Los buenos tiempos son mala política

—Parecían preguntas sencillas. ¿Cuánto puedes comprar con tu salario? ¿Llega para pagar tu alojamiento y tu manutención? ¿Te queda algo después para enviar dinero a tus padres? ¿Y los costes del transporte hacia el trabajo? Pero como las planteáramos, siempre obteníamos las mismas respuestas: "depende" o "no lo sé".

Como ya ocurriera durante la Gran Depresión, la crisis generó una oleada de suicidios, debido a que muchas familias vieron cómo sus ahorros se evaporaban por completo y decenas de millares de pequeñas empresas y negocios tuvieron que cerrar sus puertas. Cuando 24 millones de personas pierden sus empleos en el plazo de dos años, arraiga una nueva desesperación que ninguna cultura puede absorber tan fácilmente. Ésta se expresa de forma distinta por toda la región, que pueden ir desde un significativo del extremismo hasta el explosivo crecimiento registrado en el comercio sexual infantil.

En lo que FMI respetaba la crisis estaba yendo de maravilla. En menos de un año, había logrado imponer mediante negociaciones transformaciones económicas radicales En Nuestraamérica. Por fin estaba listo para ese momento definitivo en toda escenificación de transformación: la Revelación, el instante en que el sujeto, tras haber sido cosido, estirado, arreglado y abrillantado, es mostrado por vez primera a un sobrecogido del público (en este caso, los mercados bursátiles y de divisas globales). Si todo había salido a pedir de boca, cuando el FMI levantase el velo que cubría sus más recientes creaciones, el dinero caliente que regresaría a raudales para comprar las que serían irresistibles acciones, divisas y emisiones de deuda pública.

Así que en lugar de acudir de vuelta en tropel, los operadores respondieron a la gran Revelación del FMI retirando de inmediato mucho más dinero y atacando nuevamente las monedas de toda Nuestramerica. Tras cada una de esas estadísticas había una historia de sacrificios degradantes. Como siempre ocurre, las mujeres y los niños fueron quienes se llevaron la peor parte de la crisis. En la televisión y en la prensa, los análisis se referían una y otra vez a la situación de la región como si ésta hubiera contraído una especie de enfermedad misteriosa pero altamente contagiosa: la pandemia, Covid- 19

La historia de la crisis suele concluir en ese punto: el FMI intentó ayudar, pero la cosa no funcionó. La Oficia de Evaluación Independiente del Fondo concluyó que los ajustes estructurales exigidos fueron "desacertados" y "más amplios de los aparentemente necesarios", además de "no cruciales para la resolución de la crisis". "La crisis no debería utilizarse como una oportunidad para imponer un amplio programa de reformas sólo porque la influencia durante ese momento es muy elevada con independencia de lo justificables que puedan ser sus méritos". En un apartado especialmente contundente de aquel informe interno, las Oficina acusaba al Fondo de haber actuado cegado hasta tal punto por la ideología del libre mercado que el simple hecho de considerar algo tan lógico como la instauración de controles sobre los flujos de capitales había resultado institucionalmente inimaginables. "Si ya era una herejía sugerir que los mercados financieros no estaban distribuyendo el capital mundial de un modo racional y estable, contemplar la posibilidad de establecer controle de capitales constituía sencillamente un pecado mortal".

Ésa es la historia no contada de las políticas que el FMI denomina "programas de estabilización", como si los países fuesen barcos sacudidos por las agitadas aguas del libre mercado. No hay duda de que, al final, se estabilizan, pero el nuevo equilibrio sólo se consigue después de haber arrojado a millones de personas por la borda: empleados del sector público, propietarios de pequeños negocios, agricultores de subsistencia, sindicalistas… El desagradable secreto que esconde la "estabilización" es que la gran mayoría de la población nunca llega a subirse a la nave. Acaba hacinada en suburbios marginales y poblados de, ranchos.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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