La bolivalogía XIX

 

La lucha de castas y de razas desatada por los caudillos españoles, que había hecho de la guerra solo propósitos y beneficios para ellos; inicicia su fin, pues Bolívar divide sus tropas en dos grandes divisiones: da instrucciones a Ribas de marchar por la ruta que corre al pie de la cordillera hacia Tocuyo, cosa de evitar el avance del español Oberto, y él conjuntamente con Girardot  y Urdaneta, avanzan por los linderos de los llanos en dirección hacia San Carlos, donde se encontraba acantonado Izquierdo, pues su estrategia fue la de no permitir el plan de Monteverde, quien buscaba la concentración de sus tropas en Araure para detener a Bolívar, pero éste le resulto mas audaz y desarrolló una táctica eficaz que evito esa reunión y enfrentó a sus fuerzas todopoderosas por separado.

Ya he señalado que las medidas y decisiones que toma el revolucionario no son improvisadas, ni artificiales, como insisten otros investigadores, ni producto de su capricho subjetivo, sino el resultado de un análisis científico  y revolucionario de la etapa y el momento concreto de la lucha que se hacia en el país en el sentido político social militar.

Tanto así, que no tardó en tener noticias del triunfo de los Horcones, don Ribas, logró que las tropas de  Oberto se viesen obligadas a combatir y en una acción sangrienta quedara totalmente inutilizada, con la cual Monteverde aspiraba defender a la provincia de Caracas.

Bolívar apresura su marcha hacia San Carlos, pero Izquierdo estaba aterrorizado por la derrota de Oberto y se marchó  hacia Valencia, entonces el revolucionario decidió  no darle tiempo de organizarse, ni de recibir ayuda de Monteverde y lo persigue alcanzándolo en la Sabana de Taguanes, donde le obliga a enfrentársele y le propina la derrota, otro triunfo marca el destino de su campaña.

En el informe al Congreso de Tunja Bolívar expresa:

“La intrepidez de nuestras tropas produjo a los españoles el pavor; inmediatamente emprendieron su retirada ordenada y la sostuvieron  por espacio de seis horas, hasta que, viendo que nuestra caballería casi los cortaba, se introdujo el desorden, empezó la disolución y a las dos horas de persecución  ya teníamos en nuestro poder a muchos prisioneros, porción de fusiles, cartuchos y pertrechos que dejaban en el campo. Toda la tarde duró la acción en que murieron muchos españoles, entre ellos  seis de sus mejores oficiales, uno de éstos el comandante Izquierdo; perdieron toda su infantería, que quedo dispersa por los bosques o prisionera o pasada a nosotros, pudiendo asegurar a vuestra señoría que no escapó ni un solo infante”.

¡”La guerra a muerte” comenzaba como táctica de una línea política a constituir un poderoso instrumento del movimiento revolucionario hacia una victoria definitiva!

Hablo de táctica porque Bolívar cambiaba sus tareas con rapidez, así  lo demuestran todos sus documentos, pero desde luego él diferenciaba entre la estrategia política y la estrategia militar, él sabia que en política no se trabajaba con ejércitos, con fuerzas disciplinadas y que en política tenía que mover las masas interpretando sus intereses y formándoles una conciencia dirigida hacia la libertad la justicia y la igualdad. Y eso lo vamos a ver en su historia militar y en su historia política social.

Al enterarse Monteverde quien ya estaba próximo a la ciudad de Valencia, el resultado nefasto de sus tropas, considera perdida a Caracas y toma rumbo hacia Puerto Cabello. La Capital queda en manos de su segundo, don Manuel Fierro, quien se apresuró a enviar emisarios de paz, escogiéndolos con indudable habilidad y acierto, pues designó al marqués de la Casa de León y a don Francisco Iturbe, protector y amigo incomparable de Bolívar. Este les espero en la Victoria, donde hacia tan solo seis meses Miranda había sometido la república a las insolentes condiciones de paz de Monteverde.

Don Francisco Iturbe al ver a Bolívar, corre a  abrazarlo y éste le responde, el visitante le expone las condiciones de la rendición, cuyos puntos  fueron discutidos dentro e una amplia cordialidad, pero Bolívar no los acepta todos y le manifiesta a su amigo que se dirigirá a Caracas como Vencedor de la campaña. Habia recorrido los últimos seiscientos kilómetros en treinta días derrotando a más de diez mil combatientes enemigos que se le opusieron.

Pero antes de la entrada del revolucionario a Caracas, veamos  partes de un documentos  enviado por Bolívar al Secretario de Estado del Gobierno de la Unión, donde hace análisis militares de la situación del momento.

“Quedo convencido de las razones que VS. Expone en el oficio del 29 del pasado, que tengo el honor de contestar, en que manifiesta la necesidad de calcular, antes de precipitarnos en una empresa desesperada, las fuerzas del enemigo y las que yo tengo a mi mando, los recursos con que él cuenta y los que no puedo esperar internado en Venezuela, indicando VS. Muy sabiamente, que debemos examinar el estado de la opinión pública en aquellos países, y hasta qué punto se puede confiar de ella, ver con qué  se mantiene este ejército, con que armas y con qué gente hayamos de reparar sus pérdidas, y en fin, como el que he derrotado aquí, aquél es un soldado retirada de un tan pequeño cuerpo, si por desgracia sufre reveses  que están siempre en el orden de la guerra. No es Monteverde, añade VS., un enemigo como el que he derrotado aquí, aquel es un soldado intrépido y aguerrido que ha subyugado en cuatro meses a toda Venezuela, y ha batido a las tropas numerosas  que se le presentaron  en cuantos encuentros tuvo con ellas; y éste otro es un estúpido que se ha mantenido nueve meses estacionario, después de los más prósperos sucesos que casi le habían abierto las puertas de Nueva Granada.

