Aquella memorable marcha que hicimos desnudos, hace 30 años, desde La Hechicera hasta la Plaza Bolívar…

  1. Fue el 12 de octubre de 1992. España inauguraba la Expo-Feria de Sevilla y se conmemoraban los 500 del genocidio español contra los aborígenes de este continente. Cientos de miles de latinoamericanos viajaron a Sevilla a celebrar, a pasear en carruajes y a emborracharse con vino, al tiempo que un grupo de profesores y estudiantes de la Facultad de Ciencias bajábamos, tal cual Dios nos trajo al mundo y tal cual como aquí nos encontraron los godos del almirante Cristóbal Colón. ¡Memorable!
  2. Era un día por cierto bastante frío, pero aguantamos el ramalazo, y por cierto, que para aquel momento nos escoltaron los señores de los Tambores de San Benito que llamaban la atención de todo el mundo en el centro de la ciudad. Bajábamos en cueros, insisto, presidiendo la marcha, el profesor de Física José Zambrano, el poeta Pedro Pablo Pereira y el que esto escribe. Andábamos, como verdaderos y auténticos indios, sin el ropaje de occidente, sin los jeams ni los zapatos de goma, despojados de todos los indumentos que nos trajo luego Occidente, y con los cuales nos "civilizaríamos" a juro, a machaca martillo.
  3. Cierto que hablamos el español, y no el quechua o el maquiritare; o que vestimos, no como los cumanagotos, sino como los europeos o los gringos (con los blue jeans tallados, zapatos deportivos, franelas estampadas con figuritas de Mickey Mouse, Pato McDonald o de Pluto). Que nos movemos modernamente, con ambivalente cortesía, y nos hemos ido formando en la escuela del "buen trato", y al saludarnos damos besitos en las mejillas (antes nos dábamos uno, y ahora imitando a los españoles queremos darnos dos).
  4. Entre ese mundo de centros comerciales, de comidas rápidas, de trucos subliminales y autoinducidos, ¿cómo encontrar y entender nuestros antepasados si vivimos abrumados por todo lo que nos llega de afuera? ¿Cómo entenderlo, con esas conversaciones matizadas de vanidad, además casi siempre como lo dicta la moda, y con los edulcorados clisés, poses y risas enlatadas?
  5. Con pocas tradiciones firmes, y con una historia que desde España nos siendo desfigurada desde que comenzó a gobernar Páez. Historia falseada, y para completar cada 12 de octubre, unos cuantos "asimilados" salían a colocarle flores a los monumentos de Cristóbal Colón, de los criminales conquistadores como Juan Rodríguez Suárez, Francisco Pizarro o Hernán Cortés. ¿Aquella era nuestra condición: la de ser unos "descubiertos" y como tales vivir de la cultura y de la ciencia que nos proveían los "descubridores"?
  6. El término descubrimiento fue producto de la "genialidad" del que descubre, por supuesto, del que encuentra algo. Quien supo encontrar fue Europa; los que llegaron de otras tierras, no quienes estaban instalados desde hacía siglos en sus tierras, y que comprendía un territorio mucho más grande que "el fabuloso continente de la sabiduría y del poder cristiano": Occidente. ¿Esos asesinos europeos no sabían aquí ya nosotros estábamos instalados con nuestras tradiciones antiquísimas, con nuestros dioses y organización social que superaba con creces la de ellos?
  7. Fuimos "descubiertos" para Europa, ese iba a ser el más grande los negocios, porque todo se lo íbamos a deber a ellos. Y por eso mismo los malditos piratas ingleses hasta hoy día nos saquean 30 toneladas de nuestro oro. La práctica del chovinismo cultural echándole en cara al indio, al "salvaje", el derecho del "hallazgo", e izando las banderas de la muerte que proclaman: "Esto es nuestro, porque lo hemos encontrado primero que los demás (los demás son los otros, cualesquiera que puedan ser), sin caer en cuenta, insistimos, en que estas tierras ya tenían dueños (si es que de veras alguien puede ser dueños de ellas), que sus habitantes eran seres bondadosos y pacíficos, sanos, y poseían una civilización armoniosa, una religión con la que no andaban quemaba herejes ni amenazaba con el infierno eterno a sus hermanos.
  8. El certificado de "DESCUBRIDORES" lo sellaba y refrendaba Europa, como si ella fuese la madre depositaria del Registro Universal, cuando en realidad estaba tan despistada moral y espiritualmente que propagaron en estas tierras de "América" las injusticias más sórdidas y los elementos de la servidumbre más atroz. Claro, habían DESCUBIERTO riquezas en el sentido europeo, con métodos de explotación bárbaros y un sistema económico que era totalmente extraño a los naturales del Nuevo Mundo. Garrapateó Colón en su diario (navegando hacia estas tierras): "Donde encuentre oro y especies en cantidad, allí me quedaré hasta que reúna cuanto me sea posible".
