El colonialismo dominante impide la patria soberana

No asumir una realidad que atraviesa todos los aspectos de la vida política, institucional, social e individual del Pueblo, es una negación que lleva a aceptar el estado de sumisión como natural al desarrollo mismo de la democracia y no es éste el estado natural en la vida de los pueblos. El país y la región sufren una colonización creciente desde hace cinco décadas, una situación que asfixia todas y cada una de las posibilidades potenciales que tenemos como Estados nacionales y que las hemos transcurridos saqueados por las fuerzas coloniales de diferente índole, anglosajonas y supranacionales como los organismos internacionales, y que han sido desde económicas a culturales.

Es en ese intento permanente de accionar político, que les ha permitido al colonizador, bajar la autoestima nacional, perder soberanía nacional en las decisiones, transformar en formal la democracia representativa y someter al Pueblo a un sistema funcional a las necesidades estratégicas de un enemigo, siempre oculto, pero agitado en sus proclamas por los medios hegemónicos y siendo ejecutado en su accionar, por los instrumentos de un Mercado que emerge como ordenador social colonial.

Entonces la decisión estratégica patriótica debe ser derrotar al colonialismo, no por la lucha contra sus tentáculos de dominación, que son los ejes habituales del debate político, al cual se circunscriben siempre los aspectos sectoriales de los problemas coyunturales, que siendo fragmentados por sus deterioros constantes en décadas, el enemigo disfruta de nuestras discusiones sobre sus resoluciones parciales, que siempre estarán determinadas por un accionar institucional, en un marco estructural de dominación. Para decirlo de manera sencilla, no habrá soluciones parciales a una situación de dominación colonial que todo lo atraviesa.

Un Estado cooptado por los intereses económicos dominantes y que ha sido sometido por un endeudamiento que todo lo determina, desde lo económico social a lo geopolítico internacional, en un mundo en constante movimiento en cuanto a las alianzas y ecuaciones de los nuevos tiempos pos pandémicos, debe ser reestructurado desde una visión Soberana de Emancipación. Ese cuadro de situación internacional, pretende ser cercado y teñido por el enemigo, ocultado informativamente por un colonialismo que extorsiona y amenaza cualquier apertura del sistema de relaciones multipolar, expresado en su máxima presión como lo vivimos con el tema de las vacunas rusas y chinas y la oposición amenazante norteamericana ejercida sobre su adquisición, en plena Pandemia, cuando estaba en juego la vida de los argentinos.

Por esa razón, aun cuando aparece el tema colonial como lejano a la cotidianeidad de los argentinos, un planteo de colonialismo ejercido como presión sobre cada aspecto de la vida institucional del país nos lleva a comprender cabalmente la brutalidad inhumana, de la sujeción nacional a las determinaciones externas a los intereses del pueblo argentino. Esa pérdida de soberanía no es una expresión aislada de la vida, ni una pérdida de la utopía a alcanzar, sino una hegemonía ejercida por un Estado al servicio de las minorías dominantes, funcional al diseño estratégico del Imperio.

A lo largo de la historia nacional fue así, cuando los gobernantes establecían alianzas con los imperios de turno, el endeudamiento y la derrota del campo nacional se ejercían con vigor y crueldad, desde Rivadavia mismo con el Empréstito de la Baring declarando traidor a San Martín; Mitre y Urquiza en Caseros persiguiendo a Rosas al servicio del Imperio inglés; Uriburu derrocando a Irigoyen y Aramburu persiguiendo a Perón, todos ellos declarados traidores a la Patria por defender los intereses populares, como fue con Cristina a su turno.

Entonces el colonialismo es algo más que una descripción teórica, es una realidad fáctica que nos compromete a diario en una acción revolucionaria tendiente a su resolución, que debe darse en el marco de la democracia y en paz, aunque en enemigo pretenda enarbolar el odio, para incitar a la violencia y el caos, que siempre favorece a los poderosos dueños del poder local. No existiría el colonialismo sino existiesen actores locales que son sus soldados cipayos.

