La Comuna de Covid

La pandemia del coronavirus es al igual que la Comuna de París, una excelente oportunidad temporal de observar cómo se acaba el capitalismo. Una especie de eclipse si se supone que su duración sea tan efímera como lo fue la famosa Comuna, la cual nació a consecuencia de que Francia perdió una guerra con los prusianos, y al huir las autoridades de París, los ciudadanos corrientes tomaron el poder de la llamada Ciudad Luz desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, estableciendo el primer gobierno socialista de la historia; comuneros que luego entregarían heroicamente sus vidas luchando en las calles contra el ejercito represivo capitalista. No obstante, valdría señalar que un fin tan rápido de este fenómeno epidemiológico mundial es improbable y solo constituye la fantasía de algunos ilusos, desde dueños de empresas hasta sus más humildes copartidarios: los comerciantes, independientes y minoristas informales.

Lo dijo Lenin "El último acto del capitalismo será vendernos la soga con la que lo ahorcaremos", y si examinamos la historia contemporánea veremos cómo el fetiche del capital aunado al guerrerismo hegemónico les trajo en línea recta a la condición de rehenes del coronavirus. En efecto, el vertiginoso desarrollo del armamento para establecer quién sería el imperio dominante en el capitalismo del siglo 20 llevó a la primera y segunda guerra mundial, inmediatamente al potencial conflicto nuclear y más recientemente a la guerra biológica, que usa el conocimiento científico sobre la vida para causar la muerte; pero paradójicamente descuidaron la amenaza evidente de un problema de salud pública general posibilitado por tanta gente manipulando microorganismos de laboratorio con fines armamentísticos.

Ahora los gobiernos de las acorraladas potencias en jaque, quieren llamar al fenómeno un "Cisne negro", es decir un suceso raro e inesperado, de alto impacto y que al razonarlo hacia atrás uno podría decir que era de esperarse; pero no es así, el mismo creador del término, Nassim Taleb, lo ha negado diciendo que el coronavirus es más bien un "Rinoceronte gris": Es decir, una amenaza conocida - esperable, de alto impacto pero descuidada. Lo de la pandemia la tenían de anteojito, desde que hablaban de las armas biológicas de Saddam, que no eran otra cosa sino "una proyección" como le decimos los psicólogos a lo que uno es y le atribuye a otro.

En puridad Marx no dijo que el socialismo era inevitable sino que el capitalismo era una calle ciega. El gran esfuerzo de los países del capital fue mejorar sus condiciones internas, atrincherarse en el sistema para evitar la rebelión de sus explotados. En lo que Lenin llamó "La fase superior del capitalismo", convirtieron sus clases trabajadoras en una aristocracia obrera del mundo, cuyos altos sueldos se sustentaron en la colocación de los excedentes de producción en países pobres donde los trabajadores transcurren su vida en la esclavitud del salario bajo. Pero, ante la amenaza de este hundimiento, el triunfo del mundo unipolar y el echar a los comunistas se parece más al triste privilegio de haber tomado a la fuerza el compartimiento de primera clase en el Titanic.

El imperio y la élite de sus estados cortesanos, creó sus asociaciones para hacer de soporte multilateral a toda clase de tropelías, con el aplauso o el silencio de los países lacayos. Para citar un caso del siglo 20, entre muchos, el del pueblo de Vietnam, donde asesinaron 4 millones de personas y lanzaron 7 millones de toneladas de bombas. En el presente desataron sus ofensas sobre Libia, Irak, Irán, Siria, Venezuela, Cuba.

Además, obraron con descaro en defensa de sus monopolios que insultaban al "Libre mercado" cuya ideología proclamaban. No contentos con eso, montaron un gorila blanco de ultraderecha en la cima de la gendarmería del mundo, y el muy big brother decide que los chinos deberían estar al menos en la antesala del "eje del mal" y dejar de comportarse como dueños de casa en un mundo que ya tiene propietario.