  9. No hubo ningún "DESCUBRIMIENTO'". El que llegaba desenfundó la espada, el que los recibía ofreció su casa. Por la gran generosidad de los nativos, jamás llegaron éstos a acuñar el término de que habían DESCUBIERTO a barbudos extranjeros que llegaban con sus arcabuces y cual enloquecidos demonios en sus caballos. La presunción europea los iba a conducir a extravagantes errores, a la auto-aniquilación. Utilizaron la palabra "bárbaro" para definir a los pobladores de América y entronizaron prácticas maquiavélicas con las que infectaron la política de los aborígenes, levantaron comunidades plagadas de injusticias sociales. No tenían tiempo para estudiar y analizar concienzudamente cuanto se desenvolvía entre nosotros, puesto que tenían toda su atención en una desenfrenada locura por hacerse ricos; como este desenfreno produjo cierto rechazo, entonces "descubrieron" los europeos que a los nativos les iba muy bien el término de "salvajes", por lo cual se despojaron de todo escrúpulo e hicieron de la cruz y de la espada una misma cosa.
  10. El carácter utilitarista del europeo, venía en la expresión sutilmente criminal de "hemos descubierto América". Era el absurdo sentido de la "propiedad" que ya hacía estragos en la sociedad de los blancos, porque no pensaron en otra cosa sino en gobernar, que quiere decir: ¡explotar! Traían en la sangre el concepto de propiedad como viene definido en el derecho romano; "el derecho de usar y abusar de las cosas en cuanto lo autorice la razón" y puesto que los naturales iban a ser catalogados de "salvajes", la razón sería suficientemente amplia como para justificar los desmanes que llevaría a cabo (además con el piadoso proceso de la Evangelización, de la conversión).
  11. De este sentido de propiedad nuestros aborígenes se reían y se asombraban. Los indios se preguntaban - y se preguntan hoy con mucha más razón - ¡¿Cómo puede alguien apropiarse de un pedazo de tierra?! El señor Mario Briceño Iragorry se habría burlado de estos "infelices" por decir cosas como éstas, porque don Mario era un admirador de las fórmulas sacramentales del quirite romano cuando asumía el dominio de un lugar y mediante ritos con estolas y báculos -que la Iglesia Católica tomó del Imperio Romano- declaraba la "posesión del espacio contra el vacío del desierto". Don Mario creía en el Poder Cósmico de la Anunciación Divina, el cual justificaba la presencia y dominio de España en América y el derecho a decir a los "salvajes": "-¡Escuchad extraños, hemos descubierto esta tierra y por tanto es nuestra! Quedaréis obligados a nosotros. Nos debéis todo: vuestras vidas, vuestras mujeres, vuestros hijos y cuerpos porque carecéis de Alma.
  12. Como el comercio era el pretexto para dominar sobre lo que les pertenecía, trajeron la esclavitud sin ninguna clase de reservas morales. De África Occidental, en un período de cuatro siglos, fueron traídos a América cerca de veinte millones de negros. Es decir que al "desnivel moral e histórico" que ellos ya creían que aquí existía entre los indios y españoles, se agregó el de la raza negra y todo ello para acrecentar el holocausto.
  13. Por lo cual, aquella gran alharaca que se armó el 12 de octubre de1992 con la Expo-Sevilla, con saraos reales y ditirambos de fraternidad (después que te han robado y asesinado), como si acaso hubiese sido muy justo, equilibrado y hermoso aquella destrucción de un continente paradisíaco: el grandísimo genocidio de comunidades bondadosas que salieron al encuentro de los extranjeros con franca generosidad y hospitalidad, y que tuvieron el error (honorable, en términos de Claude Levi Strauss) de ver en ellos a dioses. Destrucción de seres que en realidad eran amantes de la paz y que, como escribieron muchos frailes, eran sencillos y no posesos de las riquezas ni de bienes materiales; casi ascéticos en sentido monacal; que se gobernaban mejor que los europeos y gozaban de una mejor y bien fundamentada libertad individual. Nada de raro tendría (por lo que ya estamos viendo de los nazis ucranianos apoyados por la EE UU y la Unión Europea) si en un supuesto futuro, se llegara a organizar la Expo-Berlín para celebrar los 500 años de la incineración de cinco millones de judíos por parte de Hitler.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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