Por esa razón de presión colonial, es que la política práctica se despega del hombre real y se refiere al hombre abstracto en su generalización sobre el género humano, cuando comienza a englobar la pobreza como concepto social pétreo, antes que la riqueza como realidad forjadora de la situación marginal, exaltando las consecuencias producidas por los factores de poder antes que describir a fondo las causas que la originan, refiriendo lo social como un único uniforme sin penetrar las complejidades comunitarias, que siendo múltiples son tratadas como cuerpos únicos de respuestas, abordadas desde esquemas de poder institucional, que imponen conductas, abordajes y herramientas, que están lejanas a su propias realidades locales.

No es sólo la comida aquello que resuelve las situaciones de marginalidad y deterioro de una Comunidad, sino el avasallamiento de la dignidad de las personas, que han sido provocadas y funcionales a un estado social inestable, que impide la realización de proyectos de vida individuales y sociales y que el enemigo ha diseñado como herramienta de ordenamiento, sujeción e ingeniería social de los pueblos colonizados, colocados a merced del Mercado como ícono de la Modernidad globalizada, que todo lo somete y ordena.

Ese discurso único hegemoniza la vida de los argentinos y penetra aún a los militantes del campo nacional y popular, apropiándose desde las palabras a los contenidos simbólicos de los pensamientos estratégicos, acotando los márgenes de acción a "lo posible" de lo "políticamente correcto", acotando los márgenes de acción política a la agenda del enemigo colonial, que establece los caminos en los cuales discurre una democracia debilitada.

La Patria espera un Pueblo en marcha, que logre sacudir las telarañas tejidas en décadas de cultura dominante y que ha llevado a generaciones a crecer bajo la tutela de la dominación, que aunque no lo sepan, condiciona sus proyectos de vida, los diseña y estructura en una dinámica que fragmenta socialmente, fortalece el individualismo, impone pautas racistas, desconoce las complejidades culturales y ataca todo lo diferente, con el temor siempre impuesto del arrebato individual de derechos, frente a la ampliación colectiva de los mismos, que son enfrentados con dureza por los dueños del poder, por ser esos derechos creadores de conciencia política, que puede lograr enfrentarlos por el poder, desde la Comunidad Organizada como poder popular instituido.

Esa irrupción del Pueblo es el efecto más temido del colonialismo imperante, de ahí su necesidad estratégica de destruir a los Movimientos nacionales y populares desde su base misma, implementando políticas de dominación clara tanto en la información, como en la formación profesional de las nuevas capas generacionales, generando esquemas de vida cuya identidad está emparentada con modelos lejanos, antes que con la propia Memoria del Pueblo que debería alimentarse de las luchas históricas de Liberación y la formación de la conciencia nacional que permitió a nuestro país, no sólo ser emergente de las luchas populares de América latina, sino de haber logrado la síntesis histórica del pensamiento americano, mestizo, criollo y profundo de una América que debió ser y no pudo serlo, al ser balcanizada por el imperio anglosajón desde sus albores.

El sustrato filosófico del peronismo vigente, como otros pensamientos vigentes siempre enarbolados como fundantes, como el marxismo, la social democracia socialista, o social cristiana y el liberalismo, correspondientes a otras realidades nacionales en general eurocéntricos, es reafirmado en esa construcción del pensamiento nacional, siendo el eje de la reconstrucción de la Patria Matria Grande, que irrumpe con fuerza como movimiento nacional y popular, excediendo esquemas partidarios para constituir la llave necesaria de un nuevo proceso de Liberación Nacional que nos debemos como Pueblo, si queremos seguir siendo Patria.



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Jorge Rachid

Doctor, y dirigente peronista argentino. Asesor del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Autor de El Peronismo pendiente, El genocidio neoliberal de fin de siglo y Sin Mordaza.

 @elkotur

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