El juramento

Veinticinco siglos atrás un griego hizo un juramento de tan profundo contenido ético, que aún hoy permanece inmodificado y sigue normando, aunque sea de manera simbólica, el ejercicio de la medicina. Hipócrates no sólo sustrajo el arte de curar de la práctica religiosa, sino que sentó precedentes morales que buscaban impedir que la nueva ciencia se desviara de su noble camino de velar por la salud de los seres humanos.

Dos mil quinientos años después, en casi todo el mundo, los médicos cuando se reciben siguen prestando aquel viejo juramento. Es la base de su código moral. Lamentablemente, en países como el nuestro, tan alienados por el mercantilismo, suele ser cada vez más dolorosamente cierto que la práctica de la ciencia de la salud ha dejado de ser un apostolado para convertirse en una lucrativa forma de hacer dinero.

Los costos de la medicina privada en Venezuela son sencillamente inmorales. No les cabe otro calificativo. Y no sólo lo son por las astronómicas cifras que la gente que sufre una enfermedad o un accidente tiene que pagar por concepto de hospitalización, sino porque es una práctica corriente que aunque el enfermo se esté muriendo, tiene que agarrar sus maletas y marcharse cuando se agotan las tarjetas de crédito o se consumen los montos que cubren las compañías de seguros. Peor aún, existen reputadas y afamadas clínicas que tienen la desfachatez de prolongarle la agonía a un moribundo, sólo por abultar la cuenta, aún a sabiendas de que el paciente no tiene salvación.

Tal vez la culpa no la tienen los médicos. No voy a cometer la torpeza de generalizar con algo tan importante como la ética. Pero es que en esta rueda infernal en que hemos caído, en la cual los gigantescos centros comerciales quiebran los pequeños comercios; las grandes cadenas de farmacias acaban con las boticas; y las modernas clínicas prácticamente barrieron a las pequeñas, el negocio de salvar vidas sepultó bajo un montón de dinero a aquel viejo juramento del ilustre Hipócrates. Ojalá Barrio Adentro no tarde mucho en llegar a las urbanizaciones de clase media, porque si se demora no va a encontrar enfermos que curar. Habremos muerto de mengua.

mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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