Sucede más de lo que pueda desearse

Los mejores momentos de mi vida los viví siempre al lado de mis seres queridos a quienes les inculqué la unión por encima de todas las cosas, tanto en las buenas como en las malas, ya en tiempos de festividades como de enfermedades, de alegrías como de tristezas. Ninguno de mis descendientes y demás familiares a mi rededor me dieron motivos para pensar que después de morir se presentarían los inconvenientes que ahora acongoja mi espíritu. Nunca tuve mayores riquezas, por lo que puedo decir que viví con austeridad y últimamente vivía del producto de mi pensión y de lo poco que sacaba con la venta de cambures, plátanos, gallinas, huevos y marranos que producía en una pequeña parcela colindante con mi casa rural, en donde pasé mis últimos años, ahora, lo si quiero dejar claro, es que estando en el mayor estado de limpieza nunca le faltó el velón que encendía todos los días a mis santos en la capilla que les construí con mis propias manos.

Tengo que dejar bien establecido que a todos mis hijos quise y adoré por siempre, pero hubo uno de ellos se metió por los palos, como se dice en el argot hípico, pues fue una persona que nunca se despegó de mí y cuando lo hizo era por compromisos de estudios o de trabajo; a mi llamado dejaba lo que fuera y regresaba a mi lado en el tiempo más rápido posible. Me quiso como el que más: Estaba pendiente de mi alimentación, me llevaba al médico, me compraba mis medicinas, estuvo siempre pendiente de que me vistiera elegantemente y me suministraba todos mis enseres personales; eso nadie lo podrá negar. Era tanto su afecto hacía mi, que cuando tenía algún problema o me enfermaba los demás hijos esperaban que él llegara y tomara la decisión pertinente, era tan así, que cuando sufrí una enfermedad bastante delicada oí que uno de mis hijos dijo a los demás: Miren aquí se hará lo que diga Luis, ustedes saben que mi papá le para mucho a él.

Si, así era, yo veía que Luis actuaba diligentemente, era el hombre que como yo cultivó buenas amistades, tenía una buena visión para todo, nunca decía que no a nada, siempre estaba presto para ayudar a quien lo necesitara, a todo el mundo le atendía y buscaba afanosamente resolver los problemas que le planteaban; y aun sigue siendo un personaje metido en todo y por ello todo el mundo lo saluda con cariño. No puedo decir que los otros hijos no estuvieran pendientes de mí, unos más y otros menos, pero Luis sostenía conmigo frecuentes conversación y me alcahueteaba siempre, en fin, todos mis hijos y los demás familiares sabían que él era de todos y para todo. Pero ahora en el cielo estoy sufriendo y no termino de descansar en paz al saber que algunos de sus hermanos, debido a un egoísmo estúpido, no quieren reconocer los méritos que Luis acumuló para que yo fuera especial con él, por lo que decidí y me cansé de expresar en vida mi deseo de que él se quedara con la casa y con la parcela anexa; lugares de mis últimas querencias.

Pero a pesar de mi deseo, palabras y un documento simple que hablaban de mi decisión en dejar todo aquello a mi hijo Luis, a un año de mi muerte dos de mis otros hijos prenden la mecha y le niegan a Luis se instale en la casa, fueron incapaces de agradecer lo bien que él se portó cuando se encontraron en serias dificultades fueron tan malvados que llegaron al extremo de hablar con la madre y herirla en el corazón al poner por el suelo la conducta del otro hijo, con el pretexto de conseguir su apoyo en perjuicio de Luis. De esta manera se comienza a tejer una red de intrigas contra el hermano e hijo que solo les hizo bien todo el tiempo, resultando se abandonara el cuido de los bienes que pedí a Luis conservara, bienes que hoy se encuentran en estado ruinosos.

Lo relatado es parte de una conversación celestial, que en sueño un hijo vio y oyó tenía su padre muerto hacía cuatro años, obsérvese el dolor de aquella alma al ver que sus hijos en la tierra se distanciaban por causa de unos bienes que no fueron otorgados en propiedad de acuerdo a las leyes; todo ello por la confianza del padre de que se cumpliría su voluntad. Los bienes materiales son causa de división y algunas veces de desintegración de las familias si la persona que muere no deja bien y legalmente definido lo que corresponda en materia sucesoral. Por favor, no sean ustedes, padre y madre, propiciadores de las desavenencias que en el futuro puedan afectar a su querida familia, arregle los papeles con tiempo; no se confíe. Febrero de 2.009


joseameliach@hotmail.com


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José M. Ameliach N


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