La ideología de género y la revolución

"Hasta que no tengamos igualdad en educación, no tendremos una sociedad igualitaria"

SONIA SOTOMAYOR



Ilustración: "Los hombres", 2020, obra de Eduardo Azócar, grafito sobre papel.

 

Es importante aclarar, desde un principio, que quien escribe es un ser humano que reconoce los derechos de género y aboga por la igualdad en todos los estamentos de la sociedad de los hombres y mujeres, eso sí, igualdad en el marco del respeto a las competencias tradicionales que ambos géneros les ha asignado la vida en sociedad. Al hacer mención del respeto a la naturaleza humana, se está siendo claro de que cada quien haga de su vida "un saco", pero asuma el recato de no infringir las líneas morales ni éticas de esa naturaleza, ni forzar lo que ya está preconcebido por ella misma. Vivir y dejar vivir, sin afectar a terceros ni a otros grupos de la sociedad.

Se ha puesto de moda opinar acerca de la ideología de género y de todo lo que traería la legalización de este enfoque de vida personal en todo el escenario que constituye la vida moderna. La ideología de género tuvo su inicio y discusión en los movimientos sociales de la década de los sesenta del siglo XX, formalizándose en las Naciones Unidas donde se discutió la desigualdad de género y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres; la conferencia (en El Cairo) de 1994 sobre la Población y el Desarrollo, donde se dieron distintas opiniones acerca de los derechos humanos, la población, la salud sexual y reproductiva, la igualdad entre los géneros y el desarrollo sostenible, fundiéndose en el marco de un consenso a escala mundial que sitúa la dignidad individual y los derechos humanos, y se incluye el derecho a planificar la propia familia, como epicentro del desarrollo integral del ser humano.

Luego, al año siguiente, 1995, en la Conferencia sobre la mujer en Pekín, se destaca que es importante estimular un diálogo entre las diversas culturas y civilizaciones de los pueblos del mundo para lograr la paz social universal; ninguna nación tiene el derecho de imponer su cultura u orientación política, económica o social a ninguna otra nación o pueblo; el derecho soberano de cada Estado a elaborar sus políticas nacionales de conformidad con sus convicciones religiosas, leyes y prioridades locales de desarrollo social y económico, dentro de los límites que permiten las creencias, idiosincrasia, leyes y tradiciones que conforman la conducta como sociedad; la base de esa valoración de los derechos de la mujer deben integrar una línea de conducta igualitaria en cuanto a la expresión "relaciones sexuales y conducta sexual" entre hombres y mujeres, adultos o no, fuera de la legítima relación conyugal, que figuran sancionadas en algunas legislaciones del mundo occidental; la expresión "educación sexual y salud reproductiva" empleada con referencia a las personas que no estén casadas y fuera del ámbito de esa responsabilidad, supervisión y cuidado de los padres; la expresión "individuos" en relación con el derecho básico de todas las parejas a decidir libre y responsablemente el número, el espaciamiento y el momento en que desean tener los hijos, derecho que no se concede en la sociedad fuera del marco de una relación conyugal legítima. En fin, se establecen las bases de una corriente social, política y cultural que aboga por un igualitarismo entre la mujer y el hombre, llegando a negar las diferencias biológicas, cromosómicas, de ambos, minimizando la relevancia y significado de la maternidad.

El problema no es la ideología de género, esa no es una excusa, esa es una contingencia; el problema es las puertas que desde el punto de vista jurídico se podrían abrir una vez que se sentencie una igualdad absoluta entre el hombre y la mujer. La ideología de género, como efecto colateral, influye en la disociación del ser humano, donde el sexo biológico, cuerpo con el que se nace, la identidad de género, la sensaciones y estímulos que siente la persona, y que puede coincidir o no con el sexo biológico, el rol de género, relacionado con las relaciones en sociedad entre el hombre y la mujer, se muestran determinados por la sociedad y en ella se reclama que la orientación sexual, hacia quién se siente atraída la persona, tenga el mismo grado de determinación de quienes a título tradicional han mantenido una conducta hombre-mujer como postura de equilibrio en un mundo moderno que tiende a abrir las ventanas para exteriorizar los sentimientos e intereses de las personas.

