Historia y advertencia: Venezuela frente a sus ciclos de violencia más sangrientos

A lo largo de la historia venezolana, los ciclos de violencia han sido recurrentes, muchas veces alimentados por tensiones internas, ambiciones desbordadas y presiones externas. En cada episodio, el costo humano ha sido alto, y las heridas sociales han tardado generaciones en sanar. Hoy, ante un momento de profunda incertidumbre política y geopolítica, se hace necesario mirar hacia atrás con honestidad intelectual y sensibilidad histórica.

Si algo nos ha enseñado el pasado, es que los derramamientos de sangre nunca son inevitables, pero sí profundamente evitables cuando se privilegia el diálogo, la soberanía y el respeto por la vida.

La historia de Venezuela no es solo una sucesión de fechas y batallas; es un testimonio vivo de las consecuencias que emergen cuando el poder, la ambición y la intervención se imponen sobre la razón, el diálogo y la voluntad popular.

De la conquista a la independencia: violencia republicana y deuda moral

La conquista y colonización marcaron el inicio de una era de sometimiento y despojo. Los pueblos originarios fueron desplazados, esclavizados y silenciados por el imperio español que impuso una estructura colonial con su visión del mundo a sangre y fuego. Este primer derramamiento de sangre no solo destruyó culturas, sino que instauró una lógica de dominación que se replicaría en distintos momentos de nuestra historia.

La guerra de independencia, aunque heroica en sus ideales, fue también una guerra fratricida. El sueño de libertad costó miles de vidas, al menos un tercio de su población, y dejó al país en ruinas. La figura de Bolívar encarna la lucha por la soberanía, pero también el dilema de construir una nación sobre los escombros de la guerra. La independencia fue una victoria política, pero también una advertencia sobre el precio de la emancipación cuando no se acompaña de cohesión social.

En este marco histórico, resulta pertinente recordar que cada 23 de agosto se conmemora el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición.

La efeméride nos convoca a reflexionar sobre el papel de Haití, primera nación libre de América Latina y el Caribe, cuyo gesto de apoyo a la independencia venezolana estuvo condicionado por un principio ético incuestionable: la libertad de los esclavos.

No obstante, la historia muestra que las élites criollas traicionaron ese compromiso, dilatando durante décadas la abolición de la esclavitud y concretándola finalmente bajo un cálculo cínico, mediante la negociación de indemnizaciones que preservaban sus intereses económicos.

Hoy, mientras Haití enfrenta una realidad marcada por el abandono internacional y el colapso institucional, su legado de dignidad y solidaridad permanece vigente como un faro moral que las naciones de América no deberían ignorar.

Montoneras, guerras civiles, bloqueos y fracturas: entre el siglo XIX y el siglo XX

Décadas más tarde, la guerra federal puso en evidencia las profundas tensiones entre las élites conservadoras y los sectores populares que reclamaban mayor inclusión política y social. Fue una guerra civil de gran magnitud, que dejó miles de muertos y acentuó la fragmentación del país.

La consigna de "tierra y hombres libres", que movilizó a amplias capas de la población, terminó diluyéndose en el conflicto, dejando tras de sí una sensación persistente de decepción y traición.

El triunfo de la Federación, lejos de materializar las promesas de transformación social, derivó en la consolidación de una nueva élite gobernante que, en muchos casos, instrumentalizó las aspiraciones populares para alcanzar sus propios fines. Las expectativas de justicia e igualdad fueron postergadas, y el proyecto federalista quedó marcado por el incumplimiento de sus compromisos fundamentales, dejando una huella de desencanto histórico que aún resuena en la memoria nacional.

La revolución liberal restauradora, encabezada por Cipriano Castro, marcó un punto de inflexión en la configuración del poder político en Venezuela, dando paso al ascenso de los llamados "andinos en el poder". Este nuevo orden, aunque logró estabilizar ciertas estructuras internas, también coincidió con el resurgimiento de tensiones con potencias extranjeras.

Uno de los episodios más significativos fue el bloqueo naval de 1902, llevado a cabo por Alemania, Reino Unido e Italia, bajo el argumento de exigir el pago de deudas pendientes. Esta acción constituyó una intervención directa en los asuntos internos del país, y puso en evidencia la vulnerabilidad de Venezuela frente a los intereses transnacionales, así como los límites de su soberanía en un contexto de creciente presión internacional.

En ese mismo contexto, la Revolución Libertadora (1901–1903) se consolidó como la segunda guerra civil más prolongada y la más sangrienta de la historia republicana venezolana. Liderada por Manuel Antonio Matos, esta insurrección contó con el respaldo de empresas multinacionales como la New York & Bermúdez Company— y de sectores influyentes de las élites nacionales, lo que evidencia cómo el capital extranjero ha sido capaz de instrumentalizar divisiones internas para incidir en el rumbo político del país.

