Le pregunto a todos, ¿no es que Chávez es el Pinochet de Venezuela? Señores de la CTV, Fedecámaras y la alianza opositora, ¿en qué quedamos? Será que tendremos que volvernos suizos para entender este totalitarismo sui géneris del que tanto murmuran, la opresión que reprochan todos ellos. Según mis amigas las plazas Venezuela y Oleary, aquí la única dictadura que existe es el absolutismo que ejercen los medios de comunicación social.

-¿Cómo ha podido soportar toda esta calamidad que ha caído sobre usted?

-Todos los días hago de tripas corazón y me encomiendo a Dios, para poder soportar los quincalleros de la política que a diario me visitan. Entre estos mercachifles, charangueros y estafadores de oficio, el que más destaca es William Dávila. El personaje no puede advertir un grupito reunido por cualquier cosa, porque en todo quiere participar. Para mí, que William Dávila está loco y enfermo desde que perdió la gobernación del estado Mérida. A veces pienso que Dávila se conformaría con que lo dejen visitar el Palacio de Miraflores, como en los tiempos de Lusinchi, Ibáñez, Pérez y Matos. ¡Pobrecito, el señor Dávila, me da mucha lástima!

-¿Cómo ha recibido el show que han montado los militares?

-Patético. Al principio me dio miedo, pero después comprendí que es un show montado por un grupo de militares golpistas sin tropa ni mando. Lo que buscan es fama y aplausos. Nos preguntamos, ¿cuánto vale y quién paga el show? Porque este grupastre de militares golpistas está comiendo y durmiendo en el hotel Four Season, colindante a mi territorio. Cuando veo a esa llamada sociedad civil aplaudiendo y adoptando, por ejemplo al coronel Soto y al general Rosendo, a quien criticaron por el caso del Plan Bolívar 2000, me provoca caerle a todos a correazos. Comprendo es que es tanta la desesperación y obsesión que tienen por salir de Chávez, que si por aquí se aparece Popy con cachucha militar se lo llevan en hombros hasta Miraflores. Lo que si no he podido entender, es cómo estos militares y la gente que los acompaña puede creer que bonchando, brincando y sonando pitos (¿serán los mismos de Piñerúa?), conseguirán tumbar al gobierno. De continuar así, estos militares bates quebrados que actualmente usan mi espacio para protestar están out de calle. ¡Qué se los digo yo, la plaza Francia!










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Vidal Chávez


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