Golpes paralelos: 24 - E del 48 y 11- A de 2002

Podría hacerse una película con la pantalla dividida, pasando lo que ocurrió en Miraflores, tanto el día 25 de noviembre de 1948 y el 12 de abril de 2002.

En ambos escenarios se venía de una Constituyente. Aunque hay grandes diferencias entre un Betancourt (gran amigo y benefactor de Nelson Rockefeller en los grandes negocios que se estaban instaurando en Venezuela, pilar del gobierno de Gallegos) y Chávez bien vale la pena considerar algunas coincidencias en los hechos y en las ambiciones de algunos traidores que luego corrieron a palacio a buscar prebendas. Conocemos hasta la saciedad lo que sucedió el 12 de abril de 2002, cuando llegan victoriosos a Miraflores los dueños de los medios de comunicación, los empresarios, los jeques de la Iglesia católica, los relumbrantes líderes de la izquierda, al tiempo que un equipo de brillantes juristas bajo la batuta de Allan Brewer Carias redacta a todo vapor un modo de traspasar legalmente el poder a Pedro Carmona Estanga.

Uno de los primeros en llegar a Miraflores el 25 de noviembre de 1948, a dar los parabienes a los nuevos inquilinos de Miraflores, es RAFAEL CALDERA. Refiere una nota de prensa de El Nacional con foto y todo, que Caldera ha estado en Miraflores RECOGIENDO LOS PLIEGUES DE SU AMPLIA CAPA[1].  

También acude entre los primeros (cuales un Cardenal Ignacio Velasco, Mike de Viana y Baltazar Porras), el Arzobispo Lucas Guillermo Castillo (tío de Rosalio Castillo Lara) con varios curas, quienes aparece también en otra fotografía del mismo diario estrechándoles la mano al Comandante Carlos Delgado Chalbaud, Presidente de la Junta Militar de Gobierno. Llega Julio de Armas, cual Leonardo Carvajal, para que lo designen rector de la Universidad Central de Venezuela. No había entonces una Oficina Central de Información ni algo parecido a CONATEL, ni jefes de medios como los Cisneros, los Marcel Granier y Federico Alberto Ravell porque todavía las transnacionales no estaban desarrolladas, y los partidos eran lo que procuraban hacerse de las estaciones de radio y de los periódicos. Como unos Cisneros-Granier, los urredistas y copeyanos corrieron a apoderarse de Últimas Noticias, mientras COPEI pidió para sí El Gráfico. Cuenta Miguel Ángel Carriles lo siguiente: “Mi primera reunión fue con Jóvito en la oficina de la editorial Tamanaco, en la esquina de Veroes. Todavía recuerdo una de sus expresiones: “Yo no voy a decirte que nosotros seamos gobierno, pero tenemos estos gobernadores de Estado, estos otros altos funcionarios, el Director de Política del Ministerio del Interior (Alirio Ugarte Pelayo)…” inmediatamente después que yo firmé , Ignacio Luis Arcaya telefoneó a Ugarte Pelayo avisándole que podía permitir la reaparición del diario[2]”. Es decir, los urredecos se habían adueñado de Últimas Noticias.

Ya sabemos que Federico Alberto Ravell le pidió un voto de confianza a Carmona, en presencia de Cisneros para encargarse no sólo de la OCI (dejando de lado a Patricia Poleo) sino y sobre todo CONATEL. Gustavo Cisneros llevaba su propia lista de los que debían integrar el nuevo gabinete. De manera idéntica como lo venía haciendo desde el primer gobierno de CAP.

En las calles (como si estuviéramos viendo la felicidad que corría por La Campiña Pdvsa y Altamira, el 12-A) la clase alta rebosa de alegría. Cuenta Carlos Carriles Ayala[3]: “La base de apoyo popular no era sólida y fue dócilmente influida por esas élites dominantes a la hora del derrocamiento. Los disgustados no eran solamente los estamentos militares y empresarial… habían despertado la suspicacia de otros sectores nacionales influyentes, tales como el clero, los jóvenes educados en colegios privados y muchas amas de casa celosas de la defensa del núcleo familiar, al que veían amenazado  por las ideas laicizantes manifestadas por muchos personeros del régimen. No había sido sólo el decreto 321 que arbitrariamente situaba a los colegios privados en situación desventajosa con respecto a os públicos, son algunas acciones tales como hacer retirar las imágenes religiosas de las Escuelas del Estado o el proyecto para eliminar la mención de Dios de la nueva Constitución. Entre mis recuerdos personales de esa época está haber presenciado escenas callejeras de regocijo de encopetadas damas de la sociedad caraqueña manifestando su alegría con frases tales como por fin se acabó la alpargatocracia… Años después, en los posteriores gobiernos adecos (DE LA IV REPÚBLICA[4])una de ellas a la que admiro por su carácter y simpatía, vinculada a la familia Zuloaga, se convirtió en una apasionada defensora de esos alpargatados. Enrique Aristiguieta Gramcko, ex Viceministro de Relaciones Interiores, entonces un joven de unos 15 años, me refirió su entusiasmo compartido con otros muchos jóvenes de su edad, cuando trascendió de que habían tumbado a Rómulo Gallegos”.