Entonces, en una de esas "generaciones espontáneas" del sistema que no cesa en buscar la hegemonía, surgiría el invento de un virus para tirárselo a los pueblos enemigos, un émulo microscópico de la "Bomba solo mata gente" de los 80’s, durante la guerra fría. Idea que siguiendo la lógica del capital: "prevalecemos, lo demás sucumbe", tiene en el fondo la ideología de que los objetos importan por su valor de cambio no de su uso, y que al matar a las personas es un desperdicio quemar y destruir la infraestructura.

Que ese señor haya participado en el uso de tal engendro del coronavirus como un arma es solo una especulación probable. Pero si no lo es, más asusta, porque se trataría de la tierra defendiéndose de quién la destruye. Detengámonos en esto, si los chinos comen murciélagos, sin duda lo han hecho durante miles de años y habríamos de preguntarnos: ¿por qué ha de aparecer ahora el bendito virus?, ¿cuál es la combinación moderna de factores que degeneran en la anterior gripe porcina, la aviar y el mismo sida?

De manera semejante a la conocida y vieja película "La Guerra de los Mundos" (1953) con Gene Barry, representación del clásico de H.G. Wells; estamos presenciando al coronavirus invadir la tierra y mostrarse despiadadamente invencible y letal para los seres humanos, quienes en esa guerra con no – humanos asumen su condición de especie, caen en cuenta automáticamente de la hermandad entre ellos, haciéndose absurdas la barreras de pobres, ricos, negros, campesinos, letrados o transexuales, todos somos víctimas potenciales; le pasa al príncipe heredero de Inglaterra y al vendedor de papas del mercado.

En el film que citamos sobre la invasión marciana; al final, cuando ya la gente estaba resignada a ser destruida por aquel enemigo invulnerable, se observa de repente a los bichos salir moribundos de sus máquinas y caer fulminados por algo que no estaba en los cálculos de ellos ni de los humanos: los invisibles virus de la tierra, que ante aquellos organismos venidos del espacio sin inmunidad, los mataron cuando terminaron de incubar en sus cuerpos. La situación real nuestra parece otra versión de la película, se salta a los marcianos y el virus viene por nosotros.

Ahora examinemos las condiciones objetivas: el coronavirus mortal cae en el corazón del capitalismo y produce idénticos efectos que la rebelión de la clase obrera, porque naturalmente usa el mismo mecanismo que implementaría un teórico partido proletario en plan de derrocar al sistema capitalista en el mundo desarrollado: convocar un paro generalizado de los trabajadores.

La analogía entre coronavirus y fuerza revolucionaria no es una comedia, el cataclismo ecológico, por ejemplo, es una reacción de defensa de la tierra contra sus depredadores, tan válida como puede serlo un grupo organizado para luchar por el ecosocialismo. El primero sería un contragolpe crudo de la naturaleza, el segundo un producto de la evolución histórica del pensamiento humano, ambos una expresión de la búsqueda del equilibrio universal. Al respecto, Naomi Klein sostiene que "Una crisis en el clima puede impulsar la transformación económica y política" pues crisis financiera y crisis climática comparten de fondo una misma raíz: la desenfrenada avaricia corporativa. Así mismo una peste puede agudizar la crisis del régimen capitalista haciendo inoperante sus instituciones emblemáticas: el estado neutro, la medicina privada, el trabajo sin regulación o la "Mano invisible" del mercado.

Si vamos a lo filosófico, el materialismo histórico considera que siendo todo materia en movimiento, ésta va evolucionando a lo orgánico, y de ahí por toda la escala de complejidad de los seres vivos, hasta llegar al humano, donde la materia adquiere conciencia y es capaz de mirarse a sí misma; siguiendo luego su transcurso en el perfeccionamiento social, pasando de la comunidad primitiva, a la tiranía, de esta al esclavismo, seguidamente al feudalismo y abolido este, al capitalismo que producto de su violento crecimiento acelera sus contradicciones internas hasta hacer "Estallar" sus relaciones de producción, apareciendo entonces el socialismo.

Lo sustantivo es que las relaciones de producción quedan obsoletas frente a la nueva demanda planteada por las fuerzas productivas. Si el capitalismo iba a entrar rápido en contradicciones por su enorme velocidad, quién dijo entonces que su estallido no sería violento y sorpresivo, mayor a cualquier otra transición pasada.