Entre el hombre y la mujer, hay una complementariedad y una intersección conmutativa de algunos roles; es decir, el hombre lleva un perfil de existencia tradicional que le coloca bajo condiciones extremas en el uso de la fuerza física activa, la mujer tiene una fuerza física pasiva, pero no con ello deja de ser fuerza física. Ahí hay ciertos elementos conmutativos; en la capacidad de razonamiento y de manejo de la inteligencia, hombre y mujer están en un mismo nivel, pero cada uno tiene sus estrategias especiales para alcanzar el saber, el hombre a través de su manejo abstracto de escenarios y la mujer a través de la intuición y el manejo prospectivos de los fenómenos. Hay una asociación directa pero les va diferenciando el estilo, la forma, la manera de "tomar por el sartén por el mango". Tenemos diferencias en la forma como nos adentramos en la realidad, pero no por ello somos más avanzados en nuestros respectivos géneros.

Como lo escribe Gema Lendorio (portal La Razón, 2017), "…el determinismo biológico no es suficiente para entender la identidad de la persona. Es necesario atender al factor familiar, vivencial, cultural, ambiental, etc., para encontrar los matices. Las personas cuando nacen no están hechas del todo, necesitan hacerse: definirse, descubrirse, conocerse, saber quién son..."

En otro aparte, Paulo Martínez (2016), en su ensayo " Lo que todo cristiano debería saber sobre la ideología de género", expone que la ideología de género fue un término unificador acuñado por el feminismo y el colectivo LGTB, para diseñar, explicar, construir y aplicar la estrategia para transformar a la sociedad de acuerdo a lo que consideran bueno y justo.

Destaca Martínez, que el tema lo ha capitalizado el mundo político para promover liderazgos de las figuras públicas, mostrándose como defensores de los Derechos Humanos, con lo que aspiran brindar una influencia positiva que haga posible cambiar las doctrinas y los sistemas jurídicos en el mundo. El discurso gravita en minimizar la violencia contra la mujer y la imposición de la ideología de género donde, desde las leyes, hombres y mujeres tienen una misma condición de vida y de comportamiento social.

De este modo, describe Martínez, "…se destruirán los estereotipos que indican qué es lo que puede o no hacer una mujer en la sociedad. La mujer podrá elegir ser madre o no sin la presión social, podrá dar prioridad a su carrera de vida personal por sobre la formación de una familia y el cuidado de la misma y logrará, una vez librada de la carga de la maternidad y la educación de los hijos, cumplir su verdadero propósito y ser feliz…Desde estos dogmas se desarrollan muchos principios, como por ejemplo, el que una mujer para ser libre debe poder abortar a voluntad. También nace la idea de que los niños no deben considerarse hombres ni mujeres sino hasta que estos tengan conciencia de sí mismos y puedan elegir si ser una cosa u otra o una mezcla de las dos, esto es, elegir su identidad de género a pesar de su sexualidad predeterminada. Así también, que el Estado debe ocuparse de cuidar a los hijos para que la mujer pueda realizarse como persona sin las limitaciones impuestas por la crianza (también llamado trabajo reproductivo). Así nacen las escuelas de tiempo completo y otros proyectos similares donde el Estado decide qué deben creer los niños acerca de la sexualidad, la identidad y los valores y principios éticos".

En concreto, la ideología de género busca la androgenización de la sociedad, es decir, aclara Martínez, que "…la gente se identifique indistintamente como hombre y mujer, según la ocasión, hasta que no existan diferencias culturales ni legales al respecto. Una persona debe tenerse como persona a secas con indiferencia de su sexo de manera que instituciones milenarias como el matrimonio puedan celebrarse entre parejas de hombres y de mujeres. La familia entonces superará la tradicional imposición de hombre-mujer-hijos para recibir el nuevo modelo inspirado en la igualdad y equidad según la entienden el feminismo y el lobby LGTB".

