Docencia Amena

¿Por qué esta vez sí aprehender al fulanito de Petare y no al rastrojo de Guaidó?

Uno de los temas que más viene llamando la atención en la actualidad a nivel mundial, en Latinoamérica y en Venezuela, es sin duda, sobre la Seguridad Ciudadana, por cuanto distintos gobiernos invierten grandes sumas de dinero en recursos tecnológicos y humanos sin que los delitos dejen de ser una causa para su estudio desde el punto de vista racional, empírico y fenomenológico.

De allí, pues, este análisis trate por lo menos comprender si de verdad el delito en las distintas sociedades del planeta es atacado u obedece a una regulación en la que ciertos mecanismos de control permiten determinados "actos ilícitos" con tal existan sectores se beneficien lucrativamente bajo la mirada indiferente de las autoridades gubernamentales.

En este sentido, nos basamos en que la teoría del delito "es un sistema categorial clasificatorio y secuencial en el que, peldaño a peldaño, se van elaborando, a partir del concepto básico de la acción, los diferentes elementos esenciales comunes a todas las formas de aparición del delito".

Como podemos darnos cuenta del contenido entre comillas, la definición de la teoría del delito no es precisada en una acción determinada sino que trata de un sistema que va incluso a categoría. Pero más adelante en el párrafo de donde hemos extraído estas líneas buscando un concepto preciso, nos señala que esta teoría es creación de la doctrina, basada en preceptos legales y que no se ocupa de los elementos o requisitos específicos de un delito en particular como homicidios, violaciones, robos, entre otros, sino de los elementos o condiciones básicas y comunes de todos los delitos.

Hasta ahora, esto que hemos tomado de Wikipedia, nos parece tan ambiguo y cuesta digerirlo cuando leemos en distintos medios de comunicación como en ciertas sociedades existiendo leyes, unas más severas que las otras, se cometen toda clase de delitos y no hay castigos. Peor aún, se pone en evidencia la complacencia de sectores que cubren con especie de velo atrocidades como asesinatos de campesinos, persecución hacia quienes develan las intromisiones ciberespaciales de un gobierno hacia otros, las violaciones de los derechos humanos cuando se trata de prisioneros de guerra, la hambruna generalizada producto de bloqueos internacionales, el permitir puentes al mercado de las drogas abiertamente, entre otros. ¿Acaso éstos no son delitos?

Históricamente se habla de dos enfoques principales a la hora de abordar dicho concepto: la teoría causalista del delito y la teoría finalista del delito. La primera tiene que ver con la acción voluntaria, física y mecánica. Mientras que la finalista se traduce en que cualquier conducta humana se rige por una voluntad cuya manifestación exterior no puede dejar de ser tenida en cuenta a la hora de valorar el hecho delictivo.

Desde luego, todos estos elementos nos conducen a tomar en cuenta ideas más preclaras y con alcances epistemológicos que puedan suavizar parte de la realidad a escala regional y local. En este caso, cómo es posible que un líder negativo tome control de barrios cuyas extensiones geográficas lo hacen dueño, amo y señor amparado en el hecho de cometer delitos diversos sin que un gobernador, un alcalde, un concejal, un comandante de la Zodi o un jefe policial aplique justicia. Esto no es un hecho solamente del barrio José Félix Ribas de Petare, estado Miranda. Esto se evidencia y de manera reiterativa en países vecinos como Brasil y Colombia, naciones en donde jefes de pandilla aplican el control de sus zonas de residencia sin que exista oposición de las fuerzas de seguridad.

Es allí pues en que surge la diatriba y las ideas comienzan a tomar vuelo. Porque la investigación no está sucinta a ciertos estereotipos ni se trata sea presa fácil de equis adoctrinamientos, como en este caso debemos ser más argumentativos a la hora de interpretar ciertos hechos sociales partiendo del conocimiento racional, en el cual sostiene que la causa principal reside en el pensamiento, en el entendimiento y en la razón. El conocimiento es real cuando posee la necesidad lógica y validez universal. Más aún debemos medirnos cuando el análisis es desde el punto de vista fenomenológico, pues queda entendido lo Constructivo, ya que estudia los fenómenos tal como son experimentados y percibidos por el hombre, lo cual permite la construcción del conocimiento y de realidades desde la estructura peculiar y el marco de referencia interna del sujeto que la vive y experimenta.

De modo que al considerar a Émile Durkhein en su trabajo filosófico "La división del trabajo social", nos invita a ir más allá dentro de la investigación en el campo social ya que si miramos a nuestro alrededor con una visión ontológica las apreciaciones pueden girar en función de soluciones humanas. El ser es trascendental y el fenómeno se presenta tal como son experimentados, vividos y percibidos por sí mismo. (Mundo de vida, mundo vivido).

El énfasis primario de la fenomenología está puesto en el fenómeno mismo, en lo que revela y presenta la consecuencia del ser y del modo como lo hace: con toda su concreción y particularidad.

El autor nos guía a través de esta obra en una comprensión de la solidaridad, que no es un efecto de su época o de años reciente antes de la elaboración de su tesis. La describe de modo antológica y secuencial. Los grupos se buscan por sí mismos y él lo explica en dos tipos de solidaridad. Entiéndase una en una conciencia colectiva fuerte y homogénea. En una gran unidad. Aquí el derecho, revela un análisis, se aplica de manera represiva, ya que el transgresor opera contra el sistema moral colectivo.

Mientras que una segunda sociedad, más de élite, individualizada por las tareas, se genera una interdependencia de alto nivel conflictiva y egoísta. Aquí la pena es restituitiva, no represiva, es decir, pretende volver las cosas al estado anterior a aquel en que fue cometido el crimen.

Durkehein valora dentro de los hechos sociales inmateriales lo que hoy consideramos normas y valores de la sociedad, o de forma extensa, la cultura. En una determinada comunidad si un busto de Andrés Bello es atacado o removido implica que allí se desconoce de su vida y obra, por tanto el hecho que una figura como lo es en este caso un líder negativo que se atreve a desafiar la justicia tomando control por medio de las armas de fuego no sería un hecho de extrañar por cuanto su formación es un vinculante de la educación y los valores de familia en un gran número de hogares del sector residencial.

En ese contexto destacamos el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad ya que forma un sistema determinado que tiene vida propia: podemos llamarlo conciencia colectiva o común... Es, pues, algo completamente distinto a las conciencias particulares aunque sólo se realice en los individuos.

Mediante lo que hemos podido recopilar, que no es mucho para ser sinceros, pero que ha llevado al esfuerzo de interpretar algunas sociedades que, en efecto, suelen ser dirigidas por sectores consumistas de productos acabados más que productivas, la conciencia colectiva suele ser mucho menos importante en una sociedad con solidaridad orgánica que en otra con solidaridad mecánica. Es más probable que los miembros de una sociedad moderna se mantengan unidos por la división del trabajo y la necesidad de que otros realicen ciertas funciones que mediante una conciencia colectiva poderosa.

En Venezuela no escapamos a tales efectos sociales, en donde los correctivos deben aplicarse de modo constante y los delitos puedan ser contrarrestados desde una formación para la vida y no para una condición circunstancial en la que sea beneficiado un funcionario en tiempos de coyuntura o crisis repentinas. El reto no es fácil pero si se aúnan esfuerzos los resultados en sociedades deprimidas, con gran desigualdad social y con gran capital humano, los resultados podrían ser otros.

Ahora se entiende el porqué es la hora en que los organismos de seguridad del Estado buscan activamente alias "el wilexis" y no al rastrojo guaidó.



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Brígido Daniel Torrealba


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