Permítame VS., que por ultima ves y en calidad de explicaciones a mis anteriores oficios, haga algunas reflexiones que aclaren un poco la materia y me sirvan, por decirlo así, de excusa a las empresas militares que me he tomado la libertad de proponer al soberano congreso de la Unión.

VS. Ha decidido la cuestión, y yo estoy enteramente de acuerdo en la estimación  respectiva que hace del merito de Monteverde y de Correa. Al primero le concede VS. Grandes cualidades militares, porque conquistó en cuatro meses la república de Venezuela con fuerzas inferiores, y califica de estúpido al último porque se ha quedado en inacción  por espacio de nueve meses, teniendo abiertas las puertas de La Nueva Granada. Efectivamente, Monteverde a la cabeza de un puñado de hombres obtuvo los más brillantes sucesos porque supo aprovechar las favorables coyunturas que se le presentaron por consecuencia del descontento de algunos europeos, de no muchos sacerdotes, y de la consternación  que produjo el terremoto en una parte del vulgo.

Esta consternación en la actualidad es incomparablemente mayor en el ánimo, no solo del bajo pueblo, sino de los hombres sensatos y pudientes que mueven siempre la multitud, causada por las persecuciones que ejercen todos los europeos o isleños en una especie de anarquía contra los naturales del país, a quienes vejan en las calles, en las plazas, en los mercados, en las cárceles y en los tribunales, con la barbarie que le es característica. Es muy general el disgusto que reina en la parte sana de los pueblos, inclusive en los individuos del estado eclesiástico, cuyos parientes amigos y compañeros desde la infancia son sepultados vivos en las bóvedas, en los pontones, arrastrando pesadas cadenas y sufriendo los mas grandes vilipendios.

Este es un segundo terremoto, señor secretario para el partido enemigo, y si el primero derribó las ciudades, éste ha destruido la opinión, que el fanatismo o lo preocupación  había hecho concebir a favor de los tiranos, y es un testimonio bien autentico de esta verdad, la reciente sublevación de Cumaná y la conspiración de Caracas, cuyos hechos son ciertos y sólo puede ponerse en duda en la mayor o menor extensión  de sus resultados, por manera que con justa  razón se me deberá culpar como a Correa, por no haber penetrado hasta Caracas, estando las puertas abiertas, los espíritus dispuestos a acogernos favorablemente, y hallándome a la cabeza de más de 1.000 fusileros, con su correspondiente tren  de artillería, y la caballería que querramos levantar, pues si Correa ha sido un estúpido por no haber conquistado la Nueva Granada con solo 700 hombres, yo debo ser un imbécil si no liberto a Venezuela con un ejército respetable y victorioso.

Monteverde es aplaudido, sin más que por haber mostrado audacia y arrojo en emprender una obra superior a sus fuerzas y a sus talentos; pero que ayudado por el imperio de las circunstancias y de las cosas, logró resultados que estaban fuera  del cálculo de la probabilidad. ¿Qué razón, pues, habrá en favor de este aventurero, sin mas virtudes que las de un simple soldado, con menos auxilios que nosotros sosteniendo un odioso partido, y en una situación  más difícil que la nuestra, con fuerzas inferiores a las que poseemos? ¿Qué razón, digo, habrá para que se le conceptué  capaz de obtener ventajas tan extraordinarias, en tanto que se nos niega la posibilidad de lo que está en el orden de los sucesos?         Diré a VS. De paso señor, señor secretario, que conozco a Monteverde y a Correa contra quienes he combatido en diferentes estados de fortuna. Con el primero, cuando estaba triunfante, y con el segundo venciéndolo; sin embargo, juzgando a ambos oficiales con la imparcialidad que es debida, me veo obligado a tributar a Correa los sufragios a que se ha hecho acreedor, portándose con el valor de un soldado y el honor de un noble jefe, sin que Monteverde haya excedido jamás a Correa en estas virtudes, no habiéndosele  visto nunca  con el enemigo tan a la manos, como éste lo estuvo, y teniendo por otra parte conocimientos militares, que nadie le disputa y de los cuales aquél notoriamente carece. Ni los triunfos  de Monteverde han sido tan constantes y sucesivos como VS. Asegura, pues de diez acciones que se dieron en Venezuela, sólo las cuatro primeras le fueron  favorables, habiendo perdido las seis últimas, y quedando en tres de ellas completamente derrotado.

Porque es preciso convenir en que las capitulaciones vergonzosas de Miranda no fueron la obra de Monteverde, sino de la circunstancias y de la cobardía  del general del ejército de Venezuela.

Yo concluyo con decir, que por los mismos medios que el opresor de Caracas ha podido subyugar la confederación, por esos mismos, y con mas seguridad que él, me atrevo a redimir a mi patria.

Yo soy soldado, y mi deber no me prescribe otra cosa que la ciega obediencia al gobierno, sin entrar en examinar la naturaleza de sus disposiciones, que sin duda son y deben ser las más prudentes y justas,  meditadas y concebidas con la profundidad y sabiduría que pertenecen al excelentísimo señor presidente del congreso, los miembros de aquel cuerpo soberano y el secretario del Estado.

Quedo entendido de que no debo marchar más delante de la Grita, y espero las ulteriores órdenes para ejecutarlas, como VS. Tenga a bien comunicármelas, en la firme inteligencia de que yo cifro toda mi gloria en someterme gustosamente al soberano gobierno de la Unión, de quien soy un más leal y adicto servidor.

Dios guarde a VS. Muchos años,

Simón Bolívar.

Cuartel general de Cúcuta, 8 de Abril de 1813” (Continuará…)

vrodriguez297@hotmail.com



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Víctor J. Rodríguez Calderón


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