Incontenible odio de Europa hacia Bolívar

El historiador inglés Paul Johnson tiene una fijación aberrante sobre el tema sexual, pues no deja de seguir la supuesta conducta promiscua del Libertador y lo presenta entrando a los pueblos, siendo recibido por "ninfas" reclutadas de algún burdel local, vestidas de blanco que le ofrecían guirnaldas. Todo eso está en el libro de Paul Johnson, "EL NACIMIENTO DE DEL MUNDO MODERNO".

Los europeos no nos entienden ni mucho menos les interesa entendernos. En ese antro de delincuentes, los españoles derechizados son los que merecen nuestro mayor desprecio. No quieren de nuestro país sólo sus recursos; imaginan quizás que todo el asunto de la invasión y explotación fue cosa ya cerrada y producto de un accidente, de una equivocación. Los ingleses por su parte, suelen tener hacia nosotros un concepto deprimente y despectivo. El mismo de los gringos en grado delirante. Es algo a lo cual muy difícilmente nuestras mentes pueden llegar a concebir; somos menos que perros realengos (sin pedigrí alguno, claro), menos que inmundos y sarnosos monos.

En el libro ya mencionado del periodista (y que historiador) inglés Paul Johnson (Javier Vergara editor, Argentina, 1992), aparece en la portada, las fotos de Bolívar, Beethoven, Víctor Hugo y James Monroe. Claro, le dedica un capítulo a nuestro Libertador, tomando como referencia para delinear su carácter y su lucha, textos de sus peores detractores: Salvador de Madariaga, al mulato José Domingo Díaz (que ansiaba mejorar su raza), a G. Hippersley, Pablo Morillo, etc. A pesar de existir en inglés un estudio bastante denso y completo escrito por el General Daniel Florencio O'Leary, el señor Johnson lo echó al desprecio.

Nos presenta este periodista a un Bolívar quien no permitía "que se interpusiera en su camino consideraciones de carácter humano" (p. 575). "fue un mujeriego promiscuo... como su padre", (p. 575). El señor Johnson pareciera tener una fijación extraña, insisto, sobre el asunto sexual, pues no deja de seguir la conducta promiscua del Libertador y lo presenta entrando a los pueblos, siendo recibido por "ninfas" vestidas de blanco que le ofrecían guirnaldas. Generalmente se reclutaba a las ninfas en algún burdel local. Una de las ninfas que fue a saludarle en Quito, en junio de 1822, era una mujer de 25 años, Manuela Sáenz, una veterana de la batalla de los sexos...", (p. 590).

Resulta que el señor Johnson refiere en su libro que Víctor Hugo llegó a tener en su juventud, más de 2.000 mujeres (p. 146). Para realizar tal proeza tenía por fuerza que ser promiscuo, pero no, para él Víctor Hugo era un genio (como en efecto lo fue), con la virtud sublime y perfecta del hombre que suponen los ingleses. Pero el malo de su película era Bolívar.

En cuanto a lord Byron, escribe Johnson, que incesantemente tenía amantes, y anota del poeta este párrafo: "No pasan 24 horas sin dar o recibir de una de tres (y a veces alguna más) hermosas e inequívocas pruebas de satisfacción mutua"; Byron contrajo su "primera gonorrea "gratis" (pues no pagó por ella) en Italia (p. 610); tenía amantes rubia como el amanecer y cálidas como el mediodía y llegó a vivir en adulterio peligroso; pero ni Víctor Hugo ni Byron merecían el calificativo de promiscuo como se lo echa en cara al Libertador; quizás promiscuo sea lo más cercano al habito sexual de los perros; como dije, lo más cercano a un latinoamericano para ellos (gringos e ingleses) sea un perro sin pedigrí alguno.

Recordemos que un fornicador insaciable fue el extraordinario escritor escocés James Boswell, autor de poemas y de una de las más excelentes biografías jamás escritas, "Doctor Samuel Johnson". Boswell no sólo era promiscuo en el verdadero sentido de la palabra, sino que llegó a competir con un compañero montando a una misma hembra, "a ver quien resistía más", y lo hizo con el escritor Esmond Donelly. El periodista Johnson menciona en su libro a Boswell, pero nada refiere de su insólita "promiscuidad". Los ingleses suelen tener un sentido muy gracioso y falso de la dignidad y del valor, del honor, no obstante que se les atribuye la mejor representación del prototipo de la perfidia. La Pérfida Albión.

Sobre otros aspectos, el periodista Paul Johnson sostiene que el idealismo de Bolívar no era muy profundo y que "inventó muchos de los clisés utilizados en el ascenso y la caída de los dictadores latinoamericanos"; que sus pasos "no fueron heroicos ni muchos menos", (p. 576). No era más que un jefe guerrillero.

