¿Es verdad que San Martín pensaba igual que Bolívar? (II)

Tenemos que aceptar las épocas y su historia, es verdad, ellas son una realidad, pero a veces encontramos individuos o historiadores que las convierten en mitos épicos, cómodos para utilizarlas como una divinidad cotidiana que se invoca para someter a los pueblos con imperativos cantos llenos de falsedades.

El fracaso de los centralistas de la ciudad del Plata repercutió ante el avance inesperado y rápido de las tropas realistas, que desde el Perú, marcharon hacia Montevideo y Buenos Aires, estrategia que obligó a los dirigentes porteños y a la Logia de Lautaro a tomar nuevas medidas, aplazando sus propios proyectos políticos de carácter interno, esto obligó a que se enviara a Belgrado a los frentes del Norte.

Pero Belgrado no pudo detener a los españoles y después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, el gobierno de Buenos Aires se vio en la necesidad de reemplazarlo, no solo por sus fracasos militares, sino por su altiva independencia de carácter, que hacía de él un hombre reacio a someterse a la férrea disciplina que exigían los “hermanos” de la Logia.

La organización deseosa de dar el mando a un hombre que no presentara tales inconvenientes, recorre y estudia a sus líderes y decide designar para el cargo de general del ejército del Norte a don José de San Martín, militar de carácter reconcentrado, hosco y aparentemente falto de ambiciones. A la organización le pareció el mas hábil y apropiado para ejecutar las acciones que se venían encima, además era hombre de estricta obediencia para las ordenes que se impartirían desde Buenos Aires, lo cual constituía un requisito esencial.

No obstante mucho se equivocaban “los Hermanos” en su juicio sobre el carácter del general de San Martín; en su alma se alentaba una voluntad invencible, serena frialdad para apreciar las situaciones, se trataba de un genio militar indiscutible y una soberbia que no por disfrazada tras aparente humildad dejaba de constituir poderosa fuerza íntima, en la cual ardía un ambicioso ideal histórico, que no tardaría en colocarse, por derecho propio, a la cabeza del movimiento libertador nacido en las márgenes del Plata.

Fue cuidadoso e imparcial en su observación con respecto a la revolución argentina, lo que le permitió advertir que la política monarquista de la Logia de Lautaro había fracasado, no tanto por la incomprensión de las cortes de Europa como por la falta de una estructura social propicia para la misma en las provincias del Plata.

Las divisiones políticas, el carácter comercial y no aristocrático de la clase dominante de Buenos Aires y la tremenda insurrección popular, cuyos primeros síntomas ya comenzaban a presentarse, fueron factores que le llevaron a pensar en la necesidad de buscar en otras latitudes de América la base política necesaria para la implantación de una monarquía en el Nuevo Mundo. Instante que lo hace pensar insistentemente hacía el Perú, Chile y el Río de La Plata. Completamente convencido de la debilidad de la clase patricia de Buenos Aires para conservar la dirección de los acontecimientos, San Martín ve en la futura colaboración entre la aristocracia peruana y la alta clase comercial porteña, el mejor camino para contener la revolución de las “montoneras” y es entonces cuando piensa y deja para la historia lo siguiente:

“Creo-dijo San Martín- que es necesario que las constituciones que se den a los pueblos estén en armonía con su grado de instrucción, educación, hábito y género de vida, y que no se les deben dar las mejores leyes, pero si las más apropiadas a su carácter, manteniendo las barreras que separan las diferentes clases de la sociedad, para conservar la preponderancia de la clase instruida y que tiene que perder”.

Es así como se equivocan aquellos que pretenden juzgar sus operaciones militares con criterio puramente táctico e igualarlas en pensamiento al de Bolívar, sus movimientos, sus acciones y su formación ideológica están bajo un punto de vista conflictivo encubierto por una “irracionalidad falsa”, totalmente diferente y como vemos presentan deficiencias en cuanto al sentido de liberación para la patria. Ellas sin lugar a dudas tienen hoy mas que nunca su explicación no en la incompetencia de quien las ejecutaba, sino en el espíritu que las generó, el cual, lejos de obedecer a un simple plan militar, perseguía una ambiciosa solución política: Obligar a la aristocracia peruana y a los españoles del Perú a pactar la independencia del continente, sobre la base de coronar príncipes españoles en América.

(…Continuara.)

vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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