¡Ay Venezuela cómo olvidarte, aunque tenga sembrado en mí: vivencias inoportunas de odiosos recuerdos. Aún así tu existencia me infla de orgullo! Y más ahora que hay más de un loco suelto fuera del país que se desvelan por deportar venezolanos de su entorno como demonios mal vistos que, acaparan la atención del gobierno de Trump -el eficiente Poseidón vengativo- que une simbólicos tatuajes como piezas del "Tren de Aragua" que van a parar sometidos a una cárcel de El Salvador o, a Guantánamo y, de allí no los saca nadie y eso que Bukele como pana de Trump no los odia, sino a Maduro.
De Venezuela se puede hablar lo que se quiera como consuelo de otros, pero como país es uno de los mejores del mundo -duélale a quien le duela- pero lo cierto es que ha tenido de todo tipos de: pésimos gobernantes, pero eso no es berrinche que trasnoche su idiosincrasia de tentativas honrosas y perspectivas de alicientes bellezas que entran en la estirpe de lo humano -somos un pueblo servidor y complaciente- metido de lleno dentro de la expectativa que, algún día nos dejarán vivir en paz sin ser patio trasero de nadie, absolutamente.
Allá llueve y escampa y el sol quema. la Primavera como el Invierno y el Otoño, no existen. Por lo que somos veraniegos con un oleaje de mar que excita nuestros sentidos y salpica nuestra paciencia de rutilantes pasiones en que los hombres y mujeres se recrean marcados de sentimientos que enorgullecen nuestra condición humana como patrimonio universal de la humanidad que, sabemos muy bien distinguir el mal del bien y viceversa. No le tememos a la muerte -combatimos con el mismo valor que sabemos que no somos infinitos y, cuando nos descubrieron se demostró que teníamos sangre y conciencia de Patria honda y profunda de barro indígena.
Lo que pasó en España con el apagón masivo quizás no nos sorprendió, pues pude ver la Madre Patria castigada por sueños oscuros que todavía persisten y, cauto han sido sus gobernantes al no embrollar el momento con parecido guion venezolano de resistencia al furtivo vandalismo que juega al escondite y, la lluvia de tropeles a lo inaudito nos acompaña hasta decir basta y, acá el que le apeteció siguió tomando su cervecita sin esperar que le sirvieran tapas rasantes de alegría y, otros jugando a la paciencia esperaban el bus como medio masivo de transporte con el metro y los trenes paralizados como sino existieran plantas eléctricas de emergencia para moverlos a su destino.
La verdad es que en Venezuela está pasado de moda decir, se fue la luz, porque quien quiera tiene su planta eléctrica que lo ha acostumbrado a no darse mala vida pues, pasa lo de siempre de que se va la luz a cualquier hora del día para regresar después cansada cuando nadie la espera y, eso de decir que comience la fiesta es un mal propósito de mal gusto porque, luz siempre hay y sino hay hay velas y velones y tranquilidad para no perder el ánimo de esa es Venezuela, pero no para siempre, por lo que no se queja nadie -y para qué. Venimos de cosas peores.
La costumbre de vivir sin luz allá todavía perdura, por eso no me extrañó su ida acá que todavía no es mal de morir allá, por que acá está en ascua de incógnita, es decir, en espera y más en estos tiempos modernos que un presidente de un país potencia quiera gobernar al mundo y más ahora que no hay papa en Roma, aunque corre la voz sorpresiva que lo vi por Instagram de que, el expresidente Guaidó por los momento pudiera auto proclamarse papa allá en Roma. Y como con Trump todo es posible por las buenas y por las malas, a lo mejor es idea suya ya que el papa Francisco que murió reciente no lo quería.
Lo que sí es seguro es que, España con luz o sin ella, sigue siendo la Madre Patria y, existen países por demás que la socorran y olé.
Y además el que ahorra en luz dura más tiempo en vida.