Se ha fortalecido la revolución bolivariana

El frustrado magnicidio del 4 de agosto en Caracas contra el
Presidente Nicolás Maduro Moros fortalecerá decisivamente la
revolución bolivariana en Venezuela y la hará invencible.

Pareciera que un crimen como ese era todo lo que faltaba para que la
contrarrevolución venezolana perdiera totalmente la credibilidad con
que ha contado en los escasos sectores de la población que
ingenuamente la han venido apoyando interesados por recuperar los
privilegios de que disfrutaban antes de la revolución chavista, así
como la de quienes se habían dejado ganar por los cantos de sirena de
la propaganda capitalista alimentada por Washington acerca de la
posibilidad de mantener los beneficios sociales recién alcanzados con
la revolución en una sociedad mas justa, pero aún desigual, en la que
ellos podrían ya formar parte de una clase menos pobre.

Es evidente que la otrora opulenta oligarquía venezolana -manejando
los hilos de la actual oposición violenta-, en alianza con la mafia
colombiana, ambas subordinadas a la estrategia y el mando del
imperialismo estadounidense, operaron esta acción con el objetivo de
dar vuelta a la historia, recuperar el control de las riquezas
petroleras de Venezuela, y nuevamente devolver la patria de Bolívar y
Chávez a la condición de marioneta de Estados Unidos.

Sólo que los revolucionarios y patriotas venezolanos piensan de manera
muy distinta. Las clases desposeídas de antes, junto con los avances
en su bienestar material han visto crecer su cultura política y su
conciencia social y son menos contaminables y menos prostituibles con
el progreso material. Los humildes son, además, los más
concientizables como integrantes y aliados de las clases trabajadoras
en revolución.

Las medidas recientemente anunciadas por Nicolás Maduro en relación
con el control del combustible y sus nuevos enfoques sobre la economía
del país han significado duros golpes contra los enemigos del proceso
bolivariano y fue eso lo que, según todo indica, les impulsó a las
acciones del 4 de agosto, partiendo del desatinado cálculo de que la
eliminación de Maduro daría al traste con un proceso cuyas raíces son,
en verdad, mucho más profundas.

En los momentos del fracasado atentado criminal, el Presidente se
encontraba en Caracas, en un acto conmemorativo del 81º aniversario de
la Guardia Nacional Bolivariana.

En plena alocución suya, se escucharon dos fuertes detonaciones. “Hago
un llamado a la Venezuela honesta y trabajadora: vamos a apostar por
el bien de nuestro país. Ha llegado la hora de la recuperación
económica”, decía Maduro en los instantes en que, de acuerdo con una
información extraoficial posterior, un dron con una carga de
composición explosiva plástica C4 detonó cerca del palco presidencial.
El Presidente, su esposa Cilia Flores, y los miembros del Gabinete no
resultaron heridos y fueron desalojados, según la información oficial.

Este acto de terrorismo, que pretende derrocar un gobierno que es
fruto de la voluntad democrática del pueblo venezolano -que ha
reiterado en múltiples ocasiones en las urnas su respaldo a la
revolución chavista- constituye una tentativa desesperada por
conseguir, por la vía del magnicidio, lo que no han podido obtener en
varias elecciones.

Tampoco lo han logrado a través de golpes de estado como el del 2002
contra el entonces Presidente Hugo Chávez ni con el golpe petrolero
del 2003 y la extensa e intensa política imperialista de hostigamiento
para derrocar la Revolución bolivariana, que incluye la arbitraria y
agresiva Orden Ejecutiva de los Estados Unidos que califica a
Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad
nacional y la política exterior” de la superpotencia, las sanciones
económicas unilaterales violatorias del derecho internacional, la
declaración del Secretario de Estado de EEUU sobre la plena vigencia
de la Doctrina Monroe, su llamado a un golpe militar contra el
Gobierno constitucional de Venezuela y la advertencia del Presidente
Donald Trump de utilizar contra ella “una posible opción militar”.

La agresión y la violencia golpista contra Venezuela perjudican a toda
Latinoamérica y benefician solo a los intereses de quienes se empeñan
en dividir a los países y los pueblos de la región para ejercer su
dominación sobre nuestras naciones. Aquellos que apoyan al imperio del
Norte en sus maniobras para derrocar por vías inconstitucionales a la
revolución bolivariana y chavista sin que les importe generar
conflictos de consecuencias incalculables para esta región, asumen una
seria responsabilidad ante la historia y más temprano que tarde
tendrán que responder por ello ante sus pueblos.
¡Nadie dude que el fracasado intento de magnicidio en Caracas sea un
estimulante motivo más para la unidad latinoamericana y caribeña
contra la dominación imperialista!


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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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