Fiestas Covid

"Lo esencial es invisible a los ojos", se dice en el Principito, novela del escritor francés, Antoine de Saint-Exupéry. Al igual, que los billetes de cualquier denominación de un país, lo verdaderamente esencial es lo que ellos expresan a través de sus colores, imágenes, valores de usos y de cambios, que expresan como medios de intercambio social en una economía. No son solo los próceres, obras y valores, que expresan en su pase por la historia de los pueblos, como símbolos de la identidad nacional y factores de cohesión y pertenencia a la nacionalidad. Algunos, les dan notoriedad -al billete nacional- llamándole pequeños libros de cuentos, historias cortas, que reflejadas sobre el papel, expresan momentos de un instante histórico determinado. En el caso del billete de 500 bolívares, se representa al Padre Libertador, Simón Bolívar, y en su reverso el ave, Turpial, teniendo como fondo al Parque Nacional Macarao, como expresión del carácter ecologista que caracterizó a Bolívar, en vida. El Bolívar, lleva el nombre del Libertador de América, Simón Bolívar, y fue adoptado por la legislación monetaria venezolana en 1879. Inicialmente, se definió en estándar de plata y, a partir de 1887, el estándar oro, entró en plena vigencia hasta que se salió de ese estándar en 1930 y, a partir de 1934 la tasa de cambio vigente, entra a la órbita del dólar estadounidense, hasta el presente. Por su parte, el dólar estadounidense, asumió al águila calva como símbolo de poder, el mismo que asumiera el imperio romano a partir del segundo Consulado de Cayo Mario (104 a.C), como estandarte en las banderas que portaban los ejércitos romanos y, posteriormente, formó parte de las primeras emisiones de monedas hasta el siglo III d.C. El águila calva, representativa de la moneda imperial, el dólar, es el emblema nacional a partir de 1787. La historia, relata que eran consideradas las mensajeras espirituales entre los dioses y los seres humanos. Algunos historiadores, relatan que Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de los EEUU, se mostraba reacio al uso del águila calva como emblema nacional ya que consideraba a tal ave, como de mal carácter moral y propuso, en contrario, al pavo. Obviamente, no contó su propuesta, con sostenido apoyo. Tener una moneda poderosa, es símbolo de fortaleza, un instrumento de poder en la arena internacional. La moneda líder, ha sido –históricamente- emitida por el poder imperial líder que la respalda con su capacidad militar y estratégica para modelar las relaciones internacionales. En palabras del Premio Nobel, especialista en temas monetarios, Robert Mundell: "Las grandes potencias tienen grandes monedas". De hecho, en la Segunda Postguerra, los EEUU, emergen como la potencia hegemónica con el 70 por ciento de las reservas mundiales de oro, el nivel de productividad más alto entre las potenciales industriales, y por lo tanto, el nivel de competitividad para sostener tal superávit. Además de contar con el poder militar, necesario para respaldar su poder económico en el mundo, factores todos que le permitieron imponer al resto del mundo su moneda, el dólar, como patrón de referencia internacional. Hecho, que llevaría al Secretario del Tesoro de EEUU, Douglas Dillon, a expresar: "Tenemos un beneficio real en el hecho de que podemos financiar nuestros déficit a través del incremento de las tenencias de dólares en el extranjero. Si no tuviéramos una moneda de reserva, si no fuéramos el banquero mundial, esto no habría sucedido…" Tal nivel de prepotencia y orgullo, es fácil percibirlo entre quienes se sienten poseedores de la moneda imperial, y observan a quienes compran bienes y servicios en otras monedas, de reojo por encima de sus hombros, como expresión de disociación social y pertenencia a la cultura gringa. La fortaleza del dólar, les permite –a sus poseedores- creerse poseedores de un alto poder adquisitivo y formar parte de una clase social superior, la de los poseedores de dólares. Esa falsa creencia, les lleva a replicar –en lo social- el modo de vida gringo, sus valores de súper consumo, individualistas al extremo, creyentes del Dios Mercado, no sentirse parte del Estado-Nación en que han nacido y crecido, repudian sus costumbres autóctonas, y desprecian a quienes la proclaman y difunden, otorgándoles la categoría de "indios" o poco cultos, ya que ven en la cultura gringa todo lo superior e inigualable. Excepcionalidad, que cada día tropieza más con una realidad que les cuestiona y responsabiliza de la crisis económica, que hoy ha adquirido connotaciones globales por la pandemia de coronavirus. Joseph Stiglitz, sostiene que el sistema de reservas en dólares es parte de la crisis, debido a que gran parte de ese efectivo llega a EEUU, por lo que sugiere un nuevo sistema global de reservas. Mientras, que el gobernador del Banco Popular de China, coincide con Stiglitz, y propuso la creación de una nueva moneda y que sea el FMI, quien emita esa nueva moneda internacional. Lo real y concreto, es que hay un movimiento que dejó de ser subterráneo, de países para revocar al dólar y provocar un sisma monetario, que revierta su rol de vanguardia como moneda regente de la economía mundial.

