Ahora, han terminado todos los trabajos y calamidades

Sombras y oscuridad por doquier; pesadez y ordinariez en esa cara trágica de trabajador; por ninguna parte un rasgo elevado, un relámpago de espiritualidad, un detalle así como la alta frente. Por ninguna parte apunta un rayo de luz; nada resplandece. El que dijera lo contrario falsea la verdad. No hay remedio: ese rostro es bajo y vulgar; no es un templo, sino un calabozo del pensamiento; es un rostro apagado, oscuro, siniestro, feo. Ya muy pronto, se da cuenta de su fisonomía. Cualquier alusión a su exterior "le desagrada"; a veces desesperan que pueda haber felicidad terrenal para un hombre.

No hay imposible, quizás solamente lo es una sola cosa: estar inactivo, limitar, encerrar la tranquila satisfacción, la felicidad de la gracia del Sueño, pues, forzosamente, apenas se levantan los párpados, han de tener un objetivo, estar despiertos, sin ilusiones. Han de apartar toda locura, desentrañar toda mentira, echar a tierra toda fe; todo queda desnudo. Pero no se puede ser feliz con unos ojos, ése ve de verdad, a ése le pertenece el mundo y la sabiduría, siempre vigilantes, despiertos. Saben penetrar hasta lo más profundo del espíritu e iluminar, con toda claridad, los rincones más oscuros del alma. Son lo suficiente puros y ardientes para lanzarse hacia Dios y pueden atreverse a mirar con firmeza el rostro de la Nada.

Los hombres deberán reconocer cuán sencillo es el vivir: lo que molesta, se arrincona bajo de la mesa; se quita el Estado capitalista, la Religión, la propiedad, para así, de un golpe, vencer al mal y suprimir los pecados, y así, cuando uno labre su campo con su propia mano y cueza el pan y haga sus zapatos, entonces sobre la tierra ya no habrá ni Capitalismo ni Religiones, es el amor y el amor es el objeto de la vida. Así, mañana mismo podría eso ser una realidad "si los hombres y mujeres quisiesen".

Evitemos el creciente conflicto de la desigualdad de las clases sociales iniciando la "revolución voluntariamente" desde arriba, interiormente, dejando de ejercer la fuerza, y evitando así que la "revolución" se haga desde abajo. El rico debe renunciar a su riqueza; el intelectual, a su orgullo; el artistas, a su torre de marfil, y aproximarse al pueblo con un espíritu de compresión; debemos domar nuestras pasiones y fustigar nuestra "personalidad animal" y, en vez del ansia de adquirir, hemos de desarrollar en nosotros el placer de dar. Todo eso es de una ética elevadísima, ciertamente; es lo que han predicado todos los evangelios; es una exigencia eterna ya que, a causa del progreso de la Humanidad, siempre puede pedirse nuevamente.

Para hacernos más tentador ese completo ascetismo, escupe sobre toda nuestra cultura actual, sobre nuestros artistas, nuestros poetas; apela a la mayor exageración, a inexactitudes manifiestas, y empieza a rebajarse a sí mismo, para así tener libre curso abierto para a todos los demás.

En este mundo de los silenciosos, en este fondo del mar, debajo de la Historia, es donde vive la verdadera tradición, la eterna, en el presente, no en el pasado muerto para siempre y enterrado en cosas muertas. En el fondo del presente hay buscar la tradición eterna, en las entrañas del mar, no en los témpanos del pasado, que al querer darles vida se derriten, revertiendo sus aguas al mar.

Por ninguna bien aventurada celestial queremos cambiar a plenitud de nuestra existencia de hoy, ni aun a trueque de una simplicidad de la vida; preferimos ser "pecadores" que "primitivos"; preferimos ser pasionales que tontos u honestos, en el sentido de la Biblia.

—Hay muchos que llaman preferir la felicidad a la civilización el buscar el sueño; hay muchos en cuyo corazón resuena grata la voz de la tentación satánica que dice: "O todo o nada."

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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