La Revolución Libertadora no fue únicamente una confrontación entre facciones venezolanas: fue una guerra transnacional, donde los intereses económicos se impusieron sobre la voluntad popular, y donde el conflicto sirvió como plataforma para la reconfiguración del poder político y financiero.

Tras el fracaso militar de la insurrección, Manuel Antonio Matos logró reposicionarse políticamente, pactando con Juan Vicente Gómez y ocupando un cargo de representación en el gabinete gomecista. Este giro estratégico, que consolidó su influencia como caudillo económico, dejó atrás —con una aparente indiferencia— los cruentos episodios de La Victoria y Ciudad Bolívar, donde Gómez, entonces al servicio de Cipriano Castro y su ejército, desempeñó un papel militar decisivo. Este desenlace revela las complejas interacciones entre poder político, intereses económicos y memoria histórica, y plantea interrogantes sobre el costo humano de las ambiciones que moldearon el siglo XX venezolano.

Ya en el siglo XX, el Caracazo de 1989 representó un punto de quiebre en la historia contemporánea venezolana. El estallido social, generado por medidas económicas impuestas que contrastaban con las expectativas generadas durante la campaña electoral, derivó en una reacción popular que fue reprimida con una violencia desproporcionada. Las cifras oficiales nunca reflejaron con precisión el verdadero alcance de la tragedia, y el evento dejó una marca indeleble en la memoria colectiva. A partir de entonces, se abrió una nueva etapa de descontento social y deslegitimación institucional, que cuestionó profundamente el modelo político vigente.

Este episodio se inscribe en un contexto más amplio: los treinta años de democracia representativa que siguieron al derrocamiento de la dictadura presidida por Marcos Pérez Jiménez estuvieron atravesados por tensiones ideológicas, especialmente en relación con los sectores de izquierda. Una parte de estos, marginados del sistema político formal, optó por el camino de la lucha armada, estrategia que, aunque motivada por ideales de transformación social, terminó siendo ineficaz y costosa en términos humanos y políticos. Estos años estuvieron marcados por confrontaciones, exclusiones y rupturas, que contribuyeron a erosionar la confianza en las instituciones y a incubar el malestar que estallaría con fuerza el 27 de febrero de 1989.

Todos estos episodios comparten un patrón inquietante: la violencia como recurso para resolver disputas políticas, muchas veces intensificada por intereses externos y ambiciones internas que desbordan el marco institucional.

Basado en el análisis de los episodios de violencia en la historia de Venezuela, las cifras de muertes estimadas son las siguientes:

  • Conquista y Colonización: No hay cifras relacionadas con lo que hoy es el territorio de Venezuela, pero se estima que en toda América la catástrofe demográfica avalada por Rodrigo Borgia el Papa Alejandro VI superó los 90 millones de muertos.
  • Guerra de Independencia: Se estima un total de 250,000 muertes. Un estudio de 1817 encontró que la población había disminuido en 241,741 personas entre 1809 y 1816 debido a los terremotos y la guerra.
  • Guerra Federal: Se calcula que murieron más de 100,000 personas, en su mayoría campesinos.
  • Bloqueo Naval de 1902: Durante el bombardeo del Fuerte San Carlos, se reportaron alrededor de 40 muertos.
  • El Caracazo (1989): Las cifras oficiales reportan 276 fallecidos, mientras que fuentes extraoficiales y de organizaciones de derechos humanos sugieren que el número real pudo ser de más de 3,000.

Advertencia, memoria y responsabilidad en el presente

Desde los tiempos coloniales hasta la actualidad, la historia venezolana ha estado marcada por momentos de profunda tensión, donde la violencia ha sido empleada como vía para resolver conflictos. En muchos casos, estos episodios han sido exacerbados por factores externos o por dinámicas internas que desbordaron los cauces institucionales.

En el contexto actual, caracterizado por presiones internacionales, sanciones económicas y amenazas de intervención, es necesario reafirmar el valor del diálogo como herramienta fundamental para la resolución de diferencias. La experiencia histórica nos enseña que la defensa de una postura política no debe implicar sacrificios humanos evitables, y que la paz duradera no se construye desde la confrontación, sino desde el entendimiento y el compromiso colectivo.

Cada ciclo de violencia ha dejado huellas profundas: pérdidas irreparables, fracturas sociales y retrocesos en la construcción de ciudadanía. Por ello, la memoria no puede limitarse a ser un ejercicio de evocación, sino que debe convertirse en una guía ética y pedagógica para las decisiones del presente.

La historia nos habla con claridad: repetir errores del pasado sería abrir la puerta a nuevas heridas. Venezuela necesita altura política, reflexión serena y un compromiso firme con la vida. Solo así podrá forjar un futuro verdaderamente libre, sustentado en la paz, la justicia y el respeto mutuo.



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Edward Carrasco

Docente y redactor de artículos de marketing digital, tecnología, social media, geopolítica, salud, música, deporte y sexualidad.

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