Escribe Johnson: "En julio de 1812 Miranda capituló ante él (Monteverde),... Pero Bolívar decidió cambiar de bando, entregó a Miranda a los realistas a cambio de un pasaporte, y se propuso ir a España a luchar a las órdenes de Wellington. Cambio nuevamente de bando cuando supo que Monteverde había confiscado sus propiedades".

A este punto del libro, nos invade una indignación incontenible. Pienso, que este imbécil, quien ha escrito sobre historia universal más de 2.000 páginas, tiene la audacia de hablar de cosas que desconoce en absoluto, y sobre las cuales ni siquiera se molestó en consultar obras básicas de la revolución americana; así y todo sostiene sus aseveraciones con tono de decano, como si de veras fuese una suprema autoridad en el tema.

En fin, esa es la visión que tienen los europeos y los gringos de nosotros; siempre, como perfectos policías, viven pensando mal de cuanto les es extraño, y considerando que el planeta les pertenece.

Decir que Bolívar cambió de bando cuando supo que Monteverde le había confiscado sus propiedades, es de una bajeza intelectual y de una ignorancia tan brutal que no hay sino que cruzarse de brazo y sacar fuerzas para no echar a un lado el libro; es como suponer a don Simón seguidor ciego del liberalismo inglés de don Jeremías Bentham, el creador de la "Defensa de la Usura". Jamás la humanidad ha conocido un estadista más desprendido de los bienes materiales como Bolívar, quien se resistía a cobrar sus haberes militares, que imbuido más allá de los tuétanos en la guerra de independencia, descuidó lo suyo, y en Lima donó el millón que le concedió el Congreso peruano a la ciudad Caracas. Cuando en 1823 Santander deseaba colocar a su nivel a todos los libertadores y solicitó al Congreso de Colombia se le concediera a Bolívar una pensión de 30.000 pesos y el pago de sus sueldos atrasados, la respuesta de Bolívar fue fulminante: "La generosidad del Congreso indica que soy capaz de aceptar con gusto una gracia que sin ofenderme hiere mi delicadeza, porque siempre he pensado que el que trabaja por la libertad y la gloria, no debe tener otra recompensa que gloria y libertad. Crea usted que me ha herido hasta el alma la lectura de este decreto y que lo he escondido hasta de Pérez, Ibarra y los de de la casa". Yo creo que de los miles de documentos que firmó el Libertador, no existe uno sólo donde aparezca él firmando bonos, sueldos o haberes militares; el dinero que le fue entregado en 1830 para que saliera del país, lo donó a las viudas, a los enfermos y soldados que aún no habían recibido sus pagas, y murió con una camisa "prestada" (que jamás devolvió).

Sobre el Decreto de Guerra a Muerte, el periodista Paul Johnson afirma que el artículo 9, reza: "la presentación de cabezas de los españoles europeos, incluso los isleños, es suficiente para merecer una recompensa y un grado en el ejército: el soldado que presente 20 de esas cabezas será ascendido alférez; si 30, a teniente, si 50, a capitán, etcétera".

La cadena de inventos horribles llena varias páginas del capítulo 8, y en la página 585, sostiene que en el encuentro de Santa Ana, Bolívar y Pablo Morillo "se emborracharon, los acostaron y durmieron en la misma habitación".

El libro está plagado de errores históricos, y escrito con desprecio y aversión hacia nuestro Libertador. Pero así nos ven los europeos y los gringos, insistimos; así nos han visto siempre. Los españoles que luego de la espantosa guerra civil (1936), inundaron a América Latina con sus muertos de hambres y desahuciados por el mismo mundo occidental del cual forman parte, por sus eternas torpezas políticas, ahora se pavonean frente a Hispanoamérica y no recuerdan nada de la generosidad con que aquí fueron recibidos y muy bien tratados como inmigrantes.

Hoy el gran misterio está develado: se aviva con locura el odio gringo y europeo contra Bolívar a partir de Chávez que lo puso a andar con su espada por América Latina. Porque hoy la guerra tiene que ser contra el materialismo gringo e inglés lo ha infeccionado todo; de tal modo que aquel grito de Bolívar a Santander para que la conducta de los colombianos en nada se pareciera a la de los regatones americanos, a los monigotes consumistas del imperio del Norte; aquella alerta tan reiterada de que no se fuera a seguir la moral de medir el amor, la poesía, la creatividad en dólares, con pesas y medidas que dieran dividendos constantes y sonantes, durante siglo y mendo no fue escuchada en absoluto. Hoy Venezuela tiene más poetas que en todo su pasado. El arte se ha vuelto una batalla del pueblo, una guerra contra el imperialismo. Hoy Bolívar está de pie detestando las miserables conductas de todos los mercantilistas como Paul Johnson.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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