La "Comuna Global" aparece en 2020, ese es el hecho, ¿Por qué?, no sabemos, puede ser producto de un arma viral capitalista fuera de control; un Chernóbil biológico o un anticuerpo de la naturaleza que a través de los murciélagos o las culebras consigue la manera de defenderse de la especie humana atacándola para evitar que siga destruyendo el hábitat.

Lo cierto es que de repente, un abismado proletariado ve cesar su opresión de clase. Todo se paraliza, el petróleo cae por debajo de cero, se acaban los vuelos, los cines, la construcción. Sin trabajadores nada se sostiene, no hay fábricas, ni comercios, ni tiene vida la actividad informal; se detienen los espectáculos, los certámenes de belleza, las ligas profesionales deportivas. Mientras los empresarios, comerciantes, independientes e informales se halan los cabellos durante el paro; los asalariados se resguardan en casa cobrando su sueldo.

Igual que en la Comuna, la convivencia en medio del flagelo hace al mundo socialista: Nadie duda de que el papel central lo tiene el estado, el individualismo capitalista se hace antipático ante la necesidad evidente del esfuerzo social colectivo, los países se ven en el requerimiento de colaborar, los actos de guerra del imperio económico parecen impertinentes ante la prioridad que tiene el peligro sobre la especie.

Al mismo tiempo el presupuesto militar muestra su inutilidad de juguete caro cuyos fondos pudieron dedicarse a prevenir la catástrofe biológica, y más aún, deja patente lo inconcebible de seguir gastando en algo que no defiende de la verdadera amenaza, pues portaviones nucleares, sofisticados buques de guerra y bases enteras están infectadas, la realidad se impone: soldados y oficiales, gerentes, profesionales, mendigos, gente común y millonarios, se enferman, temen morir.

La reacción surge en el centro del capitalismo, el imperio, asediado por los monstruos microscópicos e invisibles, tan peligrosos como las ideas. La presión de los empresarios y del gobierno burgués sobre el proletariado es que "salgan a trabajar" porque sino el sistema se hunde. No hablan de reducir el gasto armamentista, hacer un fondo solidario, ni parar el ingreso de estupefacientes que consume buena parte del dinero y las fuerzas de la gente del gigante norteamericano, sino de mantener las empresas y la bolsa de valores a flote, aunque la opinión médica sea unánime: "Eso sería peor", ¡habría más infectados!

En el futuro cercano, presionado por los empresarios, el gobierno del imperio autorizará una "apertura parcial". Lo seguirán otros países "comparsa" en la infausta iniciativa: los comerciantes, profesionales independientes e informales saldrán con tapabocas a "Normalizar la situación"; los asalariados seguirán en sus casas. Pronto todos se darán cuenta de que sin el proletariado no hay suficiente compra de perros calientes ni rentables ventas de artículos deportivos o ropa. Caerán en cuenta que el rebaño de los trabajadores es imprescindible para reactivar la economía. Querrán al proletario trabajando aunque se infecte, "¡Que se mueran los que deban morirse!", será el mensaje, primero con voz invitando a la resignación y después como orden furiosa.

¿Y qué tal si los trabajadores, igual que ocurrió en la histórica Comuna, deciden resistir? Ante el llamado a exponerse al contagio para "salvar la economía", puede, desde el inconsciente colectivo de los pueblos, salir la misma histórica orden de los mártires de Chicago en 1886, esa voz de quienes venden su fuerza de trabajo, haciéndose viral en las redes. No debe olvidarse que Fisher, Neebe o Parson eran obreros comunes y desconocidos, el grito de rebelión en realidad lo dio la gente "¡Huelga general!".

Probablemente después de saqueados y quemados los comercios, se imponga el toque de queda, los explotadores y los que viven de robar a los trabajadores en el comercio usurero estarán llenos de terror queriendo refugiarse detrás de los fusiles del estado, las calles imperiales volverán a estar desiertas ¿Qué vendría entonces Vladimir Lenin? tú lo viste hace 100 años.

*Psicólogo, Ph.D en Economía



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Miguel Villegas Febres

Psicólogo, Ph.D en Economía

 miguelvillegasfebres@gmail.com

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