Cuando el gobierno de la izquierda democrática liderada por Salvador Allende, fue aplastado por lo que sería después la dictadura de Augusto Pinochet, la larga noche cayó sobre Santiago y toda Latinoamérica.
Casi dos décadas después, Chile fue liberada y los chilenos le cantaron de nuevo a sus alamedas y calles liberadas el hecho histórico de poder convivir por siempre en democracia.
El pasado domingo en la segunda vuelta para decidir entre la líder comunista Jara y el republicano José Antonio Kast, las pantallas repetían cifras, porcentajes, con mapas teñidos de colores que no eran solo estadísticas, eran los estados de ánimo de un país dispuesto a respetar los resultados para fortalecer la soberanía popular.
En las calles vino la confirmación y finalmente la certeza. Chile había decidido. Kast resultó el vencedor. Más allá de adhesiones o rechazos, el dato era irreversible: la mayoría se había expresado en las urnas. Y entonces ocurrió lo que, en las democracias maduras, debería ser rutinario, pero nunca deja de ser simbólico: el reconocimiento del resultado por parte de los derrotados.
Como debe ser en todo sistema democrático, Jeannette Jara, candidata oficialista, tomó la palabra cuando aún quedaban votos por contabilizar, pero no dudas razonables sobre la tendencia. Su mensaje fue sobrio. Reconoció el triunfo del adversario, felicitó al ganador y habló de la continuidad institucional, del respeto al mandato ciudadano y del rol que le correspondería como oposición. No fue un gesto de rendición, sino de responsabilidad histórica.
Poco después, el presidente Gabriel Boric hizo lo propio. Desde La Moneda, con un tono sereno, reafirmó su compromiso con la Constitución, con la alternancia en el poder y con la tradición republicana chilena. No hubo ambigüedades ni silencios calculados, ni ministros de la defensa respaldando falsos resultados entre gallos y medianoche.
Jara y Boric actuaron desde la lógica democrática. En Venezuela, el poder actuó desde una lógica antidemocrática y pinochetista. Los izquierdistas chilenos fueron derrotados, pero son democráticos y respetaron la soberanía popular.