La Cultura y la basura tienen mucho que ver

En este momento los temas de discusión que están sobre el tapete en Venezuela son obviamente los medios de comunicación, las universidades y los estudiantes. Desafortunadamente la oposición nos sigue imponiendo la agenda, impidiendo que podamos avanzar en la discusión de otros temas que también son  importantes para la Nación. En esta oportunidad decidí dejar de lado estudiantes, universidades y medios para abordar un asunto que pareciara secundario pero que no lo es.

Si Bolívar resucitara hoy y se paseara por Venezuela, en lugar de: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades” diría “Moral, luces y limpieza son nuestras primeras necesidades”.  

Efectivamente, en estos tiempos de tantas divergencias y de polarización política, en los cuales ni siquiera los símbolos patrios o la misma figura del Libertador aparentemente nos unen, pareciera que algo que nos sigue siendo común a todos los venezolanos es la maldita manía de echar la basura al suelo en cualquier parte.

No importa el nivel socio-económico y educativo, la orientación política o el origen étnico, prácticamente todo el mundo comparte esta vergonzosa costumbre. Y eso nos lleva a creer  que se trata de un problema de carácter cultural porque es demasiado generalizado.

Quizás radica en falta de toma de conciencia sobre la importancia de la limpieza y del medioambiente o  de autoestima que todavía padecemos, aún cuando hemos mejorado mucho en este aspecto gracias a la revolución. Talvez tiene que ver con este laissez-faire que nos ha caracterizado durante demasiado tiempo. Que mejor ejemplo de eso que, en un país productor de gas como el nuestro, las llamas afuera  del Panteón Nacional se enciendan solamente cuando hay algún acto oficial y el resto del tiempo están apagadas. Además los soldados que allí hacen guardia, en lugar de pararse firmes en señal de respeto, se recuestan en las paredes del edificio mientras hablan por celular.
 Es un contrasentido que aquellos que respetan con fervor los símbolos patrios, al mismo tiempo echen la basura en cualquier parte, puesto que el propio suelo patrio es más importante que los símbolos que lo representan.
Obviamente no se trata de un comportamiento consciente e intencional, es más, seguramente la mayoría las personas que  actúa de esta forma, ni siquiera se da cuenta. Sin embargo, tampoco este problema pareciera ser prioritario en la agenda de ninguna institución del Estado.

La basura reina en todas partes donde llega gente: en las calles de nuestros centros poblados, las playas, el campo, los llanos, las sabanas,  los ríos, los páramos y selva. Tanto en los sitios más frecuentados y populares, como en los más apartados, adonde sólo unos pocos privilegiados tienen acceso por disponer de los medios de transporte adecuados. Da tristeza viajar por Venezuela y observar sus hermosos paisajes repletos de bolsas y botellas plásticas, empaques de todo tipo, de envases de vidrio y de toda clase de desperdicios. A la hora de deshacernos de la basura, la belleza de la naturaleza, las consideraciones de carácter sanitario y medioabientalista, casi a nadie les pasan por la cabeza.

Evidentemente no se tiene clara conciencia de que: afuera de nuestras casas…. sigue siendo nuestra casa. Más aún, de que aquel espacio allí afuera es Nuestra Patria, que no es sino nuestra casa grande. Peor, no se tiene claro que: el espacio público nos pertenece a todos y que al ensuciarlo estamos violando el derecho de los demás a disfrutar de un ambiente limpio, agradable y sano. Y viceversa, pareciera que a muy pocos verdaderamente nos molesta que se nos viole este derecho.


Es cierto que en la mayoría de los sectores populares de nuestras ciudades deshacerse de la basura no es asunto fácil, debido a la complicada configuración urbana que no permiten una fácil recolección de los desechos sólidos, pero también es cierto que ese no es el caso de todos los barrios y  sin embargo todos están igual de sucios. La suciedad tampoco tiene que ver con la pobreza en sí, porque hay zonas del país tradicionalmente pobres, como por ejemplo la región andina, donde los pueblitos son mucho más limpios que la media nacional. Tampoco con el hacinamiento característico de los grandes centros poblados, ya que muchos pueblos pequeños son igual de sucios que las grandes ciudades.

Con frecuencia escuchamos quejas de habitantes de sectores populares porque las autoridades competentes no limpian las quebradas o los riachuelos que pasan cerca de sus viviendas y por lo tanto, cuando llega la estación de las lluvias, los desperdicios que allí se acumulan pueden causar  peligrosas inundaciones.
Pero cuando miramos de cerca los desperdicios en cuestión no encontramos piedras o troncos de árboles arrastrados por la corriente, sino viejos colchones, oxidadas neveras y otros objetos parecidos. Entonces surge la pregunta: ¿Qué hacen colchones y neveras metidos en una quebrada? Y más aún ¿A caso habitantes de otros sectores llegan subrepticiamente y a escondidas en el medio de la noche para botarlos allá? Y fácilmente se llega a la conclusión de que son los mismísimos habitantes del sector los responsables de esta lamentable situación.
 