 

El Carlos Fernández de entonces que llegó a palacio dando abrazos y gritos de libertad, el 25 de noviembre de 1948, fue Luis Gonzalo Marturet, seguido, como si se hubiesen puesto de acuerdo para que dos generaciones hicieran exactamente el mismo papel: de don SALVADOR SALVATIERRA. Por la Cámara Agrícola, con el pecho ardiente y airoso estaba Carlos Fleury Cuello. Había mucha gente colmando los salones, y nadie se estaba preguntando allí qué podía estar pasándole al maestro Rómulo Gallegos. Si esta muerto, les daba lo mismo. Si lo tenían en un calabozo, se lo merecía. Si lo amarraban y lo sacaban en un avión para Cuba o Costa Rica, nadie le había dicho que dejara los libros para dedicarse a la política.

Los Azpúrua, los Zuloaga, Pocaterra, Pacanins, ya estaban viendo cómo estaban sus cuentas y de que manera podían adquirir créditos para salvar sus empresas; averiguaban qué contratos iba a solicitar de manera inmediata el gobierno. De manera idéntica a como vimos el día 13-A en los grandes diarios nacionales, comenzaron a aparecer expresiones de solidaridad al nuevo gobierno. Tal cual lo hizo TELCEL y MOVILNET, aparece en aquellos diarios, un reluciente anuncio de decidido apoyo a la Junta Militar de Gobierno: “Los suscritos comerciantes en el ramo de REPUESTOS PARA AUTOMÓVILES[5] nos sentimos muy contentos de poder felicitar al Ejército de Venezuela por su patriótica actitud de recuperación nacional, al suplir un gobierno tendencioso cuya característica sobresaliente fue la incapacidad administrativa”

Comenzó a llegar a palacio la crema de la crema de la oligarquía: Jesús María Herrera Mendoza (traidor que había sido designado por Medina Angarita Presidente del Banco Central).

Los que la noche anterior habían estado desesperadamente buscando una manera de hacer legítimo el golpe, tal como lo hicieron en el caso de Chávez, Allan Brewer Carias y Cecilia Sosa, por el lado de gallegos el tren de abogados estaba conformado por René Lepervanche Parpacén, Luis Villalba Villalba, Alberto Arvelo Torrealba, entre otros. Lo que se anunciaba era idéntico a lo que prometió Carmona: “… No se ha asumido el Poder para atentar contra los principios democráticos sino para obtener su efectiva aplicación y preparar una consulta electoral…[6]”.

Aquella acta constitutiva del nuevo gobierno, además de firmarla la plana mayor de los empresarios, la ratificó con su rúbrica Wolfgang Larrazabal[7].

El estatuto electoral ad-hoc, se encargan de elaborarlo Jóvito Villalba, Rafael Caldera, Ignacio Luis Arcaya, Luis Gerónomi Pietri (suegro de Caldera), Alejandro Urbaneja Achepohl y Lorenzo Fernández, entre otros.

Hay que tomar en cuenta que Caldera venía de ejercer la Procuraduría General de la Nación, desde donde refrendó procedimientos vengativos contra los medinistas caídos.

Como si estuviéramos viendo a los partidos COPEI Primero Justicia, después del golpe del 11-A, URD y COPEI manifestaron su total adhesión al nuevo gobierno.

Cual si uno estuviese viendo a un Ramón Escovar Salom o a un Manuel Caballero, encontramos a don Mario Briceño Iragorry (salvando la enorme distancia intelectual y creativa entre éste y aquellos), vociferar lleno de contento por la caída de Gallegos: “era deber cívico en aquellos momentos a la abatida república, y fui en servicio a Bogotá, donde me fue grato exhibirme como el representante de un país sin solución de continuidad…”.

Ynos pareciera ver a Teodoro Petkoff, a Américo Martín, Pablo Medina o Andrés Velásquez, cuando vemos a Jóvito Villalba buscand cualquier pretexto para justificar la cíad de Gallegos y le dieran dinero además de un puesto, en momento cuando la oligarquía estaba frenéticamente feliz porque se haría a plenitud lo que les diera la gana: “el gobierno no pudo detener la violencia desatada y ejercida  desde el poder, ni ofrecer garantías a las fueras económicas…”.

Caldera junto con su gente, declaraba, cual un Gerardo Blyde o un Julio Borges: “el régimen se caracterizó por una siembra constante de odios para dividir a la familia venezolana…”.



[1] Véase el diario El Nacional del 21 de enero de 1949.

[2] “Memorias de la Inconformidad”, Miguel ángel Carriles, Caracas, 1973, págs. 298-301.

[3] En “Pérez Jiménez y su tiempo”, Consorcio de Ediciones Carriles C.A., Ediciones Bexeller, Caracas, pág. 48.

[4] Añadido del autor.

[5] Diario El Gráfico, del 28 de noviembre de 1948, pág. 8.

[6] Diario El Universal, 25 de noviembre.

[7] Firma que también estampara en el Acta que lo colocaría a él, en lugar de Pérez Jiménez, nueva años más tarde.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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