La dolarización de un país determinado, lleva implícito un proceso de transculturación e integración de parte de ese pueblo al gentilicio gringo, como neocolonia. Algo de eso, ya se vive en la República Bolivariana de Venezuela, y puede apreciarse en la juventud de las clases altas y medias altas, incluso, ha permeado hacia los sectores menos favorecidos que, gracias a la actividad que ejercen o por recibir remesas del exterior en dólares, su comportamiento social les lleva a considerarse desclasados, con ínfulas de pertenencia a sectores sociales privilegiados. Una expresión de ello, que guarda mucha relación con la expansión –exponencial- de Covid-19, sucede en la ciudad de Caracas y áreas circundantes, tiene que ver con la realización de las fiestas Covid, como se les llama en la ciudad de Miami, en EEUU. El sur de Florida, ha sido testigo del crecimiento exponencial de los enfermos por causa del Covid-19, y ello se debe –en gran parte- a unos eventos sin antecedentes que vienen ocurriendo en la ciudad, las llamadas fiestas Covid, en las que manadas de adolescentes, se consumen bebiendo y oliendo polvo blanco hasta altas horas de la noche, en las mansiones de Palm Beach. "Fiestas pandemia", le llamaron algunos medios locales. El alcalde de Miami-Dade, Carlos Giménez, ha señalado a los asistentes a esas fiestas de ser responsables de acelerar la propagación del virus en la ciudad. "Vimos un rápido aumento en los jóvenes, siendo positivos para COVID-19, a mediados de junio", dijo a Face the Nation de CBS. Acudir a una fiesta pandemia, es la moda de actualidad entre la juventud de Miami, que se han extendido a todo lo largo del territorio de EEUU. El discurso de Donald Trump, menospreciando la letalidad de Covid-19, ha calado en importantes sectores juveniles que se muestran desafiantes al virus, como lo revela la epidemióloga Mary Jo Trepka de la Universidad Internacional de Florida: "El problema es que los jóvenes se sienten inmortales cuando se divulga que son menos vulnerables al coronavirus". Iniciando, este mes de julio, estudiantes de Alabama, organizaron fiestas pandemia para infectarse de Covid-19, intencionalmente, según reveló la concejala de la ciudad de Tuscalosa, Sonya McKinstry. Recolectaron dinero, entre los asistentes, y el primero por infectarse de Covid-19, recibió como premio el dinero recolectado.

Miami, ya supera los 300 mil infectados de Covid-19, y pasan de 5 mil los muertos. El Estado de Florida, tiene una población estimada de 21,3 millones de habitantes; muchos menos de los que hay en Venezuela, donde el número de enfermos apenas llega a 12.344 y 116 fallecidos, con una población de 30 millones. Las fiestas Covid, en Miami, han convertido a la ciudad en epicentro mundial de la pandemia, según la legisladora Donna Shalala, quien ha emplazado al gobernador a emitir órdenes de cuarentena en casa, y un mandato de utilización obligatoria del tapaboca en todo el Estado.