Lo grave de aprobarse una legislación en el tenor de lo descrito anteriormente, es que como jurisprudencia aplica a legalizar la condición de desigualdad y cuestionamiento que tienen otros grupos en la sociedad, como los pedófilos, quienes buscan derribar el rechazo de las relaciones sexuales entre niños y adulto, bajo el pretexto de que se trata de un prejuicio cultural: ¿somos prejuiciosos cuando cuidamos a nuestros niños y niñas de situaciones que inducimos por nuestra madurez que les pueden causar daños psicológicos y físicos irreversibles?

En este mismo sentido, según la indagación de Martínez, se ha observado el esfuerzo para criminalizar la oposición al lobby gay, "…sea cual sea el tenor de la misma, y se ha actuado jurídicamente contra negocios, instancias gubernamentales e iglesias que resisten ante sus reclamos de androgenización…: la violencia y discriminación contra la mujer es real y aguda. También es cierto que algunos elementos culturales han perpetuado el abuso en su contra. Es justa también la búsqueda de la terminación de los crímenes de odio contra los homosexuales. Empero, la ideología de género ha planteado más problemas que soluciones y tiene la marcada tendencia a convertirse en un movimiento ideológico totalitario y violatorio de derechos humanos…Desde el punto de vista jurídico es un atentado a los derechos humanos de los padres de educar a sus hijos en sus valores y tradiciones según se consagra en la Declaración De Los Derechos Humanos y De Los Niños. Es también un atentando a los derechos humanos de Libertad de Expresión y religiosa, y es una violación a la Declaración de Eliminación de Todas las Formas de Intolerancia y Discriminación Fundadas en la Religión y Convicciones. Cuando el Estado educa a los niños en la ideología de género está imponiendo una doctrina novedosas sin sustento científico suficiente contra la voluntad de la mayoría y de los trabajos filosóficos y científicos que sustentan las distinciones clásicas entre hombres y mujeres (pero han de empezar por los niños para cambiar la generación que viene detrás); y cuando apoya la sanción propuesta por el colectivo gay a los disidentes de esta ideología atropella a las familias dejándolas sin recursos económicos, estigmatizándolas y cerrándoles las puertas del desarrollo en lo posible…"

Pero se puede decir que estamos marcando postura al cuestionar de plano la ideología de género; que somos misóginos y hasta homofóbicos, por no brindarles el pleno derecho a las mujeres y a los homosexuales. ¿Es pertinente que un niño o niña crezcan en un hogar donde la figura de la familia va en contradicción con las leyes naturales? Es un asunto de respeto, tanto de quienes entendemos la familia como cédula fundamental de la sociedad compuesta por un hombre, mujer y descendencia; y quienes entienden la familia como el epicentro donde se desenvuelvan con la libertad de sus instintos sexuales que complementan con un cuadro de hijos y mascotas, para pasar a un plano de aparente normalidad. La visión es cruda pero debe decirse, los niños y niñas crecen en razón del ejemplo, del referente hombre y mujer, ni hay madres que son como padres ni padres que son como madre. Hay "madres" y "padres", en razón de sus roles particulares y sus acciones incisivas directas sobre la personalidad de quienes crecen a su lado. Lo sano, lo lógico, es reconocer los derechos de quienes deciden tener una u otra familia, pero que cada realidad familiar surja sin perjudicar a las nuevas generaciones en su manera de entender la realidad sexual y familiar de los hombres y mujeres.

