¡Soldado Tuyo, Pueblo Mío!
I
En las últimas décadas, el comportamiento humano ha sido uno de los aspectos más analizados por filósofos, sociólogos, psicólogos, entre otros. Sin embargo, lejos de llegar a una conclusión rotunda sobre los límites del bien y del mal, nos encontramos en un mar de relativismo que difumina la esencia de lo que significa ser humano en su sentido más profundo.
La apología de la conducta errada, el infantilismo perpetuado que olvida sus responsabilidades y la victimización como herramienta para evadir la realidad, son fenómenos que van de la mano a procesos inicuos de degradación humana que afecta a todos los estratos de nuestra sociedad.
En primer lugar, es esencial entender que el ser humano es un ente con libre albedrío, un concepto fundamental que, lejos de ser un pase libre para actuar sin restricciones, es la base de nuestra capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo. Sin embargo, hoy en día, se ve con creciente normalidad que ciertas conductas que antaño se considerarían inaceptables, hoy son excusadas, aplaudidas e incluso promovidas.
Esta apología de la conducta errada es, por decirlo de alguna manera, un intento de "normalización del desvarío o actitud irracional frente a lo lógico y ético".
La adultez no es una licencia para actuar sin ética; es, en cambio, un momento de mayor compromiso con la verdad, la justicia y la integridad individual y colectiva. Si permitimos que una conducta inmoral se convierta en una estrategia de supervivencia, entonces estamos alimentando una sociedad basada en la mentira, la hipocresía y la corrupción.
II
La victimización también juega un papel clave en este análisis. Es tan fácil adoptar el rol de víctima y excusar la falta de acción o la conducta incorrecta, inmoral o alevosa, como si la culpa de todos nuestros males estuviera afuera y no en nuestros propios pensamientos, actitudes y decisiones.
Es fundamental que reflexionemos sobre cómo estos flagelos de la apología de la conducta errada, el infantilismo y la victimización se pueden expresar en todos los niveles de la sociedad. Desde el niño que, ante la falta de disciplina, comienza a creer que todo lo puede sin consecuencias, hasta el adulto que justifica sus actos incorrectos con cualquier excusa a conveniencia. Pero lo que no podemos perder de vista es que, si bien el contexto social influye en nuestras decisiones, nuestra capacidad para decidir, reflexionar y actuar conforme a principios morales y espirituales es la que realmente determina nuestro carácter.
Los grandes pensadores de la historia, desde Sócrates hasta Hugo Chávez, nos enseñaron que el bien y el mal no son conceptos absolutos ni establecidos por la sociedad, sino que son principios que emergen de la conciencia humana, de la reflexión profunda sobre lo que significa vivir en sociedad. La ética no es una camisa de fuerza, sino un principio libremente adoptado para la convivencia armónica. La verdadera pregunta que debemos hacernos es: ¿queremos seguir justificando lo injustificable, o estamos dispuestos a enfrentar los desafíos que nos plantea nuestra sociedad con la valentía de hacer lo correcto?.
III
Es imperativo que dejemos de ver la conducta errada como algo pasajero. No podemos seguir permitiendo que nada, ni nadie justifique lo malo por conveniencia. El futuro depende de nuestra capacidad para discernir el bien del mal, no solo a nivel intelectual, sino también a nivel espiritual y ético. Si caemos en la trampa de la victimización, manipulación y el relativismo, lo único que conseguiremos es presenciar la más grande descomposición y degradación del sistema ético que debe regir la conducta del hombre en sociedad.
El cambio debe empezar en cada uno de nosotros. Asumir la responsabilidad de nuestras acciones y cuestionar sin dudar la inmoralidad que en el entorno se presente es lo único que puede darnos las claves para construir una sociedad SOCIALISTA, motivada y guiada por los principios del amor, el respeto, la moral y la ética.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Comuna o nada!
#DeVueltaChavez
Nos vemos en la Próxima Edición.
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