Tite: Profesión, esperanza

La voz de Víctor Prada en mi contestadora me sonó a buche amargo, impasable, de esos que rompen el alma y destapan los rios de ese llanto que no se llora, que se traga, que hace migajas el presente de tanto recuerdo que se agolpa.

La mirada esencial vuelta hacia la parada 15 de San Juan, vuelta hacia la tienda del viejo Rafael Viera, hacia aquella camisa de colores y hacia aquél sombrero que serpenteaba ritmos... Mi ojos tan chiquitos vueltos pepas de mirarlo y no creerlo. Tite Curet en sonrisa, que eso era su persona para aquellos a quienes su corazón autorizaba. Y la voz de mi amigo Prada dejándome el mensaje: “Llamó Viera: murió el Tite”. Aparecen Johnny Ortiz y Willie Rosario echando chistes, mofándose con sabrosura boricua del bonachón del sombrero con su ego encumbrado en la amistad al presentarme: “Mira tú, que vienen de Caracas a visitarme”...

No soportó tanto achaque quitándole dulzura a las ideas que tenía. No soportó, segura estoy, tanta lejanía de su “verde luz”, el nombre sacrosanto de Borinquen dictado por la vena de El Topo Cabán Vale. Coquí humano abalanzado sobre los dolores y los sueños de su isla...

No soportó la propia contradicción que le presentó la vida al pretender enrumbarlo, ya viejo, por senderos que le resultaron, tal vez, muy pavimentados. Juanito alimaña, con mucha maña...

Nunca había resultado tan odioso el teclado como en este momento, porque muerto el Tite esa profesión que llaman esperanza se nos pone lejos; las rosas, de todas maneras, ya se las había llevado Maelo. “Melaza que ríe, melaza que llora...”

Sabe Catalino que en Venezuela atesoramos las lágrimas que vertió para hablar con angustia del desarraigo de muchos en su pueblo. Duele hasta el dolor saber que se ha ido sin ver el rostro soberano de la independencia borinqueña. “Boricua sé que soy con honra y con amor”. Duele. Duele que no tengamos ni el tiempo ni el cómo llegar hasta su féretro para besar su afán de sueños.

Ojos de vista larga y agudeza para el señalamiento, no queremos pensar qué irán a decir quienes en su propia tierra no colocaban sus temas por mezquindad comercial. Es que en estos tiempos el vocablo patriotismo puede vestirse de cualquier cosa, hasta de excusa.

Con Tite Curet se va otro libro no abierto completamente, se diluye una musa extraordinariamente hermosa, se nos niega una buena parte de la memoria oral, vivencial, sencilla y se nos quiebra el alma. Porque ahora cada vez que escuchemos un tema de los que el Tite Curet compuso sabremos que había mil más, y mejores, que no conoceremos.

Fue un creador con alma y dignidad. Y para hombres como él el Apocalipsis no tiene sentencias.

lilrodriguez@cantv.net


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Lil Rodríguez

Periodista. Defensora de los valores culturales venezolanos y latinoamericanos.

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