Aristóbulo y el gran Leviatán

En el año 2003 Aristóbulo Isturiz era por primera vez Ministro de Educación. Entonces, luego de tres años de revolución, se intentaba reestructurar un ministerio plagado de burocratismo extremo. Se nos asignó una misión allí y lo visitamos. Cada piso combinaba puertas cerradas, pasajes ocultos, con amplias oficinas llenas de escritorios vacíos y unos cuantos empleados mal encarados, desconfiados, o que la disimulaban con una simpatía exagerada, ficticia, confianzuda, casi íntima, con cualquiera que se presentara en nombre de una oficina distinta o de otra institución gubernamental distinta. Parecía gente perdida en el tiempo, humo de cigarrillo, exceso de maquillajes y perfumes, cuchicheos, secreteos, murmullos, risas y risitas, a veces surgía una palabra, un nombre, media oración, que uno escuchaba fuerte, como quien escucha de pronto que suben el volumen en un velatorio, pero sin poder entender nada, porque al instante se escondían de nuevo en el balbuceo.

Nosotros fuimos ahí comisionados por nuestra oficina, el servicio de información a la comunidad, dependiente de la Biblioteca Nacional, para elaborar un directorio telefónico de los servicios, trámites y procedimiento, prestados por el ministerio al público en general, al magisterio, empleados y estudiantes; más o menos así nos organizamos y así lo solicitamos. Llevamos una carta firmada por nuestro jefe directo y por la misma Virginia Betancourt, la jefa del "gran penacho". Anduvimos recorriendo oficina tras oficina en once o diez pisos que tiene el edificio sin poder capturar un solo dato correcto. Hicimos un informe de ese primer intento y dejamos que el asunto se resolviera de jefe a jefe.

A la mañana siguiente no informaron de una convocatoria de Aristóbulo para una reunión en su despacho con organizaciones sociales, y así fuimos en representación de la Biblioteca Nacional, con la carta credencial correspondiente. En una sala de reuniones había mucha gente, una muchacha anfitriona nos ofreció café y un cachito de queso, hasta que, de forma explosiva apareció el ministro con una carpeta llenas de papeles, terminando de dar instrucciones a alguien. Se sentó en un extremo de la mesa y dio los buenos días. Saludó a algunos secamente y comenzó a hablar.

Aristóbulo le hablaba a gente de su partido, MBR, a gente de los consejos comunales, a gente comprometida con Chávez, formando un peo enorme. En esos días hubo una serie de robos, de vandalismo continuado contra las escuelas públicas, y Aristóbulo quería saber qué hacían estos representantes populares para impedir los robos, quería saber si realmente eran líderes comunales, que no podían controlar sus comunidades y los robos hechos por gente de esas mismas comunidades, porque esas escuelas estaban casi todas dentro de zonas populares. Pidió informes sobre casos más específicos, y los rechazó de plano, reclamando que no todo lo podía arreglar Chávez y la policía, que para eso estaban ellos, interrogó a uno por uno, interpelo a todos, a la mayoría los conocía (recordaba mucho esto el estilo Chávez de gobernar con sordos y gente inútil). Pero cuando advirtió nuestra presencia preguntó a qué comunidad pertenecíamos, que de cuál consejo comunal veníamos, y ahí fue cuando se enteró que éramos los enviados de Virginia, de la Biblioteca Nacional, para elaborar un directorio real de los servicios, trámites y procedimiento, de los responsables por cada uno de ellos. Al terminar la reunión, conversó brevemente con nosotros y dijo que había que hablar con más calma ese asunto, que el ministerio, con su organigrama y las nóminas, era un monstruo abismal insondable, que él, después de tanto tiempo, todavía estaba descubriendo oficinas, algunas casi secretas. Así nos despachó hasta hoy, en fecha de su lamentable muerte.

Después nos enteramos que ese asunto del directorio se quiso resolver de forma ejecutiva, "por arriba". Sin embargo, por nuestra parte, nunca pudimos con el monstruo, aunque lo intentamos de muchas maneras, por medio de su biblioteca, a través de la oficina de relaciones públicas, llamando a todos los teléfonos que encontramos en el directorio, etc.

Es posible que ellos tampoco pudieran, ni Aristóbulo, no los otros ministros que lo sucedieron. De hecho, todo lo que se hizo en el gobierno de Chávez fue generar una administración en paralelo a la burocracia, a través de las misiones, en este caso, las misiones educativas, algunas adscritas al ministerio de Petróleo, como Misión Ribas, para protegerlas del virus del burocratismo del gran leviatán que siempre ha sido el ministerio de Educación.

Dejando un lado las diferencias políticas con Aristóbulo Isturiz, nosotros creemos que fue un hombre honesto y luchador; que de haber habido en el gobierno de Maduro más gente como él esta historia fuera otra. La lealtad a las personas y no al proyecto disolvió su fuerza. Siendo vicepresidente del área social fue uno de los pocos que escuchamos hablar de "conciencia del deber social" y de socialismo, así su discurso contradijera todas las políticas del gobierno en todos los demás asuntos, cuando ya era una raya hacerlo, un tema prohibido dentro del madurismo. ¡Y tuvo que ser así su trabajo dentro de este gobierno!, porque, para un grupo de oportunistas ambiciosos, un cargo como ministro de educación o vicepresidente en el área social, es solo un saludo a la bandera; ese nombramiento significaba marginar al funcionario, dentro del aspecto de la política que para los más vivos y ambiciosos, todavía hoy resulta secundario, "para allá van los más honestos, los pajúos, los que más saben, para educación, ciencia y cultura".

¡Respeto a la memoria de Aristóbulo Isturiz!, fue un hombre digno que hizo lo que pudo. Mi pésame a sus hijos y familiares.



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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