Suena duro, pero hay que decirlo (III)

Colombia vive tiempos revueltos críticos, igualmente, el anhelo de unidad nunca ha quedado limitado al plano preliminar de las relaciones entre los diversos modos de conducta, ideas y política, sentimiento de vida con que las almas humanas reaccionan ante esa prueba desintegradora social.

Segunda Parte:

Dentro del proceso histórico de Colombia, llegamos al año de 1998, nuevamente la bandera blanca ondea por lo cuatro puntos cardinales, es ahora el presidente Andrés Pastrana, quien la levanta. Es el mes de Julio y en un acto que podríamos tildar de audaz, el dignatario colombiano logra reunirse en las profundas selvas de esa hermana nación con los máximos lideres de la FARC, allí convienen en iniciar para el futuro nuevas conversaciones de paz. Una esperanza y una alegría inundan el alma del pueblo de Colombia y del mundo.

Llega por fin el anhelado momento y se conviene que el jueves 7 de enero de 1999 sea el día para iniciar las conversaciones entre el gobierno conservador de Andrés Pastrana y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Para este acto el gobierno ordena desmilitarizar una zona de 42.000 kilómetros cuadrados, algo así, como dos veces el tamaño de El Salvador, esto para poder iniciar los diálogos y las negociaciones con la FARC.

El ejército revolucionario, preinicio a este proceso solicita el cumplimiento de una serie de objetivos al gobierno, tales como: Una inversión de 50% del presupuesto del país en obras sociales, una reforma de las fuerzas militares y otras demandas que dieron como resultado mucha dificultad en la negociación. Pese a la disposición del gobierno de Pastrana para negociar, los rebeldes advirtieron que no entregarían las armas, pues éstas, garantizarían el cumplimiento de los eventuales acuerdos a los que llegase con el gobierno. También descartaron la posibilidad de un cese de sus hostilidades con el argumento de que no están “dadas las condiciones”. Con este panorama se predijo por parte de analistas nacionales e internacionales, como en efecto fue, un fracaso rotundo, pues se analizó que la posición del ejército rebelde lo que buscaba era fortalecerse aun más en el terreno militar. También se dijo en aquel momento que se dudaba de la voluntad de éstos para terminar con los secuestros de civiles y militares y la presión que se ejercía para canjear a mas de 350 miembros de las Fuerzas Armadas, capturados en combates por unos 450 subversivos que para ese momento se encontraban encarcelados. Lo cierto es que para ese día el líder máximo de esta organización, Manuel Marulanda Vélez, no apareció, lo que supuestamente defraudo el Presidente Pastrana y a mas de 1000 personas entre diplomáticos, políticos, representantes de la iglesia católica y líderes sindicales, unos quinientos periodistas nacionales e internacionales se quedaron con sus cámaras y libretas “out”. Posteriormente se descubrió que en aquel escenario se había montado toda una acción dispuesta para asesinar al máximo líder de los rebeldes. A pesar de todo esto el presidente Pastrana manifestó: “Yo creo en la palabra de Tiro Fijo. Nos hemos creído y por eso las cosas han fluido. Desde el momento en que nos conocimos tenemos muy buena química personal, no hay nada prefabricado. Vamos a discutir sobre el terreno, en forma espontánea. Creo firmemente en el proceso, y no es de ahora sino desde hace mucho tiempo”.

De todas maneras vimos que llegó el nuevo milenio y Colombia naufraga en un mar rojo de sangre, la historia es la misma, la estructura de la guerra continua proviniendo de acontecimientos sociales y políticos que despeadamente habían nacido hace 50años, era la premonición cumplida de aquel gran líder, el doctor Jorge Eliécer Gaitán: “La oligarquía no me mata porque sabe que el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en volver a su nivel normal”.

Una cosa si es cierta, Colombia sufre un derrame fatal, las fuerzas actuantes hablan de razones y operan respondiendo a la desecación de su propia civilización, se hablan de paz para ver quien cae en un efecto de

extinción, de anulación y son incapaces de convencerse que viven en un pantano de odios y que necesariamente algún día, cuando ya no queden seres humanos, Colombia seca y cadavérica tendrá que levantar las manos por que la necesidad le hará ver que solo la paz es una residencia humana, para las nuevas generaciones y donde a pesar de las diferencias ideológicas, tendrán que buscar una forma de vivir entendiéndose como una sociedad originariamente libre y que por ello la generación extinguida luchó duramente por la vida.

Ahora bien, pienso que en Colombia la mayoría del pueblo vive bajo la fuerza del miedo y por eso nadie se atreve a decir nada, todos tienen el temor de comprometerse con la paz, nadie la quiere. De un hombre a otro se agrava la distancia y tienen razón porque los pueblos son sabios y ese pueblo sabe que la paz es partirse a Colombia en pedacitos, donde se hablaran muchos idiomas. La paz que Colombia quiere con anhelo, es donde los hombres hablen un solo idioma aún con millones de diferencias.

(…Continuará)


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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