Las fiestas Covid, llegaron a Venezuela a mediados de marzo, cuando recién iniciaba la cuarentena el país. Los Roques, fueron el escenario escogido por los hijos e hijas de la élite económica para divertirse y retar al Covid-19. La mediática derechista, para desvirtuar lo ocurrido, adjudicó –sin prueba alguna- a supuestos hijos e hijas de funcionarios o funcionarias del Gobierno Bolivariano, la autoría de tal fiesta pandemia y le agregó sexo, drogas y todo aquello que se le ocurriera para propiciar el descontento entre la población. Rememoraban, aquel gesto en que, con motivo de un hecho negativo, ocurrido en el país años atrás, apuntaban su odio contra el hijo de un ex presidente de PDVSA, fallecido años antes. Por supuesto, después que se aclarara el asunto ni un solo gesto de rectificación de esa mediática derechista fascista y necrófila, hacia la familia del supuesto inculpado. ¡Triste y falaz episodio! Pero, volvamos a la actualidad en que el propio Presidente Maduro, tuvo que responder las infamias de la derecha mediática y en un contacto televisivo, anunció al país que: "todos los participantes a una fiesta realizada en una isla dieron positivo en el virus Covid-19". Para ese momento, apenas 65, eran los casos de enfermos registrados en el país. A finales de marzo, ocurría otro evento similar pero en el Municipio Chacao, en el que fueron detenidos 18 personas, entre los cuales, dos eran portadores del virus y estaban en tratamiento, pero escapados del aislamiento. Ya, el número de enfermos se había elevado a 143. ¡Terrorismo biológico! Fue la acusación que se les formuló a los detenidos por el Ministerio Público, por ser propagadores del virus. En abril, los medios, ya hablaban de las fiestas "coronaparty", y las catalogaban como una forma de desafiar la Cuarentena Social, decretada por el Gobierno Bolivariano, en resguardo de la salud del pueblo venezolano. A los organizadores de la fiesta de Altamira, se les decretaron privativas de libertad a Jorge Echenagucia, Luis Orsetti y Daniel Rodríguez, quienes fueron imputados por tráfico ilícito de drogas, armas de fuego, resistencia a la autoridad y asociación para delinquir, según informó el Fiscal General, Tarek William Saab. Obviamente, las fiestas pandemia organizadas en Venezuela, inicialmente, tuvieron un carácter –eminentemente- político, de parte de una juventud oposicionista que no solo buscaba divertirse sino crear una operación de falsa bandera, como las acostumbradas por la CIA, para engañar incautos, desinformar. Cuánto se habrá invertido, del dinero robado a la Nación, en esos espectáculos de la juventud del este caraqueño, los hijos de empresarios y políticos de oposición? De eso, muy poco se habló, y ni siquiera se investigó.

Lo cierto fue, que ese mal ejemplo permeó aguas abajo en la estructura social caraqueña y las fiestas pandemia, aparecieron -de repente- en las zonas populares. En la Cota 905, se dio un fiestón organizado por los factores del narcotráfico que mueven su negocio en ese sector, y su relación con los Rastrojos y su autoproclamado líder, es harto conocida, ya que cada vez que hay convocatorias a guarimbas, se cuentan entre los primeros participantes. Justo reconocer, que la respuesta policial ha sido eficiente, lo cual ha minimizado esos eventos. No obstante, sus efectos todavía hacen daño a nuestra población capitalina, incrementando el número de enfermos por causa de Covid-19, entre asistentes a dichas fiestas y vecinos del lugar o lugares de ocurrencia, lo que ha convertido a la ciudad capital, Caracas, en epicentro de la pandemia en la República Bolivariana de Venezuela.

¿Se han acabado esas fiestas? No lo creemos, algunos viernes o sábados, se escuchan en algunos sectores populares, ya no el ruido escandaloso del reguetón, sino el ruido comedido de un equipo de sonido a bajo volumen, apenas ocultado por las risas de los asistentes a las mismas. Las comunidades, no cuentan con mecanismos de comunicación directa con las autoridades municipales donde denunciar, como existen en Aragua, por ejemplo. Ello, debe corregirse para hacer más eficaz la acción de contrarrestar, no las fiestas, porque los venezolanos y venezolanas, son un pueblo alegre y fiestero por naturaleza, sino la propagación del virus entre sus asistentes, en fin de cuentas, rescatar el valor social de la fiesta como momentos para compartir con familiares y amigos protegidos con sus tapabocas, lentes y guantes, manteniendo el distanciamiento físico adecuado, en función de resguardar tu salud y la de sus vecinos y vecinas, cuidando de los demás como cuidamos de nosotros mismos…

Postscriptum: Reflexionemos con Fidel: "A nosotros más que nada nos interesa la conciencia del pueblo, porque es ahí, en el grado en que nosotros lleguemos a despertar esa conciencia, que la Revolución estará más segura o menos segura. En la medida en que la Revolución se haga conciencia en la mente de cada ciudadano, la Revolución será más fuerte y más invencible." (Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Universidad de La Habana, el 27 de noviembre de 1959)



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Henry Escalante


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