Las urbanizaciones de clase media, tampoco se salvan. Efectivamente están en un cierto sentido más limpias que los barrios, pero entonces sus avenidas se cubren de excrementos de perro que se pueden encontrar hasta en áreas comunes de lujosos edificios privados. Estos  mismos dueños de mascotas, que se comportan como unos salvajes en su país, cuando viajan  a Orlando, Florida, mecca turística de la clase media venezolana, no tiran ni un papelito en la calle “porque allí no se puede, porque allí todo está bonito, y porque allí además les ponen sendas multas”.

Del  acoso de la suciedad obviamente no se salvan las calles de los centros urbanos donde confluyen todas las clases sociales. Además de los desperdicios sólidos, huelen a orina porque entre los hombres ha aparecido la mala costumbre que no se veía antes en Venezuela de orinar donde les venga en gana. Hace poco pude apreciar en Caracas como un hombre se bajó de un lujoso BMW para orinar en una esquina. ¿Cómo puede ser que toleremos eso? Obviamente esta mala conducta tiene relación con el aumento de la ingesta excesiva de alcohol que no les permites a “los caballeros”, de todas las clases sociales, aguantar hasta llegar a un baño para descargar sus vejigas y con el desenfado y la falta de inhibiciones de la sociedad actual, fenómeno mundial por otro lado, pero también con la escasez de baños públicos y sobre todo por la ausencia de sanciones.

Con frecuencia se escuchan en los medios de comunicación voceros de instituciones del Estado relacionadas con el turismo declarando que quieren trasformar el país en una potencia turística, cosa que sería perfectamente factible considerando nuestras riquezas naturales y lo benigno de clima, y fomentar tanto el turismo nacional como internacional. Al escucharlos uno sinceramente se pregunta qué tipo de turismo podemos desarrollar en estas condiciones.

Para dar un ejemplo concreto: en Venezuela no existen campamentos adecuados y organizados para albergar a los turistas que viajan en carpa, cuando sin embargo esta costumbre es bastante generalizada, de manera que a la hora de tener que hacer sus necesidades, los campistas las hacen donde pueden. Es frecuente conseguirse en las playas más hermosas del país y  probablemente del mundo, metros y metros de papel higiénico volando por el aire como serpentinas, sin mencionar que nuestro país debe ser el único donde se permite acampar en cualquier lugar sin ningún tipo de restricciones.
 
La Isla de Margarita tiene el potencial para convertirse en el primer destino turístico del Caribe debido a la variedad de sus atractivos. Sin embargo sus paradisíacas playas, por lo menos las más frecuentadas, donde sí se recoge la basura más visible, están repletas de tapitas de botellas, de pitillos de plástico, de servilletas de papel, de escarbadientes que se te clavan en los pies y sobre todo de miles de colillas de cigarrillo. Realmente es absurdo hablar de turismo en gran escala y internacional, sin antes arreglar eso.

Si de Cultura hablamos y pensando en todos los esfuerzos que está haciendo el Gobierno Bolivariano para fomentarla, uno se pregunta: ¿De qué nos servirán los museos, las salas de cine, las librerías, las bibliotecas, los teatros, etc. si después no podemos caminar por las calles de las ciudades por la repugnancia que nos causan? La Cultura, entre otras cosas es también la manera en la cual los seres humanos se relacionan e intercambian experiencias y conocimientos y está ligada al concepto de asentamiento urbano. Cultura, costumbres, educación y vida urbana van de la mano por eso a la “buena educación”, entendida como forma de convivencia, también se la llama “urbanidad”.
Es en  los centros habitados donde se producen los hechos culturales, tanto colectivos como individuales: mirar un espectáculo de calle, sentarse a leer un libro debajo de un árbol o simplemente caminar para disfrutar del espacio público, de manera que esta problemática atenta realmente contra el propio desarrollo cultural nacional.


Este tema debe ser abordado urgentemente por parte del Estado de manera interinstitucional. Es un problema cultural que afecta al turismo y a la cultura, al mismo tiempo es un problema de salud pública que debe ser abordado desde el punto de vista educativo y comunicacional.
 Lograr un medioambiente limpio y sano debería constituir un verdadero valor revolucionario y, consecuentemente, objetivo prioritario para la Revolución Bolivariana. El Estado debe tomar conciencia de la gravedad del problema y tomar correctivos cuanto antes, aplicando aquella fórmula que sabemos por experiencia que sí funciona y que básicamente se resume en mucha educación, información, concientización y una pizca de firmeza a la hora de aplicar sanciones.

Se necesita una campaña masiva, bien coordinada, constante y sostenida. Tenemos lo necesario para lograrlo: varios canales de televisión, de radio, muchos medios alternativos y comunitarios y vallas publicitarias por todos lados, falta sólo la voluntad política para iniciar dicha campaña. Podríamos comenzar con esta consigna por ejemplo:

 “Ensuciar es contrarrevolucionario y antipatriótico”……porque en verdad lo es.

dona@aporrea.org



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Donatella Iacobelli

Directora de la revista cultural ENcontrARTE.

 radona17@gmail.com

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