En el ensayo de Martínez que hemos venido citando, hay un aparte que es atractivo en explicación sobre esta realidad; dice Martínez: "…por encima de todo esto hay un enfrentamiento directo a la voluntad de Dios. El sexo y el género son un binomio indisoluble en el principio de la creación. No hay tal separación: Adán y Eva fueron hechos a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1.27). El Señor no solamente dispuso el sexo sino que con él también imprimió las características de feminidad y masculinidad en Eva y Adán, respectivamente. Después del pecado (Gn.3) las cualidades espirituales (justicia y santidad) del ser humano fueron perdidas. Empero, se preservó por la gracia común y después por la asistencia de las Escrituras el verdadero camino en el que hombres y mujeres encontrarían la realización de su propósito final que había sido interrumpido por el pecado: la gloria de Dios. Además, el entonces insospechado ADN, la conciencia religiosa y de pecado, así como las propias características fisiológicas dieron testimonio desde el principio de esta realidad. El embarazo de Eva no fue una maternidad forzada ni el trabajo de Adán una maldición. Lo que sí fue un desastre fue el ejercicio indiscriminado de la libertad al margen de las órdenes de Dios. Entonces entró la muerte al mundo…Desde luego los hombres educan y también transforman las mentes de sus niños pero Dios encargó el especial cuidado a la mujer, a la madre y esposa (Tito 2:4–5). Claro que hay mujeres que se sienten atrapadas en el hogar. Que sienten esclavitud cuando ven a sus hijos (algunos hombres también). Pero esta regla no demuestra sino la mentalidad de una o varias personas contra la experiencia realizadora de millones y millones, aun cuando no pertenezcan al cuerpo de Cristo. Pero allende la experiencia hay que reconocer que Dios nos llamó al sacrificio por amor, a hombres y mujeres, y que en su plan perfecto se halla la plenitud. Esto es algo que el hedonismo e individualismo posmodernos jamás aceptarán y que la ideología de género ha tratado de desvirtuar por todos los medios posibles…Para Dios la solución es él mismo, a través de su perdón en Jesús, por medio de la limpieza de su Palabra y la eficacia de un corazón regenerado (Jn.3.16). Su amor endereza las sendas, sepulta los pecados, y anima y enriquece nuestro peregrinar en la tierra (Heb.12:1–3). Para Dios el gobierno de la familia debe ser él mismo: Cristo, la cabeza del hogar y de la Iglesia…"

Otro comentario muy atinado sobre el tema nos lo dio el profesor Héctor Montes (UNELLEZ-VPA); dice Montes: "El libro de Eclesiastés 1:9 dice que lo ya ha acontecido volverá a acontecer; lo que ya se ha hecho se volverá a hacer ¡y no hay nada nuevo bajo el sol! Palabras atribuidas al sabio rey Salomón, nos dan luces de las cosas por venir. Precisamente esa fue la falta que Dios castigó en Sodoma y Gomorra, inmoralidad. El capítulo 1, de la carta que Pablo le escribe a los Romanos, expresa unas verdades que hoy se repiten. El versículo 27 dice que de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer se encendieron en sus lascivias unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Lo que estamos viviendo es parte del haber salido del camino, dejamos la ruta, apartados de Dios, perdimos el rumbo. Debemos comenzar de nuevo, lo bueno es que mientras tengamos vida, tenemos esperanza, además, tenemos la oportunidad de fijar posición…"

En una palabra, entendemos a la ideología de género como una revolución en movimiento; una búsqueda por integrarnos, reconocer en cada ser humano su potencialidad y su capacidad para influir en la sociedad de manera directa, armoniosa, equilibrada con la naturaleza, pero debe respetar las formas de esa naturaleza, no buscar a transformarla o cambiarla, porque es una tarea imposible, la naturaleza está ahí y ya. En cierta ocasión le preguntaron al célebre físico alemán Albert Einstein (1879-1955), si creía en Dios o si creía en la existencia de Dios, o en su defecto no creía. Él contestó: "…creo en el Dios de Spinoza, un Dios que se muestra a sí mismo a través del orden y la armonía de las leyes universales, un Dios en cuyo intelecto participa la mente humana..." El Dios de Spinoza (Baruch Spinoza, filósofo neerlandés, 1632-1677), no es un ente personal que dirige la existencia, sino es el conjunto de todo lo existente, que se expresa tanto en la vida como en el pensamiento.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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