Espera y calla

—Contra el chisme nadie puede. Ha sido una de las armas predilectas de la burguesía, pero hay que saber chismear. El acusar a alguien de algo muy grande es un error, que determina el careo entre acusado y acusador, saliendo éste con las tablas en la cabeza. Pero si le dicen que no tiene modales para codearse con la gente de la sociedad caraqueña, eso no tiene defensa. Haría el ridículo de preguntarle al presunto culpable sobre la autoría del chisme, porque el primero que sabe que eso es cierto, es el propio. Pueden decirle que tú te burlas de sus discursos, que su prosa es detestable o que parece un monstruo por lo gordo que está. Preguntarte "¿Es verdad, individuo, que tú dices que soy mal escritor o estoy muy feo?" no sería capaz de hacerlo, por más que duela como un balazo, ya que el mayor insulto que se le puede decir a todo aquel que escribe es que lo hace mal, y como es un juicio subjetivo y absolutamente legítimo, no hay defensa posible. Luego de esos pequeños chismes, al parecer inocuos pero que ponen al rojo vivo la animadversión del ofendido contra el agresor, prenden las acusaciones más inverosímiles. Eso es lo que llaman el estribo de la calumnia… Si no estuvieses tan jojoto en años y en prestigio, yo diríamos que le metieses la gran zancadilla y te alzaras con el coroto.

Desde que se fundó la Gran Capitanía General de Venezuela, en 1777, teniendo a Caracas, se revolvió el autonomismo de las otras provincias, que hoy desde aquí regimos y hasta hace menos de un siglo tenían vida propia, con sus intereses y oligarquía. Si a la pugnacidad regional agregas la lucha por el poder entre la misma clase dirigente de Caracas, constituidos unos por la oligarquía tradicional o mantuanos, y otros por pulperos enriquecidos por Páez, o godos, comprenderás ahora por qué perdieron la guerra por más que se cobijaran bajo la misma bandera roja. Godos y mantuanos son cosas muy diferentes, que hasta la gente de tu generación no termina de comprender; como no entienden que la aristocracia que se está formando, y que se llama liberal, sean también blancos prejuiciados contra la gente de color y con las mismas veleidades aristocráticas que Los Amos del Valle.

No hay oportunistas sin oportunidades, y ¡ay! de aquellos que las dejen pasar. Sus ademanes son bruscos y enérgicos, mandando a la porra al más pintado. Escatima sonrisas y parabienes. Lleva el rostro adusto y altivo el talante. Recibe seco a los felicitadores, los mismos que lo menospreciaron y que ahora acuden como pegones.

En Venezuela ha quedado siempre en el aire un olorcillo de monarquía, que losa eufemistas llaman nepotismo. Falcón lo practicó en su tiempo, Guzmán lo haría luego, y el Benemérito intentó lo mismo con su hermano Juancho y con su hijo José Vicente. No estén creyendo que esa tendencia es indígena. Los caciques no eran hereditarios; esa manía de nuestros gobernantes son reminiscencias feudales de los conquistadores. Guzmán, no le hizo caso al viejo Sotillo. Con su cara dura tradicional, fue el primero en presentar sus parabienes a José Ruperto, sin importarle los decires del heredero. Fue tal su perseverancia en demostrarle su simpatía al hijo de Monagas, que éste, que nunca superó el resquemor que le profesaba, depuso su hostilidad al considerarlo árbol caído y listo para leña. Craso error que habría de pagar con creces el joven Monagas, al subestimar la capacidad de intriga de su taimado opositor, quien como un carbonario fue organizando una amplia red para tomar el poder.

Tú, por ejemplo, eres mantuano porque tu madre lo es, y entre nosotros, al igual que entre los judíos, el grupo confesional lo determina la madre eso es lo que te explica que andes de pipí con los que hasta hace poco te adversaban.

Su añoranza por Miami se ha desbocado. Sueña con la bella ciudad de rascacielos, que despierta en él contrastantes evocaciones llenas de nostalgia. Se siente fuera de lugar en su propio patio. Siempre lo ha estado, al fin y al cabo. Con una diferencia: si antes creíamos alcanzar su identidad a través del poder y de la riqueza, ahora se percata de que hay en el fondo mucho más que eso. A los magnates y la nobleza caraqueña con que soñó convivir como parte de ellos, los tenía, con excepción de tres familias, rendidas a sus pies. Ya no lo entusiasmaban, sin embargo. Al entregárseles y humillarse ante él, habían perdido el misterio y el valor de ser apetecibles. Luego de haber conocido a los notables de "Mayameros", los imponentes Amos del Valle le parecían tan sólo unos campesinos endomingados, sin blanca para colmos, anticuado, rezagados y pueblerinos. Eran torpes e ignaros, sin más razones para hacerse valer que sus orígenes, de los que se jactaban con más orgullo de lo que pudieran hacerlo los grandes de España. Eran sosos más que insípidos, aferrados a esquemas políticos y sociales a los que Máyame. Eran una pobre gente, incapaz de satisfacer sus anhelos. En más de una ocasión sintió impulsos irrefrenables de renunciar a todo y de largarse para siempre a Miami.

—Pero la hacienda que produce los dólares está en Venezuela; la Patria es la Patria. Aquí en Miami no soy nadie, aunque tuviese los millones de Rothschild. ¿Hablar de riqueza? ¡Qué riqueza del carrizo!; somos unos miserables comparados con los ricos de aquí.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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